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La difícil tarea de decir adiós

Un grupo de 51 marinos parte del Arsenal hacia Yibuti para participar en una operación contra la piratería

Uno de los miembros de la Armada se hace una foto junto a allegados antes de partir hacia Yibuti. QUIQUE CURBELO

Nayra Santana lo reconoce: "Te llegas a acostumbrar de las despedidas hasta cierto punto". Ese hábito del que habla esta mujer es el de despedir a sus seres queridos cada cierto tiempo. Es lo que ocurre con los marineros, que se echan a la mar durante meses sin poder ver a los suyos. Y entre ellos están los 51 marinos de la Armada Española, que en la mañana de ayer pusieron rumbo al país africano de Yibuti para adherirse a la operación de la Unión Europea Atalanta, con la que se trata de luchar contra la piratería en el océano Índico.

La tristeza de tener lejos a un ser querido lo mitiga hoy en día Internet. Así lo reconocen Vanessa Cancela, que desde la Base Naval de la capital grancanaria decía hasta luego a cuatro seres queridos que iban dentro del buque de acción marítima. "Todos los días hablamos", reconoce Vanessa, quien en la despedida está acompañada por Ibón, Sofía, Damián y Cristina, que se seca las lágrimas mientras ve desaparecer el barco por la bahía. "Es triste, pero sabemos que van a estar dentro de poco de vuelta".

Ese dentro de poco al que se refiere Vanessa es, en espacio temporal, cinco meses. El mismo tiempo que para Diana Hurtado supone una dura tarea. Esta marino se queda esta ocasión en tierra para cuidar de su hija, que nació hace cuatro meses. Con los ojos llorosos y su bebé Bryanna en brazos, dice adiós a su marido, Juan Martínez, acompañado por sus suegros Soledad Pérez y Juan Martínez. Este último reconoce que lo pasa mal. "Es la tercera vez que me despido de mi hijo y uno nunca se llega a amañar", afirma.

Todos los familiares coinciden en que, aunque la despedida es dura, "es lo que hay, es el trabajo que han elegido", apunta Hurtado. "Ellos saben lo que hay cuando ingresan en la Armada", comenta Cancela. "Él ya está acostumbrado, lleva muchos años en la marina", cuenta Nayra Santana junto a su hija Carla, de un año. Y resignados ven cómo el barco parte hacia Rota, donde tras una escala logística continuará hacia Yibuti, país en el que 4 de febrero comenzarán la misión. Tendrán que pasar cinco meses hasta el próximo 5 de junio para que se repitan los lloros, aunque en esa ocasión serán de felicidad por el reencuentro.

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