La Provincia - Diario de Las Palmas

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La Casa del Niño (1944-1991) Historia y vida de un hogar abandonado

Exalumnos entre Franco y Olarte

Recuerdos de gratitud para maestros y Hermanas de la Caridad

Lorenzo Olarte (centro), acompañado por los antiguos alumnos Francisco del Rosario (2i.), Antonio Martín Santana (3i.), Gonzalo Santana (2d.), Francisco Herrera (1d.) y Miguel Ambrosio Medina (abajo). LP/ DLP

A principios de 1991 se produjo la muerte a los 72 años de la religiosa María Fernández Quero, sin duda la Hija de la Caridad que más huella ha dejado en los que la trataron, y se acordó entre los compañeros que asistieron a su entierro convocar una reunión de antiguos alumnos para intentar crear una Asociación que velara por la continuidad del centro dadas las alarmantes noticias que llegaban.

En efecto, el 23 de marzo del mencionado 1991 se reunieron en el restaurante de la Casa del Marino cerca de 150 antiguos alumnos, algunos sin verse después de más de 40 años. El reencuentro fue muy emotivo ya que a la hora de saludarse y darse abrazos, para muchos, para la inmensa mayoría, era como si de pronto estuviesen mirándose en un espejo que retrocedía en el tiempo con imágenes vividas treinta, treinta y cinco, cuarenta y 47 años antes y, lo que son las cosas, aun así había que preguntarse "qué nombrete tenías", porque, en efecto, todos teníamos un sobrenombre, un nombrete, que solía poner un tal Paco González, de Tamaraceite, que poseía un don especial para estos bautizos.

Paco González asistió a la reunión de Antiguos Alumnos, emperchado, sonriente, con la cara de listo de siempre, y fumando como un carretero, afición esta que sin duda aceleró su repentina muerte, mientras compraba en El Corte Inglés, tres días después de la reunión.

Se constituyó la Asociación de Antiguos Alumnos integrada por los compañeros Miguel Ambrosio Medina Castellano, Andrés Armas Suárez, Antonio Martín Santana, y los ya fallecidos Gonzalo Santana Betancor, Francisco del Rosario Jiménez y Javier Herrera Santana.

La primera actuación de la Asociación fue visitar al Presidente del Gobierno canario que finalizaba su mandato precisamente aquel año 1991, Lorenzo Olarte. Tuvo la gentileza visitar la Casa del Niño, acompañado de la directiva de la Asociación se interés por la problemática del centro, conoció todas las instalaciones y quedó visiblemente preocupado. Por desgracia no se pudo hacer nada, ya que Olarte no continuó en la Presidencia en la siguiente legislatura.

Preocupante futuro. La situación en que se encontraba la Casa del Niño desde el punto de vista del futuro de sus actuales instalaciones era muy preocupante ya en 1991. Los parámetros por los que se regían los expertos de la dirección general de servicios sociales, no coincidían, sino todo lo contrario, con el proyecto y experiencia vividos por la inmensa mayoría de aquellos miles de niños que a pesar de los duros reveses que tuvieron que superar, encontraron en aquellas paredes un hogar, una confraternización, una formación académica que les posibilitó introducirse con las mínimas garantías en la sociedad.

La solución que tristemente se dio fue trasladar a los 80 internos que todavía quedaban a un centro de Tafira, donde poco después se procedió a la definitiva bajada del telón dando paso a la historia, en este caso a una penosa e inconcebible, en la que todo ha desaparecido, ha sido saqueado, ultrajado y en términos sangrantes, robado, todo ello sin que los organismo públicos responsables hayan hecho nada por impedirlo. Qué situación más caótica la que ofrece el estado actual de nuestra querida Casa del Niño.

Inolvidables religiosas. Que se sepa hoy solo viven dos Hijas de la Caridad que nosotros conocimos, sor Eudosia, con 95 años en el hospital Gómez Ulla de Madrid y sor Herminia, con 85, aquí en la residencia que esta congregación tiene en el Lomo Apolinario. El resto ha fallecido.

Todos recuerdan sus nombres, y les rinden admiración y afecto por lo bien que nos trataron. Micaela González Quesada, la Superiora durante muchos años, Amparo Déniz, natural de Cardones, cien por cien canariona, María Fernández Quero, el cerebro, la inteligencia personificada, la administradora, la que creaba cada año los célebres Belenes Vivientes de la Casa del Niño visitados por muchos ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria. Ella fue con su agudo talento la que consiguió conservar el centro como el día de su apertura, manteniéndolo siempre en perfecto estado, y lo que es más significativo, imprimiendo a los niños un decidido interés por "el día de mañana", a la postre, el reconocimiento más impagado e imborrable por los miles de niños a los que 'sor María' orientó y educó.

Se recuerda cómo no, a la simpática e inconfundible vasca Fabiana Bengoechea, a Concepción, Obdulia, Rosario Medina, Casilda, Concepción Rodríguez y muchas más. Todas dieron lo mejor de sus vidas por los niños, su juventud, carencias, sufrimientos. Para ellas, eterna gratitud.

Los maestros. El colegio contaba con varios profesores, entonces llamados maestros de escuela. De ellos destacan Salvador Peña Rivero y Félix Pascua Muñoz que impartían clase "a los mayores". D. Salvador, natural de Teror y que según cuentan alumnos de la zona todavía vive con 90 años, era sin duda el más preparado en términos académicos. Fue el que nos enseño a jugar al ajedrez, deporte en el que por cierto llegó a participar en los célebres torneos provinciales de la época como jugador de primera categoría. A 'don Félix' se le recuerda como el maestro ideal, vocacional, impecablemente vestido, pulcro, educado, yendo siempre más allá del límite de sus obligaciones incentivando a sus alumnos con obsequios de su peculio particular infundiéndoles el amor por los animales, por la naturaleza. Murió a los 72 años hace ahora 23 y fue visita durante la enfermedad que precedió su fallecimiento por varios exalumnos, entre ellos el médico dentista Gilberto Pérez Curbelo, que lo admiraba. Otros maestros de aquellos años fueron Anselmo Saavedra Rivero, Martín Merino Sainz, Juan Estupiñán, César Voltes Cabrera, y Antonio Navarro.

