Si usted va a ir al dentista no tema. Sentarse hoy en un sillón de una clínica dental es casi un instante de relax en comparación con las poltronas e instrumental de cirugía que utilizaban los profesionales de principios de siglo sin anestesia y analgésicos. Más parecidos a potros de tortura que utensilios para sanar. Es la sensación que muchos asistentes tuvieron ayer al observar la silla con escupidera de la familia Bellini en el Gabinete Literario, una saga familiar de cuatro generaciones ligadas a la odontología y a la calle mayor de Triana, que este año celebra su centenario.

La pieza está hoy en el Colegio de Odontólogos de Las Palmas, donada por la familia, al igual que otros objetos que se mostraron ayer en el Gabinete para celebrar este centenario, que comenzó con la llegada de Umberto Bellini Scalanova a Las Palmas de Gran Canaria en 1916 desde Italia, continuó su hijo Lorenzo Bellini Soncini y, posteriormente, sus nietos -Humberto y Lorenzo Bellini Domínguez- y sus biznietos -Renzo Bellini García, Humberto Bellini Pérez y Cástor Benítez-Inglott Bellini-.

Junto a la silla, los presentes a la fiesta, tuvieron también la ocasión de ver de cerca la laminadora con la que aplastaban los metales preciosos como los duros de plata, que luego servían de coronas, la vulcanizadora con las que hacían las prótesis de caucho y, algunas otras piezas, que mostraban lo mucho que ha cambiado la profesión en cien años para el beneficio del paciente y del especialista.

Pero si curioso resulta que cuatro generaciones de una misma familias se hayan dedicado al mismo oficio, más lo es aún cuando esta saga familiar ha mantenido la consulta en el mismo edificio durante un siglo. En este caso, en el número 88 de Triana, protagonista indiscutible también de esta historia que, es también, de la ciudad.

Y en ese mismo número de la calle Mayor comenzó ayer esta velada, en el que las dos últimas generaciones quisieron homenajear a los pioneros y, también, a los maestros odontólogos.

El ex alcalde de la ciudad y Diputado del Común, Jerónimo Saavedra, y amigo de la familia, fue el encargado de descubrir una placa en la misma fachada con la siguiente leyenda: A los cien años de entusiasta dedicación de la familia Bellini a la odontología, ante el grupo de invitados, entre los que había también pacientes de toda la vida.

En aquel inmueble, que a principios de siglo XX correspondía con el número 106, se instaló Umberto Bellini Scalanova a los 25 años, de profesión mecánico dentista. Trescientas pesetas (1,8 euros) pagó Umberto a Andrés Rivero, que en nombre de su hermana, propietaria de la vivienda, hacia de arrendatario. La mitad en calidad de garantía por desperfectos y, la otra mitad, como anticipo del alquiler. En el contrato, que también formó parte de la muestra con la que se ambientó el Salón Dorado del Gabinete Literario junto a fotos de las cuatro generaciones y de los cambios que ha experimentado la clínica, se constataba que la casa tenía "completa la instalación y lámpara eléctrica".

La profesora de Historia de Género de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Pilar Domínguez Prados, prima de la familia, fue la encargada de contar a los presentes algunos detalles de la vida de Umberto Bellini Scalanova, que fue cónsul de Italia y un gran aficionado a la ópera. También de su hijo Lorenzo, un innovador en su profesión y una persona solidaria ya que estuvo como odontólogo en la Cruz Roja desde 1941 hasta los años 60 del siglo XX.

La consejera de Igualdad del Cabildo insular, María Jesús Nebot, que también acudió al acto, felicitó a la familia por cuidar durante cuatro generaciones de la salud bucodental de muchos canarios desde su consulta en Triana.

Una historia, que como inició el vídeo-resumen que mostraron a los asistentes, echó a andar en una calle Mayor llena de comercios y por donde pasaban los tranvías. Imágenes grabadas por el propio Umberto para promocionar la Isla en Italia y que son ya legado de la familia a la ciudad.