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Cauces de encuentro

Distintos colectivos caminan por el Barranquillo de Don Zoilo y el 'Parque de las Cucas' y reivindican los valores paisajísticos y públicos de este corredor peatonal, intervenido en 1961 por Rubió i Tudurí

Cauces de encuentro

Día cualquiera de la semana pasada. Media tarde. Una cincuentena de ciudadanos se ha congregado en el Parque Barranquillo Viera en respuesta a la llamada por las redes digitales de distintos colectivos. Barranquillo Viera. Es probable que ni el mismo alcalde sea capaz de poner en el mapa de Las Palmas este lugar. Si se lo refiriese en cambio por el topónimo popular, "Parque de las Cucas", no sólo el primer edil sino más ciudadanos lo ubicarán en su mente. Con todo, para la mayoría de la población éste es un paisaje incógnito, uno de esos "paisajes invisibles", de los que habla Joan Nogué en uno de sus libros. Uno de esos paisajes que, "sin duda, son objeto de una construcción social y que, por lo mismo, para unos sí son visibles, porque no olvidemos que la invisibilidad no es independiente de la mirada". Por cierto, el geógrafo director del Observatorio del Paisaje de Cataluña, visitó hace unos días el "Parque de las Cucas" y quedó fascinado con él.

Hay ciudadanos a los que les ha costado llegar a la cita porque el Parque Barranquillo Viera no aparece en Google Earth. Es un espacio en blanco en los mapas satelitales de Las Palmas. Además, entre varios de los que lo conocen, como para la mayoría de los ciudadanos que saben de su existencia, éste es un lugar con mala reputación, ideal para delincuentes de pelaje variado, con laderas despobladas tras una desafortunada tala municipal y olor fétido en algunos tramos. Y ello por no hablar del nombre popular, "Parque de las Cucas" -como en los demás parques no habitasen las cucarachas-, que hace más disuasoria aún su visita. Así y todo aquí está esta cincuentena de personas, residentes o de paso, nativas y foráneas, que ha acudido a la llamada del Área de Paisaje del Centro Unesco Gran Canaria, la Asamblea de Guanarteme, la Asociación Atlas de Gran Canaria, Arquypiélago, Ben Magec, Café d'Espacio, Conoce La Isleta, El Ateneo Ciudad Galdós, el Instituto20grados, Las Palmas en bici, miBarrio, Mi Playa de Las Canteras, el Taller de Arquitectura y Planeamiento y 20Sacos.

Para entender mejor el Parque Barranquillo Viera los paseantes se dirigen desde el punto de encuentro, la plaza junto al Paseo de Chil que constituye la cota más baja del parque, hacia el Barranquillo de Don Zoilo, casi paralelo a aquél. Unos pasos por Chil y el grupo se adentra en Don Zoilo, epítome de cómo Las Palmas se ha hecho contra sus barrancos -Guiniguada, la Ballena, Mata, el barranco sin nombre que acoge las instalaciones deportivas López Socas?-. De la identidad paisajística del Barranquillo de Don Zoilo no queda nada: es una carretera flanqueada por viviendas y muros, construidos en alturas disímiles. Bueno, no es exacto del todo que no quede nada: queda, es verdad, bajo Cuatro Cañones, un vestigio de alto valor geológico de la antigua Terraza de Las Palmas, indicador de que el mar llegaba a esta altura durante el Plioceno, y queda también la memoria de sus primeros pobladores.

Entre los paseantes viene un antiguo vecino del Barranquillo de Don Zoilo, cuyo abuelo paterno, como casi todos los habitantes iniciales de esta zona, provenía de Fuerteventura y, como el ancestro de este participante, de Lanzarote. La vivienda del abuelo del paseante, ante la que se detiene el grupo, fue en principio una cueva. Hoy es una casa de tres pisos.

Movido por la curiosidad, un residente se detiene junto a los caminantes y termina por contarles su historia: nació aquí mismo, en el Barranquillo de Don Zoilo y lo trajo al mundo su abuela, que era la partera del barrio. Ha visto y ha oído el agua correr por el barranco -hace tiempo que dejó de hacerlo- y ha presenciado también la lenta extinción de los palomares. En tiempos llegó a haber cincuenta. Hoy no quedan sino tres.

El grupo continúa su caminata y oye unos cánticos muy rítmicos acompasados por tambores. Atraído por ellos se mete bajo el puente de la calle Zaragoza, de donde proviene el sonido: seis nigerianos, ocultos en este lugar discreto, cantan, percuten sus instrumentos y bailan danzas tradicionales con una destreza que deja embelesado.

