La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aquí la Tierra La pregunta por el espacio

Lugar cartográfico

Un bajorrelieve en las escalinatas de la calle Juan Saraza Ortiz mezcla mapas de las siete islas con representaciones paisajísticas de sus monumentos naturales emblemáticos

El reportero camina desorientado por el barrio de Miller Bajo hasta que se topa con el mapa. Iba en busca de otro asunto del que escribir y que ha olvidado porque esta representación cartográfica le ha dejado obnubilado: Un mural en bajorrelieve en la calle Juan Saraza Ortiz, que reproduce las siete Islas principales del Archipiélago -no aparece La Graciosa, que sólo en años recientes perdió oficialmente su rango de islote para adquirir el de isla-, acompañadas cada una por una imagen de mayor tamaño de uno de sus monumentos naturales emblemáticos.

Con esta deliciosa ingenuidad, el artífice de esta obra, que cubre el muro de unas escalinatas de esta parte de Las Palmas, combina dos modos de representación distintos pero que comparten muchos aspectos en cuanto que iconos del territorio: el arte del paisaje y la cartografía.

En el paramento que atraviesa estas escalinatas, precedido por un jardín con especies autóctonas, se extienden, de derecha a izquierda, alineadas de una forma que aproxima su longitud y su latitud, Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, El Hierro y La Palma. En este orden, exactamente, con La Palma que le usurpa a El Hierro su condición de isla más occidental del Archipiélago. Entre los siete mapas, y con un tratamiento estético idéntico, bajorrelieve en piedra volcánica, se entremezclan con dimensiones mayores otros tantos accidentes naturales que un paseante que desconozca la forma del Archipiélago puede confundir con registros cartográficos. En tal caso deduciría que Canarias está formada por catorce islas.

Envueltos en un luminoso cielo azul de azulejos cerámicos fragmentados, y bajo nubes blancas del mismo material, se entreveran entre las Islas el Teide, reconocible por su cúspide nevada, el Dedo de Dios -que, a falta de fechado nos indica que el mural fue realizado antes de que aquel infausto temporal derribara el esplendoroso roque-, y otros accidentes que sólo por su vecindad con cada isla invitan a creer que se tratan de la Caldera de Taburiente, la montaña de Tindaya, el Garajonay, el pico de Malpaso y la Peña del Chache.

En el ecuador de la ciudad, donde Las Palmas aún mantiene su forma compacta para dispersarse no mucho más allá, este candoroso bajorrelieve pone a bailar los signos entre el mapa y el arte del paisaje que hunde sus raíces en el viejo arte de la pintura: aquel es abstracto, tiene una apariencia objetiva y puede representar extensiones de territorio no abarcables por la mirada humana, tal que Tenerife o Gran Canaria. Este se impregna de la subjetividad de quien lo representa y refiere el aspecto de porciones del territorio que se pueden captar con un solo golpe de vista, como el Teide o el Dedo de Dios -cuando aún estaba disponible para el ojo-. Pero en este bajorrelieve los mapas están cargados de emoción subjetiva -algo frecuente en las pinturas que incluyen mapas en su asunto- y los paisajes, como se ha dicho, parecen cartografías.

Por lo demás, este mapa paisaje de la escalinatas de la calle Juan Saraza Ortiz invita a cavilar sobre cómo la contundente realidad geográfica de la condición insular ha desplazado del imaginario colectivo de los habitantes de Las Palmas, la digresión sobre la condición urbana. En el arte, en la literatura, en la música popular y hasta en expresiones como este mural de Miller Bajo, la realidad espacial de la isla se impone abrumadoramente a la ensoñación con la ciudad.

Entretanto el mapa se confunde con el territorio urbano que se imbrica con todo tipo de signos, desde la publicidad y la señalética de tráfico hasta los datos transmitidos por las tecnologías radioeléctricas, de modo que cada vez es más difícil saber con certeza si somos habitantes de una ciudad o si vivimos dentro de un mapa que se ha mezclado inexorablemente con sus edificios, sus calles, sus carreteras, sus parques y sus plazas. El espacio y su representación convertidos en la misma cosa, como resume de manera emblemática este mural que hace de límite topográfico en estas escalinatas. Contemplarlo con atención desde los peldaños es un buen ejercicio para reflexionar si pueden tener realidad material algo como lo que el artista Robert Smithson, en uno de sus prodigiosos textos, llamaba lugares cartográficos y paisajes planimétricos.

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