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Entrevista

Perdomo: "Llevamos a rajatabla lo de que barco amarrado no gana fletes"

"El negocio lo inició mi padre con una caseta en el muelle pesquero, donde trabajaban tres personas", afirma el presidente de la consignataria Andrés Perdomo S.L.

Perdomo: "Llevamos a rajatabla lo de que barco amarrado no gana fletes"

¿Qué recuerdos guarda de aquella empresa que fundó su padre y que hoy dirige usted?

Comencé muy pequeño en esto, aunque primero fue mi hermano. Siempre estuve muy vinculado al Puerto; estudiaba y luego trabajaba en la consignataria de mi padre en lo que podía. Mi padre tenía entonces una caseta de madera en el muelle de Santa Catalina, incluso podíamos decir que vivía en el Puerto porque teníamos la casa en la calle Padre Cueto, a unos pasos del muelle de Sanapú. Todo era estudiar, estudiar y trabajar.

¿El negocio comenzó en una caseta de madera?

Sí, sí. Una caseta que era un dos por tres, como la imagen que usted ha visto al subir la escalera. Allí trabajaban tres personas, más yo que iba de vez en cuando.

Y desde allí gestionaban todo.

Sí, dese cuenta que todos los centros oficiales estaban allí, cerca, excepto la Autoridad Portuaria. Nuestra actividad principal eran los buques pesqueros; ahora, dado las dificultades que tiene la Pesca y los pocos barcos que hay, pues nos hemos abierto a todo tipo de tráfico. Aunque en otros tiempos tuvimos barcos petroleros y suministrábamos gasoil en alta mar a los pesqueros para alargar la estancia de los barcos.

¿Con su padre?

No, no, ya con mi hermano.

¿Cómo fue ese traspaso de la empresa? ¿Por obligación o pasión por la actividad?

Yo no conocía otra cosa que el muelle, y esa pasión que ponía mi padre en su trabajo me la traspasó. En mi casa estaba todo el día Radio Costera y mi padre iba con la radio a todas parte para estar pendiente de los barcos que venían. Mi padre oía la llegada del barco por Radio Costera antes que ésta llamara al consignatario. Cuando lo hacía, nosotros ya teníamos algunos servicios hechos para agilizar los trámites de los barcos. He mamado esta vida, por así decirlo, incluso salgo a pasear los sábados y domingos al muelle (ríe).

¿Qué filosofía mantiene la empresa de aquella época y qué ha tenido que dejar atrás por los nuevos tiempos?

La informática ha sido fundamental a pesar de los cambios continuos de los softwares. Antes había que ir a todos los organismos físicamente, despachar el barco en Capitanía, sacar el atraque; todo. Salvo la entrega de documentación, que se sigue entregando en mano, todo lo demás ha cambiado. Eso ha hecho que se prescinda de personal. Ahora tenemos la ventaja de la informática, de la ventanilla única por así decirlo, aunque los software cambian, no coinciden, y estamos cada cuatro o cinco meses actualizándolos.

Me habla de los cambios en el trabajo, pero me refería a los principios que le legó su padre

Él siempre me dijo que había que estar en el muelle antes de que llegara el barco y estar para despedirlo, fuera la hora que fuera e independientemente del tipo de barco. También, que aunque el barco sea del armador hay que defenderlo como si fuera tuyo, buscar los mejores costes, las mejores operaciones. Esa filosofía la seguimos manteniendo.

¿Cómo ha cambiado el Puerto en estos años de trabajo?

Mucho. Lamentablemente hemos perdido muchos buques pesqueros por falta de licencias. Antes, había que ir al muelle antes de las cinco de la mañana para coger sitio para aparcar y hacer el servicio a pie de muelle porque, si ibas tarde, tenías que estacionar fuera. El muelle Pesquero era entonces como hoy la calle Triana o Mesa y López.

La caída de la Pesca les obligó a diversificar la empresa ¿no?; fue bastante avispado

Bueno... hubo que comenzar a visitar a clientes fuera, en otros países, y a internacionalizarnos un poco. Antes eran solo barcos pesqueros y ahora estamos abiertos a otros buques. El sector pesquero es muy fluctuante porque depende de factores externos como las licencias de terceros países; etcétera. Al ser muy rigurosos en el exterior con esas cuestiones hemos tenido que abrirnos a una consignación más integral. Antiguamente era el barco, descargar y punto; ahora tenemos que trabajar con suministros, con el bukering, con otras cosas y el despacho de aduanas como siempre.

¿Fue muy complicado pasar de asistir a los pesqueros a otro tipo de barco?

