"¿Qué no ha pasado hoy?", se oye comentar a una voz femenina en un tono mitad jocoso, mitad resignado. Al igual que otros tantos centros educativos de Las Palmas de Gran Canaria, el IES Mesa y López, que está ubicado en la vía que lleva el mismo nombre, ha sufrido los estragos de una mañana cargada de agua. No han faltado ni las goteras, ni las inundaciones, para no cambiar la tónica de los tres últimos días en los que la lluvia ha dejado tras de sí un legado de daños que, por suerte, han sido materiales. "Para los chiquillos ha sido una fiesta, por lo diferente del día", explica ahora Luis González Montejo, director del instituto.

Los avatares comenzaron con la caída de Internet. "Saltaron las tomas de corriente, así que administrativamente estamos parados y los profesores que utilizan los ordenadores en clase tampoco han podido trabajar con ellos, pero vamos, que se han buscado los recursos", asegura González Montejo. También se les anegó la cancha de fútbol, porque el agua no drena debido al problema que tienen con la red de evacuación, la cual lleva un tiempo averiada. "Nunca ha pasado nada, pero vamos a avisar a la Consejería de Educación para que lo arregle". Además, también tuvieron goteras en los despachos y un aula y se fue la luz en otras tantas.

Pero aún así, la mayor parte de los 1.100 alumnos del IES Mesa y López continuaron con clases. Y es que, a pesar del chaparrón con el que amaneció la pasada jornada, el Gobierno de Canarias no las suspendió. Un hecho que algunos progenitores de estudiantes no comprenden.

Es el caso de Leticia Padilla, quien esperaba a que llegase la guagua con sus dos hijos para podérselos lleva a casa después de que el propio colegio Heidelberg les avisase por mensaje de que los chicos estaban "atrapados" en el centro. El motivo fue la enorme balsa de agua que se había formado en el camino que lleva a las instalaciones de Barranco Seco. "Los padres que tienen coches todoterreno sí puede pasar, pero el resto estamos esperando a que lleguen con los niños", explicó.

Al igual que Padilla, otra madre, que responde a las iniciales de O. A., también aguarda para recoger a su vástago, después de haber vivido una odisea para llegar al Heidelberg desde Firgas, el municipio donde residen. "Nunca habíamos vivido una situación similar, pero ni en el colegio ni en la Isla", señala entre risas.

Poco después, antes de media mañana, el vehículo aparece por el aparcamiento improvisado con un montón de caras sonrientes en su interior, que saludan a los que están fuera. Y es que más allá de la anécdota de la piscina natural delante del colegio, en el centro educativo no hubo mayor problema.