Davinia García Díaz busca a su hermano mayor que fue entregado en adopción sin el consentimiento de sus padres biológicos que, por no poder hacerse cargo de él, lo llevaron a la casa cuna de Telde cuando contaba con apenas dos meses de vida. "Cuando iban a visitar al niño las monjas ponían excusas para no dejarles verlo", asevera con la denuncia en la mano que puso su progenitor a la institución, en la que se recoge que al bebé se lo dieron a una familia de Lanzarote.

Según aparece en el escrito, su hermano fue registrado tras su nacimiento, el 18 de septiembre de 1981, como Juan Carlos Pérez Fernández, y llevado un mes y medio después a la entidad dirigida por religiosas. Fue un año después cuando comenzaron los problemas para la pareja que ya contaba con vástagos de relaciones anteriores, si bien no estaban bajo su cuidado. "Ellos le visitaban normalmente pero empezaron a decirles que no podían pasar porque no iban en un horario adecuado o porque el niño estaba enfermo".

Los motivos se fueron acumulando hasta que la superiora les comunicó que habían llevado al bebé junto al resto de los menores de la casa cuna a un centro similar de la isla conejera. Una funcionaria de la Junta de Provincial de Protección de Menores, ubicada en la calle Juan de Quesada en aquel entonces, les dijo que los niños iban a casa de familias para cambiar de aires, "asegurándoles que estaría de vuelta en septiembre". Pero esto nunca sucedió.

En el texto redactado por su padre para acudir a la vía judicial antes la desaparición del bebé, la pareja relata que al acudir de nuevo a pedir explicaciones a la misma asistente social, ésta les informó de que se lo habían entregado a un matrimonio de Guatiza, porque "ella tenía autorización para hacerlo". A lo que les añadió que "el niño se lo agradecería porque se iba a criar con una familia con fortuna". Esta denuncia, junto con algunas cartas que más tarde enviaron sus padres biológicos, son las únicas pistas con las que cuenta Davinia sobre su hermano, que ahora tiene casi 35 años.

Esta experiencia hizo que sus padres biológicos, al encontrarse en la misma situación económica de precariedad, la entregaran también a ella en acogida cuando contaba con un par de meses de vida, pero esta vez a una amiga. "Mi madre adoptiva se lo propuso para evitar que sucediera lo mismo conmigo", apostilla la joven que acaba de cumplir 32 años y apura sus últimos días como estudiante de Grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos. "Conozco a mis otros tres hermanos, solo me falta él , que es el único de sangre por parte de padre y madre, y quiero encontrarlo porque creo que tiene derecho a saber sobre sus orígenes".