La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aquí la Tierra Principio de realidad

Engaña el ojo

El edificio del número 1 de la calle San Nicolás provoca desde algunos ángulos la ilusión óptica de que carece de volumen

En las principales lenguas europeas los historiadores del arte acostumbran a usar la expresión francesa trompe-l'?il, cuya traducción literal es "engaña el ojo". Pero también hay una palabra castellana equivalente, trampantojo, que aparece, aunque con menor frecuencia, en la literatura especializada. Una y otra se refieren a un ardid, usado sobre todo en la pintura desde el tiempo de los griegos, que provoca en el espectador ilusión, maravilla o estupor, al hacer pasar por real algo construido sólo con perspectiva, sombra y otros efectos ópticos. La historia de la arquitectura está jalonada también de célebres engaños a la vista, como el Partenón, concebido para ser observado desde lejos y cuyas correcciones ópticas se descubren en la distancia corta, o la escalera de la Biblioteca Laurenciana, que Miguel Ángel hizo parecer mayor mediante la manipulación de la perspectiva y las proporciones de sus componentes. En último término, todo sucede en el ojo del espectador y hay veces, incluso, en que el artífice de una obra introduce en involuntariamente en ella un trampantojo.

Quizá sea éste el caso del edificio que se levanta en el número 1 de la calle San Nicolás, en esquina con la calle Terrero, y que algunos ciudadanos conocen como "el trozo de tarta" por su planta triangular, y tal vez también por su color chocolate. Erigido en una parcela difícil para distribuir los espacios habitables en su interior, se levanta como un polígono de tres lados y tres ángulos, estructurado en ocho plantas. Visto desde algunos puntos de la calle San Nicolás, junto a la Alameda de Colón, parece sólo una fachada. Como explica el arquitecto Javier Mena, que siempre ha sentido curiosidad por este edificio, "lo que le otorga su poderoso efecto ilusionista es su altura, la potencia de su fachada y el hecho de que en la esquina haya balcones tras los que se ve un vacío".

Cautivado por esta construcción, que parece un componente de un decorado teatral que nunca habría sido usado en una actuación y ni tan siquiera formara parte de un guión, el reportero la observa desde uno de esos puntos en el que lo que los ojos perciben no se corresponde con la realidad de lo percibido. Para seguir con la metáfora repostera: más que un gigantesco pedazo de tarta, perfectamente volumétrico, desde aquí el edificio asemeja una descomunal galleta.

Si lo que el espectador sabe es desmentido por lo que sus ojos ven, el principio de realidad, entonces, resulta resquebrajado por el efecto de realidad. Puede que el mundo sea un fabuloso baile de signos que la conciencia no puede objetivar con los datos que le suministra la mirada. Puede hasta que Las Palmas sea un teatro desmontable, cuyos actores son quienes fingen ser sus habitantes y visitantes, y que cuando este reportero no asiste a una de sus escenas, todo en ella se recoge y se pliega sigilosamente para que el periodista no descubra el verdadero lugar que ocupa en el mundo.

Trozo de tarta o galleta, ciertamente el gusto poco ayudará a captar la sustancia del edificio -no es recomendable morderlo ni lamerlo-, como tampoco el olfato y el oído. Ahora bien, como arte volumétrico, la arquitectura, al igual que la escultura, reclama, el concurso del tacto. Y es obvio que un invidente no habría sido sorprendido nunca por el exceso de apariencia de realidad de este edificio. Le hubiese bastado recorrerlo con sus manos. Eso sí, antes habría tenido que pedir permiso a los vecinos de las casas aledañas, todas de menor altura que esta construcción, para, después de palpar la fachada principal, hacer lo propio con los frentes restantes desde las azoteas contiguas.

¿Cómo será el espacio interior en el extremo del edificio que provoca tamaño equívoco? ¿Vivirán seres bidimensionales en él? Después de recapacitar, el reportero desecha la idea de preguntar a sus moradores. Si tal fuera el caso, los habitantes tridimensionales no se lo revelarán nunca.

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