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Opinión

La antología del disparate

Con nuestra adaptación no basta, la atracción de nuevas navieras o la fidelización pasan por un servicio global

La antología del disparate

Tenemos que ser más competitivos para que los tráficos internacionales no se vayan a enclaves cercanos", "hay que adaptar las condiciones laborales y de tasas a las exigencias de las grandes navieras para no perder sus transbordos", "es fundamental ser flexibles para sobrevivir"... Estas y otras muchas sentencias similares son la cantinela que llevamos años escuchando, los trabajadores de los muelles, desde Puertos del Estado, el Gobierno canario, las asociaciones empresariales sectoriales, la Autoridad Portuaria, eminentes economistas y charlatanes de distinto pelo. Cada uno con su ideología y sus pareceres, pero todos con la solución clara al problema del Puerto de La Luz: la adaptación de las condiciones económicas de los trabajadores, estibadores fundamentalmente, a las peticiones de los clientes potenciales.

Los estibadores portuarios, por la propia heterogeneidad de nuestra labor diaria, siempre hemos entendido que la flexibilidad en las condiciones logradas por el colectivo son una pieza fundamental en el crecimiento de nuestro lugar de trabajo: los puertos. Y que ese crecimiento, por interés propio y por responsabilidad y solidaridad con la sociedad en la que estamos inmersos, es nuestro objetivo, claro e indiscutible.

También hemos defendido siempre que con nuestra adaptación no basta, la atracción de nuevas navieras o la fidelización y ampliación de negocio de las ya captadas, pasan por un servicio global: por conocer de manera profunda al cliente y atenderlo, transmitirle seguridad y, condición sine qua non, contar con las infraestructuras necesarias para que puedan desarrollarse los servicios que requiera de manera óptima.

Convencidos de la necesidad de apostar, una vez más, sin fisuras, por nuestro puerto, cuando vimos la posibilidad clara de crecimiento, los estibadores de Las Palmas hicimos el esfuerzo que se nos pedía y que, entendimos, requería la situación. Firmamos un convenio con MSC, en mayo de este año, en el que adaptamos nuestras condiciones laborales, no solo de salario, a sus exigencias, a cambio de aumentar el volumen de transbordo de la naviera italo-suiza, la primera del mundo, en nuestro enclave, de convertirlo en un hub para el tráfico internacional de mercancías. Cumplir lo pactado ha conllevado desvelos, especialmente porque las contraprestaciones de volumen no han terminado de despegar en estos meses de adaptación. Aun así, tenemos mucha fe, nos consta que no solo nosotros sino también toda la comunidad portuaria de Gran Canaria, en que, si el resto de agentes, especialmente Puertos del Estado, deja de escurrir el bulto y se interesa e implica en la consecución del ansiado objetivo, este será un acuerdo histórico para el Puerto de La Luz, un antes y un después. Para ello es indispensable que asuma ahora, el resto de las partes, su responsabilidad alícuota; aporte su ahínco, como hemos hecho nosotros, para que Las Palmas sea, efectivamente, una puerta grande de entrada de bienes a Europa y África, con lo que ello conlleva de riqueza para la sociedad canaria en su conjunto y para el resto del país.

Pero aún no hemos llegado a ese momento. Ahora lo que realmente vivimos es que, reitero, el colectivo de estibadores ha realizado un sacrificio continuado, de meses, una situación que no podremos alargar mucho tiempo más; que en este proceso la Autoridad Portuaria ha entendido la pertinencia de este esfuerzo y se ha sumado al mismo con la reducción de tasas y la planificación de obras para optimizar las infraestructuras de los muelles para que puedan acoger a los megabuques, tan esperados, en nuestro puerto y que Puertos del Estado, queremos pensar que de manera inexplicable y no porque hay otros intereses que no son los que están contando, está bloqueando esta gran oportunidad para España al no permitir, siquiera, la ampliación del Reina Sofía, no con su ayuda, como sería lógico pensar, sino con fondos propios del gobierno del puerto.

Ante esta situación, la Autoridad Portuaria, ya ha conseguido financiación privada para la finalización del muelle Nelson Mandela. Será la naviera Armas la que sufrague las obras necesarias para que ese tramo del puerto sea practicable y no se pierda la inversión ya hecha. Queda ampliar el ancho del dique Reina Sofía para acoger a las plataformas que requieran de reparación, un negocio en auge en esta ciudad; queda ampliar la longitud de ese mismo dique para lograr el abrigo que los megabuques de MSC necesitan para operar de manera segura y que, a su vez, logrará que la terminal de Opcsa pueda ampliar su zona de atraque.

Son obras grandes y necesarias que, nos parece, deberían estar sufragadas por la institución encargada de velar por que los recintos portuarios españoles tengan infraestructuras acordes con sus necesidades, Puertos del Estado. Sin embargo, lo que acontece es una discriminación absoluta en el reparto de fondos hacia el que es el cuarto puerto en volumen de mercancías del país: la financiación prevista, por parte de Puertos del Estado, hasta 2017, nos deja en el puesto decimoctavo. Las Palmas recibirá 6,6 millones de euros, frente a, por ejemplo, Barcelona que obtendrá 135, Algeciras casi 59 o Valencia 56; por nombrar a los tres primeros puertos españoles. Pero si nos fijamos en lo que irá a parar a enclaves mucho menores, la comparación se vuelve escandalosa: La Coruña 47 millones, Tenerife 42, Baleares 37, Sevilla casi 36, Melilla casi 32? y así hasta diecisiete puertos hasta llegar al nuestro.

Pero si este reparto es un auténtico cúmulo de despropósitos; lo que indigna por entenderse casi una tomadura de pelo, un tanto macabra, es que Puertos del Estado, además, bloquee las obras de acondicionamiento mencionadas aun cuando se van a acometer con fondos que no son suyos. ¿Por qué? ¿Por qué si tenía tan clara la solución para que el Puerto de La Luz captara tráficos internacionales y tanto interés en que esto ocurriera, ahora en vez de apuntalar se dedica a dinamitar el proyecto? ¿Qué ha cambiado?

En vista de lo que arrojan los datos quizás haya llegado el momento, como apunta la Unión Europea, de abrir el debate sobre la pertinencia o no de contar con un organismo central que se permite regir un sector heterogéneo, en muchos casos volátil, de una manera inexplicable, autoritaria y que, en demasiadas ocasiones, supone más un freno que un trampolín.

No podemos estar a expensas de que un organismo arbitrario nos dé su beneplácito para crecer. Las instituciones canarias, unidas, tenemos que hacernos escuchar y ponerle mesura a esta antología del disparate.

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