Amigo Poli, hoy con lágrimas te escribo a toda prisa estas líneas por ser lo que eras todos los días conmigo y con todos los que se acercaban a ti.

De verdad que ayer fue para mí un día de gran sorpresa al recibir la noticia de tu ida a casa del Padre, creyendo yo que, debido a los años, a mí me tocaría ir antes. De corazón te doy un gracias de parte mía y de tanta gente que te quería por tu sencillez, por tu corazón grande, por ayudarnos a soñar con una Iglesia cercana y oliendo siempre a misión. Te doy un gracias muy grande en nombre de tantos compañeros a quienes supiste dar todos los días fuerzas y esperanza para caminar rumbo a la patria. Sí, porque yo te conocía bien, puedo decir en alto que tenías un corazón siempre para los que llegábamos a tu presencia, sí, que sabías tener un carisma grande para todos, cosa que nos falta todavía a muchos sacerdotes. Amigo Poli, gracias por tener un gran corazón sin arritmias de envidias y de celos. De verdad que ese gran corazón te ha jugado el viaje de ida a casa del Padre, a la eternidad para estar con Dios para siempre. Sí, te has marchado a casa del Padre sin hacer ruido. Gracias por tu cercanía y por ese don que tenías como pastor, teniendo siempre unos minutos para el que te necesitaba, especialmente con los más pobres, incluyendo a compañeros a veces algo despistados en sus compromisos. Gran amigo y hermano Policarpo, hombre sabio en teología y profesor de muchos hoy sacerdotes, gracias por llevar dentro de tu vida el carisma de los focolares, de la gran obra de María a donde me llevaste y donde siempre contigo bebía el Evangelio con limpieza. ¿Te acuerdas cuando nos reuníamos Santiago Pérez Mesa, tú y yo, y decíamos que Dios nos estaba esperando para llevarnos para la gloria el día menos pensado? Sí, esta vez te ha tocado a ti con sorpresa, cuando recuerdo que todavía tenías pendiente conmigo un almuerzo para hablar de muchas cosas, de nuestros hermanos, de cómo amar más a nuestro obispo y a nuestra Iglesia...

Gracias, gran hermano Poli, porque tú me empujaste a ir a la misión algunos años en Brasil, gracias porque teníamos el dinerillo juntos y de ahí íbamos sacando para nuestras necesidades y para los pobres, gracias por algún tirón de orejas cuando veías que yo me despistaba del Evangelio... Cómo voy a olvidarte aquella vez que vine del Brasil algo tocado y me miraste de arriba abajo y me dijiste: "Sigue adelante y vete con aquella gente, lo tuyo caminará bien con unas pastillas de los médicos. Vete de nuevo que en el Amazonas te necesitan más que por aquí". De verdad, amigo Poli, hoy me despido dándote gracias porque para mí eras una farmacia espiritual llena de amor, de humor y de esperanza, como deberían ser hoy todos los curas que trabajan en nuestra Diócesis. Con todos los compañeros que te conocíamos de cerca te doy las gracias por tu ciencia de saber ser el gran cura humano, teniendo contigo la psicología de saber acoger, reír con tu gran cuerpo y de animar con entusiasmo.

Amigo Poli, desde estas líneas te doy gracias en nombre de todos. Echa una mano ahora desde el cielo para arreglar muchas cosas que cojean en nuestra Iglesia: falta de cercanía a los pobres y una falta de gente soñadora con el Evangelio en la vida.

Buen amigo teólogo y humanista, te pido a ti que sabías tener corazón que ruegues desde la casa del Padre para que sepamos todos afrontar esos síncopes que a veces llegan, esas arritmias espirituales que nos recuerdan que estamos de paso en la Tierra... Pídele a Dios para que todos llevemos unos buenos marcapasos y unos stents divinos con unos desfibriladores automáticos y que nos pongamos todos algo que ayude a vencer arritmias ventriculares malignas, sabiendo tratarlas mediante choques eléctricos divinos que son más eficaces que los humanos. Amigo Poli, desde el Cielo reza mucho por nosotros y no olvides que te marchaste con un almuerzo pendiente donde íbamos a hablar de Dios y de nuestra querida Iglesia... Gracias por tu servicio a la Iglesia canaria como Vicario del obispo Echarren a quien ayudaste mucho a caminar empujado por tu sabiduría como doctor y hombre con mucho sentido práctico.