La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Memorias de cine en formato digital

El proyeccionista Rafael Hernández recopiló información sobre el séptimo arte en la ciudad

El cine Capitol

Cuando la película Gilda, interpretada por la actriz Rita Hayworth, llegó a Canarias en los años 40 se armó un gran revuelo en la ciudad. Un grupo de seminaristas se manifestó por la calle Viera y Clavijo hasta el lugar de la proyección del filme: el cine Cuyás. Fue el estreno más escandaloso que un nonagenario Rafael Hernández Marrero rememoraba durante sus conversaciones con la periodista Ángeles Jurado. También le habló de Siona, "la Sophia Loren de Arenales", su barrio natal, que encandilaba a los vecinos con sus "curvas perfectas", perceptibles bajo el vestido mojado por el agua que se le derramaba de la lata que colocaba encima de su cabeza, tras comprarla en la tienda de aceite y vinagre de sus padres. Un auténtico "bombón" que, además, inspiró el título del libro digital que ayer se presentó en la sede de Gran Canaria Espacio Digital, con motivo del Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, en el que se recogen las memorias de quien fue durante casi medio siglo operario cinematográfico en Las Palmas de Gran Canaria. El suyo, tres años después de su fallecimiento, sigue siendo un legado que mantiene viva una parte de la historia social y cultural de la capital.

Hernández Marrero fue la última persona que apagó el proyector del Cine Cuyás. Jefe de cabina de esta sala durante década y media, comenzó su carrera en plena Guerra Civil Española, cuando apenas tenía 17 años. Lo hizo en el cine Goya, propiedad de su tío Manuel Marrero. Si bien su pasión por el séptimo arte y el mundo que lo rodea se despertó siendo muy niño y paseaba por Arenales de la mano de su madre. "Corrían los años 20" y él tenía unos tres años cuando le preguntaba a su progenitora sobre el edificio que había cerca de su casa de la calle Molino de Viento, en el número 157 de León y Castillo, donde se ubicaba "el cine de Camilito", se recoge en el libro.

Vivió durante muchos años en Schamann y trabajó como operario cinematográfico durante casi medio siglo. Pasó por cines como el que estaba al aire libre en la calle Carvajal, el Campo España, el Quilmes de Tafira, el Pabellón Victoria de Teror, el Colón o el Sol Cinema. Cortocircuito, de John Badham, fue la última película que proyectó en el Cuyás. Pero antes, habían pasado por su manos muchísimas más. "Se encargaba de montar las películas y destruirlas después de que se dejaran de proyectarse aquí, no podían salir de la Isla y, además, revisaba las hojas de censura, limpiaba los filmes y formaba a otros proyeccionistas", explica Ángeles Jurado, encargada de la parte narrativa de la publicación digital, junto a Sebastián Torres Medina, que se puede descargar gratis a través de la página de Gran Canaria Espacio Digital.

Pero su pasión cinematográfica fue todavía más allá. La Sofía Loren de Arenales y otras historias. Memorias de D. Rafael Hernández Marrero, proyeccionista, es también una compilación de toda la información que, durante años, recopiló sobre los casi 100 cines que hubo en la Isla, entre los años 1930 y 1985 (de los que 43 funcionaron en la capital grancanaria) y hasta del Sahara Occidental. De ellos, consiguió el nombre de los propietarios, el de los operarios, así como el aforo y la fecha de inauguración y cierre y el uso que tuvo después el local.

"Para mí, él hablaba de la historia del cine, pero también de historia del cine en la propia ciudad", señala Jurado. Y es que Hernández fue testigo de la evolución del séptimo arte. Del mudo al sonoro. Del auge a la decadencia, provocada por "la aparición de televisores y vídeos". Todo ello recogido en 252 páginas en las que no falta tampoco el contenido gráfico que Hernández también recabó o, en cuyo defecto, recreó en una maqueta hecha con sus propias manos.

Compartir el artículo

stats