La historia de Juan Socas Betancor es la historia de un chiquillo de La Isleta que heredó de su abuelo, el primer amarrador del Puerto de la Luz, Juan Socas Villalba, "el arte de amarrar", es decir, el arte de anudar el barco al muelle. Hoy es un empresario de éxito, tiene tres hijos, seis nietos se ha casado tres veces y se quita a los amigos a gorrazos. Por tener tiene hasta un grupo de música Los Que No Escarmientan cuyo nombre no es casual. Ese grupo le ha permitido poner en marcha las Noches de Boleros, acontecimiento musical que por San Juan y desde hace 10 años sube al escenario por su cuenta y riesgo a cantantes y amigos que desgranan boleros como el propio Juan que presume de hacer una segunda voz "afinadita". Vamos a ordenar la historia para que se entienda la vida y milagros de uno de las personas más populares del Puerto de la Luz. Decano del Puerto, es el que más años lleva en activo, 60, y el que conoce sus vericuetos como la palma de la mano.

Socas era un chiquillo de 13 años cuando sus padres fueron conscientes de que la despensa no daba para alimentar diez bocas, de manera que aligeraron la carga y a Juan como hermano mayor lo separaron de sus hermanos y lo enviaron a vivir con su abuelo, que lo puso a trabajar en lo que él conocía, el muelle. Ahí nace la historia de quien comenzó a ser conocido en el lugar como "Juanillo el amarrador", un hombrecito que echaba de menos a sus hermanos.

"Pero el hambre apretaba y mi madre cortó por lo sano. No le quedó más remedio pero, claro, con 13 años aquello lo recuerdo con tristeza porque se acabaron las risas y los juegos y de alguna manera esa decisión nos separó para siempre". Ya sabemos que Juan Socas comenzó como amarrador ganando un dinero que "se lo daba a mi abuelo, no creas".

Apenas fue al colegio a pesar de que se lo pedía insistentemente al abuelo pero eran otros tiempos y la economía daba para comer y poco más; pero desde que se lo pudo permitir se apuntó en una academia por la Iglesia de la Luz donde estudió lo que pudo. Se buscó la vida descargando maletas y sacos que llegaban a puerto, además de amarrar barcos. Con unos 20 años y una mejoría económica producto de trabajar sin tregua buscó hueco para ir más a la academia y de paso pagar los estudios de sus hermanos. Pero Juan no se ha quitado de encima una sensación de desamparo por parte de sus padres, tanto, que hoy con 73 años, tres hijos, seis nietos, tres bodas y una empresa familiar solvente no puede evitar decir tocándose en el pecho: "Tengo una cosita aquí, ya sabes". Su empresa, Sepcan, fue creada en 1998 y la gestionan sus dos hijos, Sergio y José Juan. En ella también trabajan hijos de sus amigos. Ha sido también presidente de la Coordinadora de Amarres y Desamarres del Puerto de la Luz, un cargo que le venía como anillo al dedo teniendo en cuenta sus orígenes. Respecto a su empresa, Juan no tiene dudas: "Mis hijos han sido los que le han puesto gasolina a Sepcan. Sin ellos no hubiéramos llegado ni a la esquina. Yo soy un hombre con formación callejera y ellos, los profesionales, los que saben de esas cosas".

Juan es transparente. "Mi vida no ha sido fácil, qué va. Me casé tres veces, la primera vez tenía 27 años pero ella enfermó de algo que hoy tiene cura y antes no y me quedé viudo con mis dos hijos muy pequeños. Quiere nombrar a su madre. "Teresa Álamo fue una mujer buena", recuerda. "¿Qué hice entonces? . Pues con la ayuda de mi suegra y estas manos los saqué adelante. Yo les hacía la comida, iba a los colegios, médicos, en fin, un padre y una madre, eso fui para mis niños. Y trabajando". Siendo como era un hombre joven ya con sus hijos crecidos comenzó a vivir la vida que le atraía; la vivió intensamente incluso hizo realidad un sueño que creía imposible. Tener una guitarra. Un día se encontró en la calle una cartera con lo que hoy serían 1.200 euros "¿y qué hice?, pues me compré una guitarra. Estaba loco por aprender a tocar, loco por la música, porque la vida ya me había castigado bastante. Me iba a los locales donde había músicos y con ellos aprendí muchas cosas".

Entonces conoció a una mujer con la que se casó, pero "hoy creo que más que una esposa lo que buscaba era una madre para mis hijos. No funcionó. Cuando nos separamos la hija que nació de ese matrimonio, Carla, quiso quedarse conmigo y así fue". Juan ha sido un hombre hábil para disfrutar de amigos, de la música y del trabajo. Ha sabido ser padre, empresario y amigo de sus amigos. Los ha tenido muy buenos, por ejemplo uno de ellos fue la primera persona que "creyó en mí". La empresa que luego compré y monté tenía varios novios pero el dueño me dijo que solo me la vendería a mí. ¿Con qué la iba a comprar si no tengo un duro?, le dije. Ese amigo me avaló para que me hiciera con ella. Yo le decía, ¿tú estás loco?. Y no. Sabía lo que hacía y yo cumplí". Pero la vida le tenía reservado un fin de fiesta. Con 50 años, conoció a Jean Santana la mujer que mejor lo ha entendido y con quien se casó en 2005 no sin antes encargarle al compositor Sindo Saavedra un bolero Amar después de los 50, que grabó el propio Juan y ha cantado mil veces. "Pues Juan, la vida pese a todo te ha tratado bien", le digo. "No, no, no, he sido muy feliz. Siempre he tenido cerca a los mejores; aprendí de ellos lo bueno y lo malo. Y el Puerto es un mundo complicado y duro, que me forjó".