¿Desde cuándo lleva usted luchando para recuperar los restos de su padre?
Desde que era niño y lo fusilaron.
¿Qué recuerdos tiene de aquella época?
Recuerdo cuando lo metieron preso y lo fusilaron. También de cuando mataron a mi hermano el más pequeño, cuando tenía apenas unos meses de edad.
¿Cómo fue eso?
Mi padre había huido para que no lo cogieran; lo buscaban porque tenía un cargo en el Ayuntamiento. Entraron en mi casa buscando a mi padre y mientras registraban la casa mataron al bebé, estampándolo contra la pared. Y luego nos metieron presos a nosotros; bueno, a mí me metieron en la que llamaban la Casa del Niño, un centro falangista en el que tenían a los hijos de los asesinados, hasta que cumplí los 18.
¿Y cómo cogieron finalmente a su padre?
Porque lo engañaron y se presentó él mismo en casa. A él lo había acogido un amigo en Casa Ayala, pero hubo un chivatazo. A otro que estaba con él también lo mataron, pero lo mataron por el camino.
Y usted iba a ver a su padre al campo de concentración de La Isleta el tiempo que estuvo preso, antes de que lo fusilaran.
Sí, iba con mi madre. Allí, preso, lo pusieron de ayudante de un teniente o algo así. Y hacía trabajos forzados. Recuerdo, de cuando yo lo visitaba, que había tres vallas y teníamos que hablar con él desde la distancia.
¿Qué significaría para usted recuperar los huesos de su padre?
Me gustaría mucho. Yo era un chiquillo cuando lo mataron, y estuve enfermo más de tres o cuatro meses. Todavía hoy se me revuelve el estómago cuando lo pienso. Mi padre era muy buena persona, muy generoso con todo el mundo. Mi madre se quedó prácticamente ciega de tanto llorar y de tanto sufrimiento. Mi padre era el que trabajaba, y al final tuvimos que salir a la calle a mendigar. Tengo 90 años y quiero sacar sus huesos y darles sepultura digna, que se haga justicia con un hombre bueno que defendía la democracia y la libertad y los derechos de la clase trabajadora canaria.
También sería importante para usted tener una tumba en concreto en la que visitar a su padre, ¿no?
Así podría llevarle al menos un ramo de flores. Es lo único que se puede hacer ahora. Por lo menos sentiría que se ha hecho lo justo. Son muchos años los que han pasado y no me olvido. Yo no me he muerto por eso, porque estoy esperando para poder enterrar los huesos de mi padre.
¿Qué pegas han puesto los distintos gobiernos que han pasado por el Ayuntamiento?
No hacen caso. Cardona, por ejemplo, se negó en redondo; decía que era revanchismo, e incluso amenazó con despedir a mi hijo, que entonces trabajaba en el Ayuntamiento. El concejal Sergio Millares está haciendo una investigación; hay buena predisposición, pero de momento no se ha plasmado el acuerdo. Los anteriores ayuntamientos directamente ni nos respondían. Mi petición es de justicia, quiero que esta fosa donde hay cientos de republicanos enterrados junto a mi padre se abra, se identifiquen sus restos con pruebas de ADN y se entreguen a nuestras familias para enterrarlos como se merecen, como héroes de la lucha de los pueblos de la tierra. Es de justicia y si no lo hacen serán cómplices de los asesinos fascistas.
¿Y de su época en la Casa del Niño qué recuerda?
En aquella época incluso conocí a Franco. Nos llevaban a hacer caminatas a la Península, y en un encuentro nos dio la mano a todos.
¿Se ha puesto en contacto con alguien del cementerio?
El sepulturero llegó a decirme que, después de la última capa de asesinados, no se echó a nadie más encima. Lo cual, si fuera así, facilitaría la exhumación, porque los huesos de los republicanos están arriba.
