"La sociedad y la Iglesia están necesitadas de amor y misericordia". Son palabras del Papa Francisco que recordó en su pastoral el obispo de la Diócesis de Canarias, Francisco Cases Andreu, que ayer ejerció de 'anfitrión' en la Apertura del Año Jubilar de la Misericordia. Como acto simbólico, que se convocaba en muchos templos católicos, se abrían las puertas de la Catedral capitalina con gran asistencia de sus fieles.

El prelado argentino anunció en marzo pasado el llamado año santo de la Misericordia. "Sed misericordiosos como el Padre", decía. Luego, en abril, afirmaba: "Ofrecer a todos, a todos, el camino del perdón y la reconciliación", ya que considera que "la experiencia del perdón en nuestra cultura se desvanece".

El obispo de la Diócesis de Canarias asegura que "es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre". Cases Andreu hizo una serie de reflexiones sobre el perdón, la salvación y la actitud a seguir por parte de los creyentes. También tiene su opinión sobre aquellos que apartan a Dios de sus vidas.

"Una de las afirmaciones más claras y más repetidas del Papa Francisco toca el 'yo perdono, pero no olvido'. Dios no se cansa de perdonar, y cuando perdona, olvida". Se trata de un mensaje conciliador que quiso dejar el obispo Cases, que cree que no olvidar "nos hace mal".

También está convencido, y así se puede leer en su pastoral en la página web de la Diócesis, de que hay que descartar la sensación de "no tengo remedio", ya que, según él, "en el corazón de Dios, todos tenemos remedio".

Sin embargo, a pesar de este mensaje positivo, el religioso reivindicó que hay que volver a hablar del pecado. "Nos cuesta aceptar que yo soy pecador porque soy responsable del mal que he hecho surgir o he permitido que surja en esos cuatro metros en los que se desenvuelve mi vida. Necesitamos retomar el tema del pecado en la catequesis y en la homilía, en la charla formativa y en la conversación de ayuda personal".

Y en la lógica de sus creencias, considera que "el pecado es prescindir de Dios, olvidar a Dios, eliminar a Dios de la vida".

Para el alicantino, "hay que aceptar la condición pecadora" y eso porque hacerlo permitirá "ser salvado". Y para ello recomienda "obediencia" y "escuchar la voluntad de Dios". Seguir esa recomendación "transforma nuestro corazón rebelde en corazón dócil", asegura el obispo.