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Todos los Santos Ruta por los recintos capitalinos

Un camposanto de urgencia

El cementerio de San Lázaro se proyectó a mitad de los 50 debido al gran desarrollo de la ciudad

Un operario cava en uno de las parcelas. QUIQUE CURBELO

El 3 de junio de 1960, el pequeño cuerpo de Rosa Delia Morales fue llevado a San Lázaro para descansar eternamente. Tenía apenas ocho días y, el suyo, fue el primer enterramiento del que se guarda constancia en los libros de registro del camposanto. Ha pasado más de medio siglo de este trágico acontecimiento y son muchos los cambios que, desde entonces, se han producido en el enclave que este domingo recibirá a miles de personas con motivo del Día de Todos los Santos. No obstante, y en contradicción con la finalidad de su existencia, parte de la historia de la propia ciudad sigue viva entre lápidas y mausoleos en el lugar donde también descansan los restos de Néstor Álamo.

Basta con pasar una mañana para percibir que el camposanto es un lugar en el que colisionan las emociones y se genera un sentimiento de paz y pérdida casi a partes iguales. Pero también es un espacio en el que, además de la vida y la muerte, visiblemente conviven los gustos personales por unas u otras flores, los diferentes estilos arquitectónicos marcados por las tendencias del pasado y el presente, las costumbres de distintas culturas y, cómo no, los recuerdos.

"Donde está ahora el punto de información era antes la sala de velatorio", rememora Juan José Laforet, cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria. Un hecho que, según el también periodista, respondía a la complejidad que suponía velar a los difuntos en las casas en los años 60. Década en la que, además, se inauguró el cementerio en cuya puerta se halla.

El gran desarrollo de Las Palmas de Gran Canaria fue el que provocó que entre 1940 y 1950 se hablase de la construcción de un nuevo camposanto en la ciudad. "Había que tener en cuenta que, además, se había anexado el municipio de San Lorenzo, y aunque este tenía pequeños cementerios, el aumento de la población haría ya insostenible el que sólo existiera el de Vegueta y el de El Puerto de La Luz, que empezó a funcionar en La Minilla en 1940, aunque se proyectó desde 1927".

Fue en un pleno de diciembre de 1954 cuando el Ayuntamiento capitalino aprobó la cimentación de una nueva necrópolis en el lugar conocido como la Loma de San Lázaro, que se ubicaba en las inmediaciones de Cuesta Blanca. "De hecho, hay mucha documentación en los años precedentes a la apertura en los que se habla del nuevo cementerio de católico de Cuesta Blanca o Loma Blanca".

El emplazamiento se eligió por estar a tres kilómetros del casco urbano y a dos de un posible ensanche. También se hizo allí porque tenía buenas vías de comunicación, si bien el primer Día de Todos los Santos que se celebró en San Lázaro desbancó por completo este argumento. "En noviembre de 1960 fueron enormes las colas de personas esperando las guaguas hasta Tamaraceite, ya que no se organizó un servicio de transporte adecuado al nuevo camposanto", señala Laforet.

La inauguración tuvo lugar el 5 de abril de 1960 en un acto que estuvo presidido, según el Diario de Las Palmas, por el alcalde de la época, José Ramírez Bethencourt. No faltó aquel día tampoco la bendición del que era obispo de la diócesis, Antonio Pildain y Zapiain. La fecha de apertura es una de las curiosidades del enclave. "Era tal la urgencia que existía que se abrió antes del 18 de julio, que era la fecha oficial establecida por Franco para las inauguraciones".

No fue la única singularidad de la necrópolis. Tres meses después de su apertura fue cuando se aprobó la pavimentación de aceras para facilitar el acceso, así como la plaza delantera. "En el interior también se continuó con la construcción de caminos, pasillos y de un muro para sostener una cruz", apostilla el cronista oficial. Apenas unos años después de su apertura, se creó también en él "la primera clínica forense moderna que hubo en la Isla", que cambió el concepto de salas de disecciones que había hasta la época. "El Ministerio de Justicia pagó las primeras cámaras frigoríficas que hubo aquí". Y el primer cadáver que fue trasladado al depósito fue el del joven Manuel Peña Socorro, que vivía en el número 1 de la calle Pajonales de La Isleta, y se ahogó el domingo 19 de junio de 1962 después de sufrir un ataque de epilepsia mientras se bañaba en la playa. En la actualidad, este espacio, pionero en su momento, está "completamente inutilizable", según Marina Bethencourt, directora de la empresa que gestiona desde hace años los cementerios municipales, Canaricem.

Asimismo, cabe resaltar que el cementerio de San Lázaro se construyó mientras actuaba como arquitecto municipal Joan Margarit i Serradell, autor de la iglesia de Los Dolores de Schamann, del Mercado Central o de la plaza de Tomás Morales, entre otros muchos proyectos de aquellos años. En concreto, en 1959, fue él quien se encargó del proyecto de una vivienda para el encargado del cementerio, junto a la fachada principal, "lo que señala que es muy posible que todo el conjunto de entrada fuera proyectado por él, si bien la entrada no se ajusta mucho a su estilo", arguye Juan José Laforet.

2.000 nichos más

El camposanto se cimentó sobre una superficie de 90.000 metros cuadrados, con espacio para 24.480 enterramientos en fosas y 10.264 en nichos, además de los 1.384 en el cementerio neutro y los 1.176 panteones. Esto hace un total de 37. 304 tumbas, "por lo que solo se previó una capacidad para dos décadas". Pero, una vez más, hubo error de cálculo y, 55 años después de su inauguración, las puertas de San Lázaro siguen abiertas. Eso sí, con obras de ampliación al medio que actualmente siguen ejecutándose por fases, aclara la directora de Canaricem. "Se están construyendo 2.000 nichos más", especifica quien cuenta que la media de entierros anuales también se cifra en 2.000. "Mucho menos que hace años, cuando teníamos entre 13 y 14 entierros diarios. El motivo es que la gente joven opta más por las incineraciones".

La ampliación de la capacidad de sepultura también se traduce en que ahora el enclave abarca una extensión de un millón de metros cuadrados en los que se disponen cinco cuarteles, donde curiosamente, no existe el número cinco. En el primero, hay un total de 321 parcelas (tumbas en el suelo), en el segundo hay 196; en el tercero, 187; en el cuarto, 321 y en el sexto, 340. A esto hay que añadirle una fosa común, las numerosas calles de nichos y los no menos cuantiosos mausoleos, que alternan distintos estilos arquitectónicos y también culturales. Pues en 2007 la Junta de Gobierno Local aprobó la concesión de una parcela a otras confesiones religiosas. De hecho, en apenas un cuadrado conviven, junto al cristiano, un panteón coreano, otro musulmán y, el último en hacerse, uno chino.

En San Lázaro también hallaron el reposo eterno los legionarios que perecieron durante la emboscada que les tendió el ejército marroquí en Edchera, en 1958, cuando la XIII Bandera de la Legión realizaba una labor de reconocimiento tras un primer ataque de Marruecos en el Aaiún español. Justo al lado, a mano derecha según se entra, está el panteón que Néstor Álamo se diseñó a sí mismo y que mandó a construir tiempo antes de su muerte, epitafio incluido.

En el enclave, que ahora se prepara para la fiesta de los finados, trabajan más de una treintena de personas. Si bien antes de la privatización eran los Hermanos de la Resurrección los encargados del mantenimiento del camposanto. La orden religiosa llegó a la Isla en 1974 y aún permanecen en San Lázaro, pero su principal labor ahora es la del acompañamiento a las familias por el recinto y la oración por los fallecidos.

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