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Paco Florido cierra el sobre

El cartero, que ha repartido el correo durante 35 años en el barrio de Schamann, se jubila tras más de cuatro décadas dedicado al oficio

A Paco Florido Ramos le conoce todo el mundo en Schamann. En el parque de Don Benito, junto a la estatua del conocido novelista, levanta la mano en numerosas ocasiones para saludar, al mismo tiempo que repite la misma pregunta: "Mira, ¿leíste la carta?". La respuesta afirmativa que le llega en todos los casos le hace sonreír. Quiere asegurarse de que el escrito que ha ido entregando poco a poco ha sido bien recibido por sus destinatarios. Y es que despedirse de todas las familias del barrio que se ha pateado durante más de tres décadas cargado de correspondencia, lleva su tiempo. "Me jubilo el mismo día que empecé, y de eso hace ya 42 años", explica. En aquel entonces, tal y como rememora, se estrenó en la mayoría de edad y en el oficio al que ha dedicado toda su vida, el de cartero. La suya es una historia bastante singular.

"Lo mío viene en la sangre", cuenta divertido. Enseguida, Florido Ramos se traslada a su niñez, esa en la que, junto a sus hermanos Juan Carlos y Miguel, acompañaba a su tío José Ramos en el reparto del correo. "Le conocían como Pepe el cartero y trabajaba en las factorías de pescado de Guanarteme, donde había unos perros enormes que me daban muchísimo miedo". Los recuerdos de aquella época le vuelven a dibujar la sonrisa en la cara. Estos fueron sus primeros pinitos en el que más adelante sería también su trabajo, pero antes tuvo que pasar algún tiempo.

En un principio, Paco Florido se decantó por estudiar un FP de Maestría Industrial como instalador y montador en electricidad. "Pero poco después me llegó la oportunidad de empezar en Correos y no me lo pensé". Era el 20 de abril de 1974, el día de su 18 cumpleaños, cuando comenzó su andadura en la empresa pública de servicio postal y paquetería. "En aquel entonces había bastante trabajo porque mucha gente se iba de la compañía porque se cobraba poco, pero yo no era padre de familia, así que para mí era más que suficiente". Su primer sueldo fue de 4.800 pesetas de la época al mes.

Vegueta fue el barrio en el que comenzó a repartir la correspondencia en el servicio de urgencias. Más tarde llegó el turno de la zona de Canalejas, donde permaneció hasta su marcha a la mili. "A mi vuelta me destinaron 14 meses a Playa del Inglés y ya después me mandaron a San Antonio, El Polvorín y Schamann, donde me quedé con la llegada de los distritos postales", apunta. En todas estas zonas el cartero retirado trabajó sin horario fijo hasta 1983, cuando se estipuló la franja laboral de 7.30 a 15.00 horas. En cualquier caso, lo suyo nunca fue mirar el reloj.

"Jamás he tenido prisa en pararme si alguien me preguntaba por algo o en charlar con los vecinos", señala con una pizca de orgullo en la voz, "porque siempre he disfrutado con mi trabajo". Eso no ha pasado desapercibido entre los destinatarios de las cartas. "Este es el mejor cartero del mundo", repiten en varias ocasiones aquellos que se cruzan con Florido Ramos en el parque de Don Benito. Y es que su manera de trabajar es muy especial.

A pesar de que atrás quedó el año 75 en el que, al cambiar la numeración de las calles, los carteros tenían que cantar los nombres de los destinatarios de los primeros sobres de Hacienda para asegurarse de que a todo el mundo le llegaban, él ha seguido con parte de esta tradición ya antigua. Para explicarlo, tira del cordón azul que le cuelga del cuello y agarra el silbato que aparece del bolsillo del uniforme, ese que en sus inicios fue gris y azul. "Antes no había buzones y cuando lo hacíamos sonar la gente salía a la calle porque sabía que llegaba el correo", arguye, "y eso yo lo he seguido haciendo".

Además de tener también su método personal de colocar las cartas, "siempre en el mismo lado y de la misma forma -cuando no las entrega en mano-", el casi sexagenario ha llevado la alegría por bandera, día a día, en su oficio. "Yo no quería que al abrir la puerta la gente se encontrase a un guardia civil serio", señala divertido.

Pero su sonrisa no es el único detalle que se han encontrado en Schamann. Cada Navidad a los residentes de la zona les ha llegado una postal "de temática cristiana" a sus buzones escrita y entregada por el propio profesional de Correos. Y no solo eso. A todos los niños que le hicieron entrega de la carta de los Reyes Magos, sus majestades de Oriente les contestaban. "Se me entiende, ¿verdad?, pregunta sin querer revelar en voz alta su secreto y evitar que se pierda la magia. Puede ser por todo ello que este cartero se ganase también el cariño de los chiquillos, muchos de los cuales le han estado acompañando en el reparto durante el periodo de vacaciones, tal y como hacía él con su tío. "Me contó la abuela de una de las chiquillas, de Eva, que se echó a llorar cuando se enteró que me jubilaba", relata con la misma ternura con la que habla del que ha sido su segundo hogar.

"Yo soy de Guanarteme", aclara, "pero aquí vengo a comprar, a misa y tengo el médico y el barbero". En este distrito también ha desarrollado otras de sus pasiones, impartiendo "actividades extraescolares de fútbol" en el CEIP Timplista José Antonio Ramos. "De ahí ha salido mucha cantera para el Unión San Lázaro". El club que preside y al que piensa dedicarse en cuerpo y alma ahora que va a tener más tiempo. "Hay que seguir luchando por los 120 niños de 4 a 18 años que juegan con toda su ilusión", asevera.

No ha terminado muy bien de hablar de sus planes de futuro cuando otro conocido se le acerca para corroborar su marcha. "Ahora estoy de vacaciones", le explica. La camisa amarilla y los pantalones azul marino que viste para la entrevista son los que han sembrado la duda entre los vecinos. Pero la realidad es que Paco Florido, el cartero, ya no volverá a trabajar. Es hora de cerrar el sobre.

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