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Momias iguales ante la muerte

Los indígenas amortajaban de forma similar a sus difuntos más allá de su sexo y su clase social

Momias iguales ante la muerte

Manos de mujer o de hombre. Depende de si el muerto era ella o él. El cadáver estirado y boca arriba, los brazos pegados al cuerpo. Ligaduras a la altura de los hombros, los codos, las rodillas y los tobillos. Las mismas manos envuelven con mimo al que acaba de expirar. Capas de piel de cabra, oveja o cerdo cubren al infeliz que ya no volverá a pisar la tierra. El amortajador, profesional que sufre el estigma en la comunidad por andar más en el más allá que en el más acá, cose las pieles con el arte de una máquina Singer para que el cuerpo quede bien sellado. Nada de extraer las vísceras, eso se deja para los egipcios, los antiguos canarios trataban a todos sus fallecidos de forma similar. Las momias eran iguales ente la muerte.

Xavier Velasco es arqueólogo, técnico del Cabildo de Gran Canaria, hombre paciente y pedagógico, parece encontrarse a gusto entre muertos vetustos, más en la sala Verneau de El Museo Canario, donde ayer, día de Todos los Santos, se celebraba una visita guiada por las costumbres funerarias de los indígenas isleños. Velasco, que para la ocasión vestía una camiseta con la Catrina mexicana, ha recuperado más de cien individuos en distintas necrópolis canarias, eso sí, siguiendo técnicas arqueológicas que respetan el contexto, una regla básica si no se quiere errar el tiro con la cronología.

La primera revelación que lanza es que, al contrario de lo que se creía, los antiguos canarios enterraban a sus difuntos de la misma manera. "Se decía antes que había algunos que se momificaban y otros que no, y de ahí se deducía que los amortajados pertenecían a estratos más elevados en la sociedad, pero ahora sabemos que no", asegura el científico, ante las atentas "miradas" de los cráneos de la inquietante estancia.

Pero, entonces, ¿por qué hay cuerpos sin mortaja? "Por la conservación. Los que se depositaban en cuevas se mantienen mejor que los que se sepultan... La tierra se come todo", aclara Velasco, que asegura que desde el siglo V hasta el XV después de Cristo, las costumbres funerarias se mantuvieron. No está muy claro por qué en algunos casos las necrópolis están en cuevas, otras en tumbas y otras en túmulos, pero lo que sí parece repetirse es que aquellas comunidades querían tener a sus difuntos cerca y que tanto sus casas como sus ciudades de los muertos se construían para que duraran.

"Nosotros situamos los cementerios lejos de nuestros hogares, sin embargo, ellos querían tener a sus muertos al lado, porque era una manera de legitimizar su estirpe y quizá de justificar la propiedad del terreno", explica.

En algunas de las momias del Museo han aparecido restos de otros individuos, esto tiene dos explicaciones posibles: que alguien los pusiera allí en el momento de la recuperación o que los indígenas tuvieran la costumbre de dejar reliquias juntos a sus seres queridos. "Todas las momias del Museo fueron adquiridas a los llamados enriscadores, unos señores que por cinco o diez pesetas subían a las zonas más escarpadas para venderlas. No sabemos si quizá adornaron algunas de ellas con huesos de otros individuos", advierte el arqueólogo. El Doctor Chil llegó a hablar de que había momias con bebés en los brazos y de mujeres con trenzas, todo ello hay que ponerlo "en cuarentena", con los conocimientos que ahora se tienen.

Las pieles también tienen su miga. Gracias al estudio de las momias se ha echado abajo otro mito, el de la abundancia de cabras frente a la escasez de cerdos. Resulta que no, el cochino era muy frecuente en Gran Canaria y su piel, al igual que la de los otros animales, se reutilizaba. "Hemos encontrado ojales en las momias, por lo que deducimos que las pieles tenían más de un uso", afirma Velasco. Se curtían y se conservaban para los ritos funerarios, quizá los amortajadores guardaban una reserva para su tarea.

Otro asunto que queda descartado, como se ha dicho, es la extracción de vísceras, por mucho que lo digan las crónicas, quizá influenciadas por Herodoto. Lo demuestra una de las momias de Guayadeque, que tiene restos de pulmones que se pueden apreciar a simple vista. Además, la intención no era el embalsamamiento, es decir, no empleaban la técnica del mirlado, aunque haya cadáveres que aún conserven parte de la piel.

En cuanto a las diferencias entre individuos. "Se puede pensar que cuantas más capas de pieles, más estatus social", afirma el científico, antes de sorprender a los presentes con dos afirmaciones que dejaron a más de uno con el runrún en la cabeza. Por un lado, los dos cuerpos que aparecieron boca abajo en una necrópolis de Maspalomas, sobre todo una mujer que lleva un tratamiento funerario especial.

Y por otro, los niños... Exceptuando casos aislados y la necrópolis de Telde, no hay tumbas infantiles, al menos no tantas como se esperaría, dado el volumen de menores fallecidos que se sabe que había. No se sabe dónde están... No eran considerados miembros de la comunidad hasta haber crecido. "Hay sociedades en las que ni se les pone nombre hasta que cumplen un año, no es como hoy, que los tratamos con suma delicadeza y cariño", adelanta Velasco, que cree que esa actitud responde, quizá, a la intención de vacunarse emocionalmente contra el hecho de que los bebés tenían muchas probabilidades de no llegar a ser adultos.

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