Los vecinos del Samoa asisten expectantes desde hace varias semanas al trasiego de albañiles y otros operarios en el interior del restaurante, que está siendo sometido a una amplia reforma, quizá una de las más profundas en sus más de 60 años de existencia, tras echar el cierre por orden del Ayuntamiento de la capital grancanaria. Los dueños del local prefieren mantener silencio en torno a la orden de cierre de la actividad que se produjo el pasado 22 de julio, aunque su desacuerdo con la decisión municipal es patente.
Agentes de la Policía Local precintaron el histórico restaurante el pasado 1 de agosto, tras la conclusión de un expediente que inició el departamento de Actividades Clasificadas del consistorio, a raíz de la denuncia de un vecino, que se quejaba de los humos de la cocina de la casa de comidas. Fuentes municipales indicaron que la inspección que se realizó a raíz de la denuncia detectó que la "actividad que se desarrollaba no estaba ajustada a la licencia de apertura que se obtuvo en su momento", causa principal de la orden de cierre.
También detectaron los técnicos "numerosos incumplimientos de las normativas de aplicación, entre ellas, varias de protección contra incendios". Desde el Ayuntamiento aclararon que el precinto se dictó porque "no se atendió la orden de paralización voluntaria". El Ayuntamiento concedió el pasado 6 de febrero la licencia de obras de reforma del local y "a día de hoy no consta que se haya presentado declaración responsable que habilite la actividad".
La rehabilitación del edificio de dos plantas está corrigiendo todas las deficiencias detectadas, porque los hijos del fundador del restaurante pretende abrir en un plazo de dos meses.
Inaugurado en 1957, el Samoa se ha convertido en un restaurante de referencia de la capital grancanaria. Lo fundó Manuel Padrón, que falleció con 96 años en 2012. Antes de montar el restaurante, Padrón sacó adelante en el mismo lugar una tradicional tienda de aceite vinagre en 1941 y con los años se transformó en una casa de comidas sin mayores pretensiones, a donde acudían a almorzar los obreros del cercano Mercado Central.
Hoy, muchos trabajadores de la zona, que acudían al restaurante cada día a almorzar, echan de menos el variado menú que le servían en la barra, en la primera planta. Tras la muerte de Manuel Padrón, el local siguió adelante bajo la dirección de sus hijos.
El Samoa se ganó su fama por su platos de pescado y su cordon bleu, pero sobre todo, por sus deliciosos churros de pescado y su ensaladilla. El prestigio del local comenzó a crecer, sobre todo a partir de los años 70 del siglo pasado, tanto por la calidad de los platos que ofrecía, como por la atención que recibían los clientes por parte del personal.
Cenar en el Samoa se convirtió en una costumbre para muchos aficionados a la Unión Deportiva, quienes, tras ver jugar al equipo amarillo en el viejo Estadio Insular, se daban un salto hasta el local de la calle Valencia para probar sus delicias. El desaparecido Manuel Padrón aseguraba en una entrevista concedida a este periódico, años antes de morir, que su restaurante "siempre fue un negocio familar".
"Cuando un cliente hablaba de un plato raro como el cordon bleu, se lo explicaba a mi mujer y ella lo sacaba. Así, poco a poco, fuimos haciendo más cosas y ampliando la carta", recordaba Padrón en 2008. Sus hijos esperan volver a continuar con su estela dentro de unos meses.