Tras atravesar la calle Zaragoza hasta la altura de Mariucha los paseantes descienden por esta vía hasta llegar a un parque que colinda con el Barranquillo Viera / Parque de las Cucas. Otro de los participantes en la caminata toma entonces la palabra y cuenta que este parque, sin nombre, arranque del Barranquillo Viera, fue hasta hace treinta y siete años una escombrera llena de basura. Limpiarlo, plantarlo, reivindicarlo como espacio público y advertir contra las tentativas de privatización, fue la primera acción del colectivo ecologista Azuaje, del que formó parte este hablante y algún paseante más. Aquello transcurrió en agosto de 1978 e involucró a más de un centenar de jóvenes de entre catorce y dieciocho años, apoyados por la asociación de vecinos y por el medioambientalista Jaime O'Shanahan, que usó sus contactos para facilitar las especies autóctonas que se plantaron. Hoy los dragos, las palmeras, las mimosas y demás vegetales, siguen allí, ya crecidos. Pero, como tal, el parque es un recinto que se puede contemplar pero en el que no se puede permanecer: durante estos treinta y siete años el Ayuntamiento nunca se ha preocupado de adecuar las laderas, ni de colocar bancos, ni de poner puntos de iluminación.

La caminata continúa por la escalera empinada, paralela pero desconectada de la plantación de Mariucha -otro problema nunca atendido por el consistorio- hasta el Parque de las Cucas. El componente reivindicativo del paseo se refuerza por el hecho de que los convocantes lo han asociado a la celebración del Paseo Jane, una jornada mundial de andares urbanos que conmemora el nacimiento de la activista norteamericana Jane Jacobs, autora del libro Vida y muerte de las grandes ciudades, y batalladora para construir la urbe desde el detalle y no sólo desde lo general. Es esta atención al detalle, precisamente lo que introduce a los caminantes en el recinto del que partió el paseo, el Parque Barranquillo Viera, pero desde su cota más alta, que a falta de alguna intervención de sutura que no debe ser ni cara ni compleja, está desconectado de su cuenca, el parque junto a la calle Mariucha, por la dura escalera y por la calle Capitán López Orduña.

No muchos saben que este parque con tan mala reputación es el resultado de una intervención en el barranquillo de Nicolau Maria Rubió i Tudurí, autor del parque más reputado de Las Palmas: el Parque Doramas. Ambos discurren casi paralelos, con el barranquillo de Don Zoilo en medio, y, de hecho, una vez que se lo conoce, es difícil explicar el Doramas sin referirse al Parque Barranquillo Viera, por cuanto que ambos constituyen los dos mejores ejes peatonales entre Ciudad Alta y la ciudad baja.

Rubió, introductor del jardín moderno en España, impulsor de la mejor jardinería realizada en los años veinte y treinta en Barcelona, y autor de libros como Actar -un ataque en toda regla contra Le Corbusier, que sin embargo dejó rendido de admiración a éste- concluyó su intervención en el Barranquillo Viera en 1961, según consta en el proyecto que está depositado en su archivo, en el Colegio de Arquitectos de Barcelona.

La intervención de Rubió fue arrasada en buena medida por una infausta actuación municipal realizada hace varios años. No obstante, como explica otro de los paseantes, experto en Historia Natural, quedan especies propias del ajardinamiento de la época como los laureles de indias, los dragos, los falsos pimenteros, los tarajales, las casuarinas y los turbitos. Pero el parque conserva además otros dos valores: uno, el ser uno de los pocos barrancos de la ciudad que, en este tramo, mantiene intacta su estructura geomorfológica. El otro, que es uno de los escasos, y no solo de los mejores, corredores peatonales que conectan Ciudad Alta con ciudad baja, en esta urbe, Las Palmas, que, bien o mal, se ha ocupado más de las conexiones longitudinales -de la Avenida Marítima al Paseo de Chil- que de las transversales.

Mientras bajan por las escaleras del trazado sinuoso, pintoresco, del Parque Barranquillo Viera, quienes lo visitan por primera vez quedan admirados de éste, pese a sus signos de abandono. Más tras la parada en la que el paseante experto en Historia Natural cuenta como este barranco se formó a principios del Cuaternario, con depósitos de aluviones de antiguos de barrancos preexistentes, cuando el Archipiélago tenía un clima tropical, con lluvias intensas durante todo el año, y Gran Canaria era una isla más elevada, en la que el agua torrencial bajaba con enorme potencia.

Las tórtolas, las abubillas y otros pájaros entremezclan sus cánticos con las palabras de los paseantes, hasta que estos llegan al punto de partida. La plaza del Parque Barranquillo Viera junto al Paseo de Chil se prolonga por una escalera que conecta Schamann con Fincas Unidas. Aquí, de momento concluye la visita, pero los convocantes se conjuran para seguir recorriendo estos cauces de encuentro. La batalla por la reivindicación del Barranquillo Viera no ha dado sino el primer paso. El siguiente no tardará.

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