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Todos los Santos Ruta por los recintos capitalinos

El cementerio de Babel

En la necrópolis del Puerto descansan los restos de judíos, musulmanes, chinos y miembros de la comunidad Bahai's

Alicia María Domínguez, ayer, en el camposanto del Puerto, mientras coloca un ramo de flores en la tumba de un familiar. SABRINA CEBALLOS

En el barrio de San José, en una ladera desde la que se divisa el mar, se erige el segundo camposanto que se cimentó en Las Palmas de Gran Canaria. Se trata del cementerio Inglés y en él, al igual que en sus homólogos, se percibe el "cosmopolitismo de la ciudad", señala el cronista oficial, Juan José Laforet, mientras pasea entre las tumbas en busca de vestigios de la historia. Y para conocerla, hay que remontarse al siglo XIX, cuando se comenzaron a asentarse las familias británicas en la Isla. Prueba de ello, son los apellidos conocidos que, enseguida, aparecen entre las lápidas: Miller, Blandy, Fisher o Pilcher, entre otros.

Fue precisamente el fuerte crecimiento de la colonia inglesa en la capital grancanaria, la que en 1830, les llevó a plantear la necesidad de tener su propia necrópolis. Y es que un año antes, cuando la esposa de Benjamin Walter, Sarah, falleció, "le fue denegada la solicitud de enterramiento en el cementerio de Las Palmas", cuenta el cronista, "debido a que ellos eran protestantes". De manera que la mujer fue inhumada fuera de las murallas de la ciudad (hay que recordad que, inicialmente, los camposantos eran únicamente de confesión católica).

El hecho, que generó "una gran preocupación" en ese momento, motivó al vicecónsul y unos residentes británicos a adquirir un terreno para la construcción de su propio cementerio, a lo que contribuyó el gobierno inglés con 50 libras, siempre que los residentes pusieran la misma cantidad. Fue en 1834 cuando el Ayuntamiento les otorgó el terreno, según quedó recogido en una carta que el vicecónsul le envió al cónsul, que residía en Tenerife. En aquella época, eran 31 los británicos que vivían ya en Gran Canaria, y más de una veintena de barcos los que recalaban al año en el Puerto de La Luz. Tan solo un año después, se produjo el primer enterramiento en el Cementerio Protestante.

Al principio, según Laforet, estas instalaciones carecían de amurallamiento. No fue hasta 1889 cuando se construyó la muralla exterior y se amplió. Actualmente, este camposanto cuenta una superficie de 7.500 metros cuadrados en los que se hallan 519 enterramientos (32 de ellos en la sección alta), todos en tierra. En 2008 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y en él, se encuentran los restos mortales de los personajes más importantes de la colonia británica en la Isla, como el empresario Thomas Miller, así como los de personas fallecidas en el trayecto de su viaje a la India, África y Asia. Además, hay un importante número de tumbas judías.

Al cementerio de los Ingleses le siguió el del Puerto. En la avenida de Ansite, en el barrio de La Minilla, se levantó el camposanto que los propios vecinos del ya populoso barrio portuario solicitaron al Ayuntamiento en 1905. Una propuesta que no se vio consolidada oficialmente hasta casi 36 años y medio después. Fue en 1927 cuando se solicitó un proyecto al arquitecto municipal de la época, Eduardo Laforet. De entrada, el lugar que se barajó para la construcción fue la loma que hay por encima de Guanarteme, pero al ser terrenos del antiguo municipio de San Lorenzo, se retrasó la gestión. En 1936 , el nuevo arquitecto, Antonio Cardona, redacta unos planos distintos a los de Laforet que, al año siguiente, comienzan a ejecutarse.

La inauguración, con la correspondiente bendición del obispo Pildain y Zapiain, tuvo lugar a las cinco de la tarde del 26 de marzo de 1942. Apenas unos días después se llevó a cabo el primer enterramiento. Aparte de las parcelas y fosas comunes, el camposanto contaba con 250 nichos "para mayores" y 40 "para pequeños", y disponía de salas de autopsias, de infecciosos, de médicos y de zona neutra, para enterramientos que no fueran por el rito católico. Esta es una de las cosas más espectaculares del lugar. Aunque hace años se le restó espacio, ahora, los 14.144 metros cuadrados que tiene de superficie (en los que tan solo hay un panteón: el de la familia Siemens) conviven confesiones que, en el mundo de los vivos, costaría imaginarse. Es el caso de judíos y musulmanes, que cuyas tumbas comparten el mismo cuartel. También hay miembros de la comunidad china y de la Bahai's.

"Este es un cementerio muy familiar", aseguran los sepultureros Orlando Santana y Alberto Ramos. Ayer, muchos se afanaban en el adecentamiento de las tumbas de sus seres queridos, de cara a mañana. Manuel Cazorla es uno de ellos. Encaramado en una escalera prepara el ramo de flores para su amiga Dora, a quien el año pasado le puso 50 orquídeas. "Antes venía todos los sábados, como ella antes de morir, y me iba al cierre", explica desde las alturas. Quien sí va cada fin de semana es Alicia María Domínguez, para visitar el sepulcro de muchos familiares, entre ellos sus padres y su marido. Hoy irá también, eso sí, antes de que juegue la UD Las Palmas, su "gran pasión". Mariela Hernández también limpia y coloca flores sobre el nicho de sus abuelos, el cual visita semanalmente. "Tiene que estar impecable", asegura. Para ella, según revela, el Día de Todos los Santos es "muy especial".

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