La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aquí la Tierra El entorno y la percepción

Imágenes públicas

Las vallas publicitarias y los rótulos de los establecimientos comerciales constituyen un componente fundamental del paisaje urbano que en ciudades como Las Palmas apenas ha sido analizado

Rótulo de la carnicería Santana Perera, en la calle Pío XII. MARIANO DE SANTA ANA

Las vallas, los carteles y demás soportes espaciales de la publicidad y los rótulos de los establecimientos comerciales constituyen un componente fundamental del paisaje urbano. Pero no en todas las ciudades estas imágenes públicas reciben atención de los estudiosos, como parte relevante del entorno. En el caso de Las Palmas, urbe que, sin embargo, se promociona como imagen en los mercados turísticos mundiales, estos elementos que la constituyen apenas han sido objeto de análisis.

Hay rótulos que son vestigios arqueológicos del pasado reciente de Las Palmas. Así, ese letrero escrito con caracteres cirílicos en el Bazar Sevilla de la calle Albareda, en la proximidad del Mercado del Puerto. Ya muy despintadas, las letras rojas sobre fondo amarillo evocan un tiempo, los años sesenta y setenta, en el que los marineros soviéticos recorrían en estado febril ésta y otras calles del Puerto en busca de pantalones vaqueros, electrodomésticos y otras codiciadas mercancías occidentales. Otro estrato importante lo conforman los rótulos de los bazares hindúes, hoy también en retirada, como el de Maya -calle Galicia-, con su idiosincrático tridente del dios Shiva, instrumento de castigo para los malvados, incluidos aquellos que no muestran respeto por el trabajo de sus empleados.

Los arquitectos modernos, autores de algunos de los mejores edificios de esta ciudad, también emplearon tipografías con esmerados diseños, concordantes con los espacios a los que aportaban su dimensión comunicante. Así, en el desaparecido letrero del lateral derecho de la fachada principal de la Casa Ford -calle Presidente Alvear-, construida por Miguel Martín-Fernández de la Torre, o el de la Clínica Cajal -calle Senador Castillo Olivares-, otro de los edificios modernos emblemáticos de esta ciudad. En este último caso, que afortunadamente está intacto, su artífice, el propio arquitecto Richard F. Oppel, usó uno de sus muros medianeros como soporte para el rótulo que anuncia el establecimiento sanitario. Es obvio que sin la elegancia con la que se refuerzan palabras y formas en este letrero, este edificio sería menos interesante.

Con otros edificios modernos de Las Palmas ocurre, u ocurría, que la publicidad colocada en ellos después de su construcción estuvo mucho tiempo asociada a su imagen, y de algún modo los convertía en iconos pop. Así con otra de las mejores construcciones de esta ciudad, el Edificio Wagon-Lits Cook -calle León y Castillo-, de José Sánchez Murcia, que para varias generaciones es indisociable de la publicidad de la hermosa cajetilla de cigarrillos Kruger que la coronaba, o el Edificio Staib -calle Eduardo Benot-, primera construcción plenamente racionalista del citado Miguel Martín, cuya estampa muchos recordarán rematada por el logotipo con forma de concha marina de la petrolera Shell, que, controversias sobre combustibles fósiles aparte, es realmente hermosa.

Lamentablemente, en Las Palmas no quedó ninguno de los toros de Osborne indultados cuando se ordenó retirar la publicidad al borde las autopistas y autovías españolas -quizá el último que sobrevive en Gran Canaria sea el que se encuentra en el pago teldense de Las Majadillas-. Pero hay otras imágenes comerciales investidas de condición monumental, como el águila de la sombrerería homónima de la calle Triana, restaurado hace unos años por el Cabildo y reinaugurado con la actuación de la banda municipal de música. Sin ser monumentales, otros objetos publicitarios se diseñan y se colocan como si fueran monumentos. Así, ese rótulo con forma de medalla que flota sobre la acera en la calle Pío XII con la leyenda "Santana Perera, maestros carniceros, desde 1961" y que retrata a un señor sonriente, presumiblemente el fundador de este establecimiento ya cerrado, ataviado con ropa de faena.

La imagen comercial más antigua refulge con el halo del tiempo en los azulejos de Mari-Ana, el vino de Sanlúcar de Barrameda elaborado por Florido y compañía, que recubren la pared de un edificio de la calle Viera y Clavijo. Sin ese letrero desvencijado de ron, el barrio de La Matula, asociado a la cultura del tabaco, tampoco transmitiría las mismas connotaciones antropológicas. Igualmente, sin esa señal que anuncia que Andrés Junior Peluqueros puede localizarse en la red a través del buscador Google, la mediana de la carretera de acceso a Lomo Blanco sería lo mismo.

Por lo demás esta ciudad perdería poesía si desaparecieran algunas de sus imágenes comerciales, como el gran caballito de mar -valga la contradicción in terminis-, resto de la imagen corporativa de una empresa en una casa tradicional de Guanarteme, en la calle California. La perdería también sin la pareja que baila bajo una palmera, él con sombrero canotier, ella con los pechos desnudos y tacones, en el rótulo del Restaurante Las Canteras- Skandinavisk Centrum, en el paseo de la misma playa. Y, por descontado, la perdería sin ese luminoso que tanto le gusta a Javier Durán, director del Club Prensa LA PROVINCIA, del repartidor de periódicos callejero que hace el gesto de entregar ejemplares de LA PROVINCIA y Diario de Las Palmas sobre los viandantes que recorren la noche de la calle León y Castillo.

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