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La ballena acróbata de La Isleta

Un ejemplar de yubarta sorprende a Matías Hernández y Sergio Acevedo cuando navegaban junto al puerto de La Luz

Como suele hacer con frecuencia prácticamente semanal, Matías Hernández López salió el pasado domingo a navegar en su velero Cantamañana. Esta vez, se adentró en el litoral capitalino acompañado por su amigo Sergio Acevedo sin saber que esa mañana "maravillosa" ambos iban a ser testigos de uno de los prodigios de la naturaleza por el que muchos serían capaces de ir hasta la Patagonia. Al final del dique Reina Sofía, frente a ellos, un ejemplar de yubarta o ballena jorobada jugaba despreocupada, dejando una "espectacular estela en el agua" tras sus enormes saltos.

Eran en torno a las 12.00 horas del mediodía cuando ambos navegantes se percataron de que muy cerca, en un pequeño barco, un pescador se afanaba en hacer fotos con un teléfono móvil. No iban a tardar mucho en descubrir a qué se debía la sesión fotográfica. "Nos dijo que había una ballena y poco después la vimos con nuestros propios ojos", relata con entusiasmo.

Hernández y Acevedo decidieron acercarse al enorme cetáceo, poco a poco, y siempre manteniendo una distancia prudencial. "La seguimos durante unos 400 metros, mientras fue subiendo en paralelo hacia La Isleta". No estuvieron solos durante el trayecto ya que, según cuenta, a la escena se unieron varios barcos e incluso una zódiac que sí se aproximó algo más al animal.

Espectáculo

Unos 45 minutos estuvieron observando el comportamiento de la Yubarta que, "cada cinco minutos, más o menos, saltaba cayendo de espaldas". No solo disfrutaron de las cabriolas. "El sonido que provocaba la caída y la estela que dejaba en el agua era algo espectacular", rememora 48 horas después. Eso sí, Hernández no tiene reparo en reconocer que "algo de miedo" sí le daba todo aquello. "Cuando la perdíamos de vista temía que estuviese debajo de nosotros y esa sensación era sobrecogedora".

Aún así, ellos también inmortalizaron el momento con vídeo y fotografías que aglutinaron rato después en torno al móvil a los niños de Optimist del Real Club Náutico, donde también está varado el Cantamañana. La web de la centenaria entidad también recogió la aventura y, poco después, Miplayadelascanteras.com se hacía eco de ella. "No esperaba que esto tuviera tanta repercusión", asegura. Aunque reconoce que no es para menos.

En los 15 años que lleva navegando, Matías Hernández López asegura que jamás había sido testigo de algo similar. "Una vez, por la zona de Mogán, vi a una soltando el agua, como a unos 20 metros de donde yo estaba, pero enseguida se fue nadando. Pero algo como lo que vi el domingo, nunca lo había visto". En esto último también coincidieron los navegantes más experimentados del Náutico.

Y es que ver uno de estos ejemplares no es fácil, según explica el presidente de la Sociedad para los Estudios de los Cetáceos del Archipiélago Canario (Secac), Vidal Martín. La yubarta (Megaptera novaeangliae), también conocida como ballena jorobada, tiene presencia en todas las partes del mundo. El de La Isleta se trataría de uno de los ejemplares de la costa nororiental atlántica. "Se reproducen en Cabo Verde y después se dirigen hacia países como Islandia, y en esa ruta es cuando pasan por Canarias".

Estos mamíferos acuáticos pasan el invierno en la zona de reproducción donde gestan o dan a luz sus crías y sobreviven gracias a la grasa acumulada. Es en verano, durante su estancia en zonas polares, es cuando se alimentan de plancton, krill y peces pequeños. Para ello, "expelen burbujas que crean una especie de redes en las que quedan atrapados los peces", comenta Martín. Otras de sus curiosidades son las acrobacias que realizan, así como llaman la atención sus aletas pectorales, que pueden medir cuatro metros y que "les permiten mayor capacidad de maniobra, aunque son animales lentos".

A pesar de su envergadura (los adultos miden entre 12 y 16 metros de largo y pesan unas 36 toneladas), suelen pasar desapercibidas para los investigadores porque cuando hacen unas de sus paradas tienden a acercarse a la costa. "Y nosotros salimos más mar adentro", apostilla quien nunca ha visto un ejemplar. No obstante, el Secac tiene recogidos en sus archivos dos avistamientos relatados por particulares. Esto, según Vidal Martín, se debe a dos motivos. El primero, es que cada vez más personas salen a navegar y lo hacen acompañadas por cámaras y móviles. El segundo y más importante es que esta especie de cetáceo, que desapareció hace unos años en un 90% por la caza, se está recuperando..

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