Sí, sí, muy complicado. Atendemos a todo tipo de buques salvo los cruceros. Los barcos alemanes científicos, por ejemplo, tienen una manera de trabajar muy distinta a un pesquero o al resto; lo mismo ocurre con los noruegos. Son muy puntuales, aunque la puntualidad no ha sido una problema para nosotros por nuestro historial. Tanto es así que el premio que me dan hoy a mí lo recibió antes mi hermano y mi padre. Es un premio a la vida profesional y casi se queda chico por la cantidad de gente a la que hay que agradecérselo. Comenzando por los empleados, que han sido siempre parte de nuestra familia. Todos hemos estado a una. Hoy siguen mis hijos. Lo bueno es que tenemos costumbres viejas aplicadas a los tiempos modernos. Nos decían que llegaba un pesquero a las doce de la noche y nosotros estábamos allí a las once aunque llegará luego a las tres de la mañana. Los empleados se lo tomaban bien, como una cosa normal. Hoy, con los métodos modernos de navegación, te dice que está a las nueves y ahí está. Y nosotros a las ocho. Siempre una hora antes por si hay algún contratiempo.

¿Estará muy orgulloso de recibir este premio tras su hermano y su padre?

Sí. Lo recibió con mucha emoción y con mucho agradecimiento. Se lo hago extensivo a todos, desde la asociación de consignatarios, a la propia Fundación del Puerto, a la Autoridad Portuaria, los portuarios, a mis empleados, a todos. Siempre nos hemos llevado bien a pesar de nuestras diferencias y si se ha discutido se ha hecho siempre con el ánimo de sumar y no de restar. Lo más doloroso que yo he vivido en el Puerto ha sido la pérdida de un empleado mientras trabajaba, Domingo, y la de Belén María, que lo vi porque estaba al lado del coche que la atropelló. Eso fue dolorosísimo para mí.

¿Qué destacaría de la consignataria frente a la competencia?

El buen talante del personal, porque las exigencias son para todas igual, y el querer solucionarlo todo lo antes posible. Esa frase de que barco amarrado no gana fletes lo llevamos a rajatabla y, si puede estar una hora menos, lo hacemos.

¿Cuántos empleados tienen?

Doce entre trabajadores directos e indirectos. Anteriormente llegamos a tener hasta 43 porque teníamos una veintena de pesqueros, más los portuarios fijos que trabajaban para la empresa. Llegamos a ser unos 200.

Destacan de usted que ha sido muy emprendedor y que fue el que trajo a La Luz a la armadora Interburgo ¿es así?

Sí. Con toda la modestia del mundo creo que sí; creo que hay que emprender cosas nuevas a diario. En aquel momento nos costó que se quedara porque se tenían que decidir entre Tenerife y Las Palmas, y conseguimos que, para las grandes descargas, el mercante lo hiciera aquí y que fuera a Tenerife a sus reparaciones cotidianas. Hubo que rogar mucho, negociar durante tiempo, salvar obstáculos e incluso ofertar precios para que volviera a Las Palmas porque se marchó a Tenerife. Fue duro porque había que negociar no solo aquí, sino también en Corea. Pero el barco movía cada vez que venía más de 3 millones de euros.

También se empeñó en traer a las flotas libias, marroquíes y senegaleses a La Luz

Sí, sí, también se consiguió.

¿Era mejor que viniesen aquí que el que se desarrollasen los puertos africanos?

Sí. Los costes, indudablemente, son allí más económicos, pero no hay el mismo seguimiento legal del pescado, ni las mismas garantías jurídicas que aquí. A veces, esa rebaja, no compensa porque pueden estar varios meses sin poder salir del puerto. Aunque hay que decir que están empezando a ser competencia.

¿Cuáles son las razones por las que los barcos pesqueros han abandonado La Luz?

Principalmente, por costos y por obligación de licencia. Al firmar con estos países se les obliga a descargar al menos el 25% de sus capturas. A nuestro favor tenemos que La Luz es un referente en cuanto a seguridad, tanto en la mercancía como en el barco.

¿Añora los tiempos en que los pesqueros copaban el Puerto?

Sí, era un espectáculo ver el muelle lleno de taxis recogiendo a los marineros que llegaban tras meses en alta mar, descargar miles de cajas de pescado de 13 buques a diario; era un movimiento continúo. Se dejaba mucho dinero en la ciudad.

Usted es la segunda generación que lleva la empresa ¿contento de que sus hijos vayan a continuar con el negocio?

Sí, sí, muy contento. La empresa fue creada en 1935 y ver que con los tiempos que corren nos seguimos manteniendo y con expectativas de continuar es muy satisfactorio. Tengo un hijo abogado y otro ingeniero de sonido que están volcados aquí con mucho cariño y dedicación a pesar de tener otras profesiones. Han sido inculcados desde pequeños en esto; primero por el abuelo y luego por mí. Prácticamente llevan ya el peso de la empresa y no temo dejarla en sus manos.

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