Son días de celebración y fe, de manera que todos acuden con sus mejores galas y, cómo no, con la biblia en la que basan su vida. Por tercer año consecutivo, el Gran Canaria Arena es el espacio que los testigos de Jehová han elegido para celebrar la Asamblea Regional anual en la que ayer medio centenar de personas se unieron al movimiento religioso a través del bautismo, bajo la atentar mirada de los más de 6.000 asistentes al encuentro de todo el Archipiélago.

Dentro del estadio, el ambiente es muy distinto al de los días en los que el Granca se bate en duelos deportivos. La variedad de edades llama la atención nada más pisar las gradas en las que no son excesivamente demasiados los asientos vacíos. Y es que en un mismo recinto se han dado cita durante tres días 35 congregaciones de la provincia de Las Palmas y 27 de la de Tenerife para trabajar la espiritualidad a través del lema Seamos leales a Jehová. Tan concurrida es la reunión que finaliza hoy a las 16.00 horas, que la pantalla de forma cúbica donde normalmente aparecen imágenes y resultados relacionados con el mundo del baloncesto se ha convertido en el altavoz para hablar de salmos y citas bíblicas.

Jeremy Sousa es uno de los que sigue las distintas charlas. Hace poco que llegó de Alemania, donde permaneció durante dos semanas predicando ante los muros del campo de refugiados de la ciudad de Essen. "Fuimos a compartir nuestra esperanza con ellos", asegura el joven de 21 años que forma parte de los testigos de Jehová desde hace seis, cuando se bautizó tras investigar y verificar que todo lo que le ha habían enseñado desde niño sus padres, también miembros del movimiento, era "completamente verdad".

Esa misma certeza es la que Leydi Montenegro sintió también ayer cuando se sumergió en la piscina para recibir el bautismo y convertirse en una nueva testigo de Jehová después de cinco años de preparación. "Ellos llegaron a mí", cuenta, "porque mi suegra realizaba con ellos el estudio y mi esposo también, así que, poco a poco, fui interesándome hasta que decidí que yo también quería estudiarlo", explica acompañada de los formadores de su familia, Flor María Menoza y Efraín Díaz. A pesar de estar completamente empañada, la mujer de 30 años no puede ocultar la felicidad de un día en el que también su marido, Juan Carlos Meléndez, realizó la inmersión bautismal en el agua. "Siento mucha felicidad y este es un nuevo aniversario para que celebremos en matrimonio", afirma quien ya sentía que era el momento de dedicarse a Jehová.