Una pieza "extraordinaria" y "única". Así describieron ayer el arqueólogo subacuático Pepe Guillén y la restauradora de la empresa Tibicena Cristina Ojeda el cañón del siglo XVIII hallado el pasado sábado por dos buzos de la empresa de trabajos submarinos J. L. Samper cuando limpiaban el casco de un petrolero en la bahía de la capital grancanaria. Los profesionales aseguraron que el gran valor que tiene este artefacto, el primero del tipo carronada que se cataloga en las Islas, está en que tuvo una producción muy corta, entre los años 1778 y 1800, y que se conoce su procedencia -todas las unidades se construyeron en Escocia-. Estos datos pueden facilitar el trabajo para conocer qué barco lo portaba, que los técnicos incluso no descartan que aún permanezca en los fondos marinos de la ciudad.
Guillén, quien acudió junto a Ojeda y al historiador del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, Javier Velasco, a comprobar la pieza, afirmó que es "bastante interesante" porque "se fabricaron pocas". Estas unidades, de poco más de un metro de longitud y entre 300 y 500 kilos de peso, "eran muy efectivas, las manejaban pocas personas porque iban montadas en una cureña, que lo hacía móvil; y luego tiene un calibre grande, que hacía bastante daño". Cristina Ojeda detalló que es de "corto alcance, aproximadamente 800 metros".
Una de las características más destacadas es que sólo la empresa escocesa Carron Iron Foundry and Shipping Company, localizada en la ciudad de Falkirk, las fabricó con hierro colado. El arqueólogo subacuático apuntó que las armadas británicas y francesas utilizaron este artefacto, aunque también lo hicieron, en menor medida, embarcaciones españolas, cuyo ejército trató de construir un cañón similar sin éxito.
La importancia de este hallazgo está además en "el contexto". "El valor está en que nos va a llevar a ver el puerto de Las Palmas como un yacimiento subacuático con un potencial enorme y creo que deberíamos empezar a poner las miras en una mejor gestión" porque, donde apareció, "no se están haciendo estudios de impactos que estos grandes buques fondeados pueden provocar a los restos arqueológicos, porque si un ancla cae encima de un barco hundido acaba con él". Guillén llamó a hacer una carta arqueológica que permita posicionar los restos descubiertos para así gestionar los fondeos "para que no estén generando un daño a un patrimonio que ni conocemos".
Sobre la posibilidad de que puedan existir más piezas arqueológicas en la zona donde se encontró la carronada, entre el Muelle Deportivo y el dique Reina Sofía, "el hallazgo es un indicativo de que puede haber más". "El proceder ahora sería ir al sitio donde apareció y hacer una prospección arqueológica subacuática para comprobar si es un resto aislado o puede pertenecer a un barco hundido, que es lo más probable por donde está", explicó Guillén. Y es que, añadió, "en los puertos es donde existen más yacimientos; el de Las Palmas tiene una historia de cinco o seis siglos, eso es mucho tráfico naval, y si ahora se hunden barcos entonces sería mucho peor".
Problemas de conservación
Sobre el estado de conservación de la unidad hallada, Cristina Ojeda destacó que es "bastante bueno". Y estima que estuvo sujeto a alguna base por las marcas que tiene en su superficie. Aunque su descubrimiento ha generado asimismo un problema: "Estas piezas, al poco de sacarlas del agua, empiezan un proceso de deterioro durante los primeros días, se secan las costras que tiene por fuera, que es su protección". Por ello, a lo largo de la mañana de ayer, después de realizar un primer análisis, los especialistas decidieron que la mejor solución hasta que el Gobierno de Canarias, competente en materia de Patrimonio Arqueológico, decida qué hacer con el cañón, era devolverlo al agua en una zona acotada para así evitar perder cualquier tipo de información.