Campamentos de verano. Uno de los momentos más apetecidos por los niños eran los campamentos de verano que el Frente de Juventudes organizaba cada año, como los de Agaete, Tamadaba, y en especial el de Santa María Cristina de Guía, lugar paradisiaco aquel 1949; con la banda de música del pueblo Piedra Molino interpretando "Francisco Alegre", el campamento que se disfrutó en Valsequillo, creo recordar en 1951 entre almendreros? En los campamentos se comía muy bien y todo resultaba agradable; niñez, compañeros, ilusiones.

La guardia mora y Eva Perón. Francisco Franco visito la Casa del Niño el 28 de octubre de 1950, y su visita, como no podía ser de otra manera en aquel tiempo, constituyó un gran acontecimiento. Dos días antes, es decir, cuando Franco llego a nuestra capital, los niños fuimos a recibirle vestidos de flechas a la Base Naval, desde donde le acompañamos vitoreándole (¡Franco, Franco!) hasta el Gobierno Militar en el Parque de San Telmo, en medio de un sol que rajaba las piedras, y quienes allí estaban con 13 años.

En el Colegio, la guardia mora que le protegía no se andaba con chiquitas a la hora de "echarnos para atrás". La rigidez era tal que incluso inspeccionaron los sacos de gofio que había en la despensa. Como anécdota nunca se olvidará que los hermanos Gonzalo (que formó parte de la Asociación de Antiguos Alumnos y que murió pocos años más tarde) y Oscar Santana Betancor, hijos del famoso luchador Florido, se negaron en redondo a asistir a los desfiles y demás pleitesías organizados en honor del visitante ya que su padre fue vilmente asesinado en la tristemente celebre cima de Jinámar.

Eva Perón vino a Gran canaria en 1947 y se la fue a vitorear por la calle de Triana y muelle del Parque de San Telmo, con banderitas argentinas, ¡Franco, Perón!, era el grito mientras ella no dejaba de sonreír. Eva Perón nos pareció una mujer encantadora, risueña, guapa.

Espíritu nacional y rezo continuo. A nadie debe sorprenderlas estructuras educativas que existían en los años de la posguerra y siguientes, casi hasta el año 1975, en todo el territorio español, pero con qué crudeza e intensidad en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Fue tal la magnitud de aquellos postulados, que 65 años mas tarde, al mirar hacia atrás, pienso que todo ha sido un sueño, ya que de aquello, no queda nada, absolutamente nada.

Ni las proclamas ideológicas del Espíritu Nacional Falangista que, día a día, trataban de inculcarnos, ni los desfiles ataviados con camisas azules y boinas rojas que hacíamos, ni las canciones de evidente calado italo-alemán que nos enseñaban, ni los incesantes rezos que de manera brutal y obligada, llevábamos a cabo al levantarnos y al costarnos, en la interminable misa diaria de una hora, antes y después de cada comida, antes y después de clase, los primeros viernes y sábados, las procesiones, los ejercicios espirituales. Si, de todo esto no queda nada, absolutamente nada. Felizmente, permanece la amistad entre los que allí convivimos.

Alumnos destacados. El acceso a estudios superiores para los niños de aquella época era casi imposible. Sin embargo, 'sor María', con el talento que tenía supo encauzar a algunos de los más aplicados a los que consiguió, no sin grandes esfuerzos, que cursaran estudios en las Escuelas de Comercio y de Industria, Escuela Luján Pérez, Instituto Bachiller de la calle Canalejas y los ya referidos 40 alumnos de la Escuela de Capacitación Agrícola del Cabildo.

De ahí salieron catedráticos, licenciados en Bellas Artes en la Escuela de San Fernando, excelentes escultores, Manuel Bethencourt y Emilio Suárez; un profesor de Bellas Artes y de pintura en institutos, Antonio Martín, peritos industriales y mercantiles, y años mas tarde, médicos, abogados, empresarios en distintas ramas, policías, directores y altos cargos de hoteles, periodistas, empleados de banca, militares de distinta graduación, sindicalistas, políticos y un amplio abanico de profesionales. Todos ellos, los de la primera generación y los de las que se sucedieron, teniendo como base la preparación inicial adquirida en el colegio.

Deseo y esperanza. Mi padre 'Medin', los años que pasó en la guerra, sus inacabadas secuelas, mi abuela Carmita Díaz, la miseria que desbordaba todo lo inimaginable en toda España y de manera caótica en Canarias, la inaudita e inverosímil estructura educativa que se nos impuso, todo fue consecuencia de la terrible sinrazón que padecimos por la inconcebible guerra civil que marcó cuatro décadas, por lo que, la Casa del Niño resultó a la postre una bendición, un oasis, un privilegio, si comparamos "sus comodidades" con la pobreza e indigencia que invadía pueblos y barrios capitalinos en tiempos tan complicados.

Ojalá que estos recuerdos, esta experiencia, sirvan para que el hoy defenestrado, olvidado y ultrajado edificio en el que hace ahora 71 años se levantó la Casa del Niño pueda moverse con toda urgencia por los vericuetos administrativos del Gobierno Canario y tal como solicitan las Federaciones Vecinales, sea devuelto a tantos niños necesitados de nuestra tierra canaria.

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