No falla. Es sacar a Baltasar a la calle y la gente enloquece. Ayer, como todos los años, el Mago negro volvió a pasearse por las calles de la capital grancanaria como el rey más querido de la Cabalgata. El entusiasmo de grandes y chicos se dispara cuando aparece Baltasar y una no sabe si son los padres los que contagian a los chicos, o al revés, pero el griterío que se forma a su paso es siempre ensordecedor. Cientos de chiquillos, más desinquietos que nunca ante la inminente llegada de los regalos sorpresa, esperaron pacientemente, es un decir, a que Baltasar y su comitiva de vírgenes María - y no es broma- cerrara el cortejo. La fiesta se acababa de repente, tras el paso de Baltasar, con la aparición de las cuadrillas de limpieza.

"Baltasar, no te olvides de pasar por Las Majadillas", le gritaba un padre empapado por la lluvia en la calle Albareda, mientras el mago cogía la chupa que le acababa de entregar un enano.

Sus Majestades vinieron este año cargados de lluvia, que empapó la primera hora y llenó de paraguas y chubasqueros el paisaje de la comitiva. Las nubes eligieron precisamente el principio del desfile para descargar sobre la ciudad, en esta bendita tierra en la que casi nunca llueve. El primer zarpazo de agua cayó sobre las cuatro y media. Las 16 carrozas ya estaban prácticamente colocadas y el jefe de la Policía Local, Javier Henríquez, tranquilizaba a los miembros de la organización y afirmaba que iba a haber cabalgata, mientras miraba de reojo a las nubes. El segundo cayó sobre las cinco, justo en el momento en que arrancó la comitiva, con las centurias romanas y los miembros de los séquitos de Sus Majestades empapados y con cara de circunstancias y las carrozas disparando sin tino confetis al personal, mientras se mezclaban las diferentes músicas que salían por los altavoces de cada una de las 16 carrozas que formaron el desfile.

La mezcla de los papelitos con el agua, formaba una masa pastosa que se pegaba al pelo y a la ropa y no había forma de quitarla de encima. Pero a la gente le daba igual todo, la lluvia, las rachas de viento que se levantaban por momentos, los pies empapados por los charqueros. Fueron a pasar una tarde divertida y lo consiguieron, porque el cortejo discurrió sin incidentes dignos de reseñar, salvo algún que otro chispazo en un cable eléctrico provocado por la lluvia, sin mayores consecuencias. "Chacho, que me estoy mojando", exclamaba un padre, luchando con el paraguas en un brazo, mientras mantenía a su pequeño con el otro. Al lado, su mujer se tapaba la cabeza con un plástico.

-Se está levantando viento, lo que faltaba ahora, le decía su vecino.

- Lo que faltaba

-No, hombre, eso es bueno, porque se lleva el agua. Y, efectivamente, fuera o no por el viento, al final la lluvia se marchó, aunque dejó las calles Juan Rejón y Albareda inundadas de agua. Una nutrida representación de turistas, repartidos por toda la cabalgata, asistían alucinados al espectáculo de los tres reyes barbudos paseando a lomos de sus camellos. Quizá fue la lluvia la que provocó los primeros problemas con el camello de Baltasar. El animal se negó a salir de la zona del patio donde esperaban los Reyes antes del comienzo del desfile, y costó convencerle de que comenzara a caminar. "No lo dejaba montarse, porque estaba incómodo. Estaba todo el rato moviéndose de un lado para otro, y no quería que se montara Baltasar, pero al final se calmó y salió ", informaba Ingrid, vestida de Virgen María. Al final fue otro camello, el de Gaspar, según informó la policía local, el que provocó un parón de la Cabalgata de casi media hora, cuando la cabeza estaba llegando a la altura de los túneles de Julio Luengo. "Parece que hay un problemilla con un camello", informó un guardia. Al principio, se corrió la voz de que era el animal de Baltasar, pero finalmente fuentes del Gobierno local aclararon que el causante del tapón, en esta ocasión, fue el camello de Gaspar, que seguramente se puso nervioso con la escandalera que formaban a su paso los enanos y sus señores padres.

Sheila, una de las pajes de Gaspar no paraba de recoger las cartas que le entregaban los niños. "Esta mañana recogí en el muelle ciento y pico cartas y dos chupas y en la cabalgata no he parado", explicaba, mientras seguía recogiendo misivas. Alberto, un precioso niño de tres años, le dio su chupa a Gaspar, mientras sus padres le alababan el gesto. El enano le dio la chupa convencido, pero la cara de desconsuelo que se le quedó cuando el Mago se marchó con ella, era un poema. Demasiado tarde.

En la cabalgata hubo espacio también para los premios. La carroza La Calabaza de la Cenicienta, de Tirma, se alzó con el primer premio. El segundo premio fue Hiperdino, con Una estrella guía a los Reyes Magos, y el tercero, lo ganó El Corte Inglés, con Aladino. Poco antes de las ocho y media llegó la cabeza de la cabalgata a San Telmo y sobre las nueve finalizaron Sus Majestades el recorrido. Los más pequeños se retiraron a sus casas a dormir o a intentarlo. Y los mayores aprovecharon para hacer las últimas compras y disfrutar de la Noche de Reyes.

VÍDEO DE LA CARROZA GANADORA: