Tan solo hace falta mirar a Valentina Soto Caraballo para darse cuenta de lo divertido que es eso de enmoquetar la carretera en la que ella misma está sentada. Probablemente no comprende muy bien exactamente cuál es el motivo de semejante revuelo, pero lo que sí tiene claro es que lo suyo es manejar la sal de colores. Con desparpajo y seguridad coge los puñados que su padre Ángel Soto le da y los echa directamente al balde que tiene al lado y que nadie se atreve a quitarle. Porque ella tendrá tan solo un año y medio de vida, pero maneras ya apunta y es cuestión de tiempo que se la vea completamente tiznada mientras dirige la creación de la alfombra de la calle Menceyes. Una de las tantas que decoran el suelo de La Isleta que hoy, en su día más grande, pisará su patrona, la Virgen del Carmen, acompañada por miles de sus feligreses.

Y es que esta es una tradición que pasa de padres a hijos, como así se puede comprobar en la vía que lleva por nombre Tanausú. Allí, María del Carmen González de la Rosa trabaja desde las nueve de la mañana junto al resto de sus vecinos para colorear el asfalto con el diseño de Rafael Hernández en el que se puede pasear por todas las islas del Archipiélago y su simbología, así como recordar a las más de 80 víctimas que murieron el pasado viernes en Niza, Francia, arrolladas por el camión que conducía un desalmado. A ellas también las han querido tener presentes los isleteros que han llenado con los colores galos parte de la calzada.

En esa faena, que ha necesitado de 1.200 kilos de sal teñida a mano dos días antes, también está la nieta de siete años de González de la Rosa, Queren Alayón Hidalgo. "Hay que extenderlo bien para que no se vea la carretera", explica la niña sin apenas levantar la cabeza del suelo, concentrada en lo que está haciendo, ya que este año han delegado en ella más responsabilidad por lo bien que lo hace. No es para menos, ya que Alayón Hidalgo apenas contaba con cuatro primaveras cuando ya ayudaba a los adultos ha rellenar el decorado. Esta vez se ha encargado de hacer la bandera de Canarias, entre otras cosas, y por eso tiene azules las manos que enseña con orgullo. Se nota que le gusta participar en esta actividad, tanto, que según cuenta su madre, María José Hidalgo, la pequeña no duerme la noche de antes y no solo eso, si no que además, una vez acaba la procesión, coge un puñado de la sal ya mezclada para guardarlo de recuerdo.

Muy cerca, en Tecén, los más pequeños de la calle también tienen gran protagonismo en la creación de alfombras sobre las que algunos trabajan descalzos, porque tal y como asegura, "se levanta menos la sal". Es más, cuenta Patricia Sánchez, la hija de Araceli la lotera, que fue por los niños por quiénes hace cuatro años se comenzó con esta tradición en la vía que luce un diseño de lo más original. "En esta calle hay gatos en prácticamente todas las casas, así que hemos decidido rendirle homenaje a ellos", arguye Araceli antes de sacar a su bebé gatuno de cuatro meses, Brallan, para que vea cómo va quedando la moqueta en la que también han empleado goma de neumático. Su nieta, Claudia Santana, de diez años, se ha encargado de crear casi todo el azulado cielo en el que varios peces bailan sobre tres figuras felinas negras. La chiquilla, que vive en la calle Gordillo, tampoco ha querido perderse una tradición que, además de la edad, tampoco entiende, paradójicamente, de religiones. Ejemplo de ello es Alina Lakrimi, natural del Sáhara, musulmana practicante y afincada en La Isleta desde hace siete años. Ella también se pasa el día decorando el suelo, básicamente, porque es una costumbre que le encanta ya que le permite disfrutar de una jornada de convivencia con todos sus vecinos. Y no solo eso. Ni ella ni su familia se pierden la procesión que siguen desde el balcón. "¿Y por qué no?, si hay mucho respeto", afirma.

Antes de la esperada procesión, en la calle Romeral, es posible visualizar el efecto que el paso de la imagen provoca. Fe, devoción o pasión, son algunas de las palabras que presiden el espectacular diseño que Josué Quevedo, Alejandro Amador y Eloisa Bolaños han creado para la ocasión. Pero además, estos sustantivos son el reflejo de lo que de verdad mueve a los isleteros por la Virgen del Carmen, y que han sido "los sentimientos que verdaderamente han hecho que la festividad sea reconocida como Fiesta de la Ciudad", apostilla Quevedo mientras se ultiman los detalles del dibujo en el que no faltan los efectos de difuminado y volúmenes. Para ello se han empleado materiales diferentes como abono, tela de rejilla o goma eva sobre la que los vecinos han ido creando una alfombra en la que se ven voladores y a la propia Madre de Dios de espaldas, "como si estuviese pasando por la calle". El manto es el vivo reflejo de la pequeña talla que preside la vía hasta hoy por la tarde, como así acostumbró a que fuese Concha, la abuela de Josué.