"Esto está abandonado desde hace años y cada vez que llueve tienes miedo de que se caiga el muro", cuenta Javier Hernández, vecino de la Carretera General, la calle del Árbol Bonito. El pasado viernes, parte de esa profecía se cumplió justo delante de la puerta de su casa, donde todavía reposa el montón de tierra y grandes piedras que se vinieron abajo por la lluvia. Toda una diversión para su perro Fernando, que juega con los cantos más pequeños y corretea de un lado para otro, aprovechando el cercado que evita el paso de los vehículos. Pero todo un peligro para quienes residen en la zona.

"El desprendimiento ha sido en la única acera que tenemos, y aquí al lado hay un colegio y los niños la utilizan para cruzar y, además, justo encima hay un parque infantil. Así que hasta suerte ha habido de que no ocurrió ninguna desgracia, porque la gente también es muy suicida y con la que estaba cayendo, todavía había coches que pretendían pasar por aquí el viernes", cuenta Hernández, quien puso un cono y un triángulo para cortar el paso tras el derrumbe.

Según recuerda el joven de 25 años, el desplome se produjo pasado el mediodía. "Acababa de salir de la ducha, después de destupir los bajantes porque el jueves se me inundó la azotea y lo oí". Quien lo vio en vivo y en directo fue su vecino Marlon Rodríguez Iglesias. "Cuando venía camino de casa vi que el muro estaba inflado y salía el agua a presión de abajo, y pensé: Dios mío, que se cae el muro". Así no dudó en sacar el móvil y desde la puerta de su hogar grabar lo que tenía ante sí. Segundos después, efectivamente, se derrumbó un trozo del muro. "Ya se han presentado numerosas quejas, porque esto no es la primera vez que pasa". De hecho, cuenta Javier Hernández que hay una valla amarilla que lleva cerca de un año por un "pequeño" desplome de rocas. Más allá de eso, no se ha hecho nada.

"Siempre dicen lo mismo, que ya vendrán, que ya lo arreglarán, pero lo cierto es que el muro está inflado", apunta Rodríguez Iglesias. Por lo pronto, el viernes les colocaron unas vallas de hormigón para evitar que, en caso de que se vuelva a producir otro desplome, las rocas no les taponen la entrada a sus casas. "Esto debería ser una calle sentido único", sentencia Javier Hernández mientras su perro juguetea en el asfalto, "pero al final te acostumbras a vivir con ello".