"Lo vi caer, pero no pude hacer nada". Así describió Borja del Toro el desolador momento en el que su Fiat Punto caía, junto a un trozo de carretera en el que se encontraba estacionado, al fondo de un estanque en la calle Polca, en el barrio galdense de Marmolejos. El dueño del turismo, que reconoció ayer que estaba "hecho polvo", explicó que fueron unos vecinos los que le advirtieron, en torno a la una de la madrugada, de que se estaba produciendo el desprendimiento del muro del mencionado embalse. Cuando el joven llegó a la zona del suceso, cercana a su vivienda, a pesar de que el coche aún no se había despeñado, tratar de moverlo suponía un riesgo extremadamente alto para su seguridad; Borja sólo pudo observar impotente cómo su vehículo se precipitaba. Pasado el mediodía de ayer, una grúa retiró el automóvil.

Este incidente, en el que afortunadamente no se produjeron daños personales, fue una de las mayores faenas de las que ocurrieron en la comarca norte, que quedó patas arriba con el paso de la borrasca. En concreto, los municipios de Santa María de Guía y Gáldar fueron de los peor parados de la Isla. Al paso por muchas de sus calles, ayer, se podían observar los estragos que causó la tromba de agua que cayó el martes.

Fueron numerosas los vecinos que, desde muy temprano, se vieron obligados a sacar el agua del interior de sus casas como mejor podían. Valentín Mendoza, también vecino de Marmolejos, estuvo varias horas con este percal en su domicilio "porque los coches, al pasar, meten el agua hacia adentro; he tenido que abrir agujeros para sacarla", contó. En Marmolejos, donde se recogieron hasta 120 litros de agua por metro cuadrado, la asociación de vecinos quedó inundada.

Lo mismo sucedió en la vivienda de Víctor Gómez, en San Isidro, que estuvo toda la mañana achicando agua. "Y si no me da por abrir los sumideros, ahora tendría una piscina en mi garaje", aseguró.

Precisamente en San Isidro se produjeron numerosos incidentes a causa del temporal. Coches arrastrados por los ríos de agua que se formaron, diversas casas y negocios inundados, e incluso viviendas en las que el agua entraba por una puerta y salía por otra. Loli Rodríguez, cuyo turismo fue arrastrado varios metros, admitió que había pasado un mal trago la noche de la borrasca: "En mi casa estaban las bolsas y los zapatos flotando en el agua, y hasta se me rompió una impresora", relató.

También en el mismo barrio, la galdense Inma Carrillo encontró su vehículo en condiciones lamentables: sin matrícula, lleno de insectos, hierbajos y ramas de árboles, pringado de barro y con una roca debajo del parachoques. "Encima tengo la ITV la semana que viene", apuntó Carrillo. En la calle donde estaba el coche de Inma, varios operarios del Ayuntamiento de Gáldar retiraron hasta cinco camiones llenos de tierra que había traído la lluvia.

Desde las siete de la tarde del martes, el Consistorio había puesto en marcha el dispositivo de limpieza y arreglo de los desperfectos ocasionados por las lluvias. Según el alcalde, Teodoro Sosa, se mantendrán hasta que la ciudad recupere la normalidad.

Ante el derribo de muros, el desborde de alcantarillas, y la acumulación de aguas en diferentes calles del municipio, el personal de las distintas áreas de la Corporación municipal se puso manos a la obra para solventar los distintos problemas. Sosa, que supervisó el inicio de las actuaciones, destacó el trabajo del amplio equipo humano junto a la maquinaria desplegada en los barrios más afectados.

Además de la del instituto Roque Amagro y Los Quintana, otra zona especialmente damnificada fue la de Bocabarranco, donde el agua hizo estragos a su paso hasta llegar al mar. Varios operarios de la empresa Canarobras se encargaron de retirar el barro que ocupaba la calzada. La planta potabilizadora también sufrió las consecuencias de la entrada de agua en sus instalaciones.

En la zona de El Roque se comenzó a limpiar de la vía las piedras y tierra que se encontraban en la calzada, y en Barrial también se llevaron a cabo labores de limpieza en las calles afectadas por el barro que se acumulaba en algunas zonas del barrio.

Un panorama similar se podía observar en la carretera que lleva hasta Roque Prieto, donde el barro en la carretera dificultaba la llegada a los vehículos. Hasta la misma playa guiense llegaron rocas de gran tamaño arrastradas por la lluvia.

Disfrutando del buen tiempo que hacía en torno a las dos de la tarde de ayer se encontraban allí Nazaret Almeida, Carmen Mateos, Víctor Medina y David Perera. Los cuatro se atrevieron a darse un chapuzón tras la tregua que les dio el temporal tras una noche única. "Yo nunca había visto algo así", reconoció David, quien también agradeció que esa misma noche la Policía acudiese a la zona de Roque Prieto "a preocuparse y comprobar que todo estaba bien".

Sin embargo, una vecina que reside en las casetas del lugar, se lamentaba de que "nadie ha venido hoy [por ayer] a ver cómo estamos ni nada por el estilo, es como si aquí no viviera nadie".

El colapso en la carretera del norte por el derrumbe de piedras en el segundo túnel de Silva -que dejó atrapados a miles de conductores durante varias horas la noche de la borrasca- impidió que los servicios de emergencia -bomberos, protección civil, policía local y personal municipal- pudieran llegar antes al barrio costero de San Felipe, uno de los más perjudicados del municipio de Guía.

Asimismo, los vecinos de las medianías seguían ayer afectados por el cierre de la carretera que conecta la autovía con los barrios de El Hormiguero, Faraylaga, El Palmital, Casas Aguilar y Santa Cristina, una vía por la que transitan cada día unos 1.700 vehículos que no podrán acceder desde este acceso hasta que lo restablezca el Cabildo de Gran Canaria. En esta carretera, la caída de un muro dejó una valla sin sujeción al suelo en uno de sus tramos y con la calzada en riesgo de derrumbe.

Las inundaciones produjeron importantes desprendimientos también en el barrio de La Cañada y el acceso al cementerio de La Atalaya, provocando el corte de la carretera que lleva a ambas zonas. También resultó afectado el CEIP Juan Arencibia Sosa, de La Atalaya, y aunque en un primer momento se barajó la posibilidad de suspender las clases, finalmente esta medida no fue necesaria tras la actuación del personal municipal, lo que permitió la apertura del centro durante la mañana de ayer. El agua y el barro afectaron también en Guía a un gran número de calles, viviendas y comercios, especialmente en el casco histórico y los barrios de La Atalaya, Becerril, Anzo, La Cañada y San Felipe.

Igualmente se produjo el derrumbamiento de un muro en El Bardo que provocó el cierre de la vía entre Becerril y la rotonda de La Atalaya por esta zona. También se tuvo que cerrar la subida del Naranjo -vía que conecta el casco con el barrio de San Juan- por la caída de piedras en la calzada que impedían el paso.

Según declaró el concejal de Seguridad y Policía Local del Ayuntamiento de Santa María de Guía, Juan Jiménez, se registraron en este departamento cerca de un centenar de incidencias, a través de las llamadas que realizaron los vecinos para alertar sobre los problemas en sus viviendas o barrios. A lo largo de toda la tarde y la madrugada del martes y todo el día de ayer, el personal municipal realizó en labores de limpieza y acondicionamiento de las zonas afectadas.

El responsable municipal resaltó la "extraordinaria labor" de los voluntarios de la Agrupación Local de Protección Civil de Santa María de Guía, "que desde el primer momento se han volcado para ayudar a restablecer la situación generada por la grave situación que vivió ayer [por el martes] este municipio", garantizó.