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La eterna espera de El Risco

Los vecinos de San Nicolás, que aguardan una visita del alcalde, viven con resignación las repetidas promesas de regeneración del barrio

La eterna espera de El Risco

El mejor barrio de la ciudad, el más céntrico, el más tranquilo. No se trata de Triana o Vegueta, ni siquiera de la idílica Ciudad Jardín. Para los vecinos de los riscos de San Nicolás, San Bernardo y San Lázaro, vivir allí supone ser un privilegiado en pleno centro de la capital. Por desgracia, a la ausencia de tráfico y su localización se suman una serie de problemas crónicos fruto de la marginación y el abandono.

La zona, popularmente conocida como El Risco, ha sido un foco de dejadez desde tiempos remotos. En estas laderas se asentó desde al menos el siglo XVII la servidumbre, una suerte de artesanos y campesinos que se cobijaron a los pies de los barrios nobles de la capital. A la pobreza se le unió durante mucho tiempo la solidaridad entre sus residentes para salir adelante.

En las últimas décadas se han sucedido los planes de rehabilitación, promesas de mejoras casi siempre incumplidas. Recientemente, se anunciaba el último plan de Urbanismo de la capital grancanaria con el que se pretende obtener cinco millones de euros de la Unión Europea con el fin de crear un mirador en la parte Alta y dinamizar el barrio con diversas actuaciones. Una vez más, los ciudadanos de esta zona reciben la noticia con cierta indiferencia. Al fin y al cabo, allí nunca cambia nada.

En tiempos de la Transición la asociación Unión Risco luchó para que se dotara al barrio de infraestructuras. Cercanos a la extinta formación Unión del Pueblo Canario, lograron la construcción del Colegio Público Guiniguada, además del asfaltado de las vías adyacentes. En aquellos tiempos se vivió también el auge de varias murgas que se convirtieron en emblemas del Carnaval capitalino. De igual forma, las fiestas patronales en diciembre atraían a personas de toda la Isla. "La devoción por San Nicolás era tan fuerte o más que por Santa Rita", explica algún que otro vecino.

Con el tiempo, la ladera se convirtió en el mercado de la droga de Las Palmas de Gran Canaria. Las chabolas de la zona alta, hoy extintas, fueron un foco de conflictos. Durante la alcaldía de José Manuel Soria comenzó la rehabilitación y construcción de algunas calles. Hoy, la vía que circunvala el barrio por la zona alta sigue esperando culminarse a la espera del realojo de una familia.

José Juan Díaz Bonilla es vicepresidente de Cofiris, una asociación cultural y vecinal que, desde hace siete años, intenta sacar El Risco de San Nicolás del abandono. Aunque empezaron con actividades para los niños y de tipo cultural, pronto se vieron con la necesidad de ayudar a sus vecinos. Como cuenta él mismo, intentan "no olvidar sus comienzos", organizando talleres de manualidades o excursiones, pero cada día ahondan más en su faceta reivindicativa.

Las peticiones de este colectivo van desde la necesidad de finalizar las obras pendientes en distintas calles, hasta recuperar el lavado de los callejones con cubas de agua por parte del consistorio. Seguridad, parques y jardines, saneamiento urbano, solventar la falta de zonas de ocio? Los problemas incumben a la mayoría de concejalías. Además, recalcan la necesidad de una visita por parte del alcalde de la ciudad, Augusto Hidalgo, quien no ha pisado el barrio desde que inició su mandato en junio del año pasado.

Un estilo de vida

Son muchos los vecinos que reconocen cierto cambio. En términos de seguridad y drogadicción se ha dado un gran avance, aunque quede mucho camino por hacer. El foco ahora está en la agudizada pobreza, fruto del duro golpe que ha supuesto la crisis económica en esta zona. Más de uno ha optado por la picaresca y la ocupación de casas abandonadas. Cada vecino intenta tirar como mejor ha creído conveniente.

El Risco se caracterizó durante muchos años por ser un barrio de artesanos y comerciantes. Gente muy trabajadora que tenía sus talleres y pequeños establecimientos. En la calle Doctor Manuel de la Nuez se conserva una pequeña tienda de aceite y vinagre que puede hacer retroceder a muchos al pasado. Dionisio Melián regenta un local con más de cien años de historia, heredado de sus padres y abuelos. Conocido popularmente como Nisio, reconoce que el barrio empieza a mejorar poco a poco, aunque por desgracia nadie tome el relevo en su negocio cuando se retire.

Muy cerca vive Jacinto León. Formó parte durante muchos años de la asociación Unión Risco, de la que llegó a ser presidente en la década de los noventa. Hoy ve un barrio peor que el de su juventud. "Existe un desarraigo crónico y se ha perdido la solidaridad de antes", asevera. A pesar de ello, sigue amando el lugar que le vio nacer y crecer. "Este barrio puede ser una gran alternativa al turismo que ofrecen Triana y Vegueta", repite varias veces. No es el único que lo piensa. La antigua tradición artesana del vecindario y sus pintorescas calles forman una oportunidad para desarrollar una oferta turística de calidad.

Mientras uno sigue callejeando, se escucha el sonido de ritmos latinos detrás de las ventanas. Se ven mujeres cargando en brazos a sus hijos pequeños por empinadas escalinatas. Señoras mayores sentadas en la puerta, esperando un poco de conversación. Incluso no es raro ver a los niños jugar al fútbol en la calle. La vida aparentemente es tranquila, aunque con claras dificultades. "Si compras un kilo de arroz en Triana, al llegar aquí parecen tres". Frases como esta se pueden escuchar en boca de casi cualquier vecino.

Olvidado

Entre la calle Nogal y el castillo de Mata se pueden encontrar los límites del Risco de San Lázaro. Esta zona poco conocida vive entre callejones muy estrechos donde las casas abandonadas se multiplican y los muros con varios siglos se desmoronan. El vecindario ha quedado abandonado a su suerte, sin ningún tipo de servicio. "Se vende barato", señala un grafiti en el número 31 de la calle Madera. Y es que se pueden encontrar casas en venta a precios inimaginables en cualquier otra parte de la ciudad.

Miguel Ángel Suárez llegó a la zona hace doce años. Buscaba tranquilidad y una casa terrera, huyendo de los bloques de viviendas que proliferan por toda la ciudad. En 2005 decidió recuperar la procesión en honor al patrón, San Lázaro, un acto que llevaba ocho años sin celebrarse. Lleva más de una década sacando adelante, a duras penas, esta iniciativa con la ayuda de sus vecinos y amigos. Su propia casa destila fervor religioso, en ella guarda la imagen del santo en una capilla particular, a la cual se le rinde culto cada 17 de diciembre. Cada año es más difícil sacar adelante una fiesta en un barrio tan envejecido.

"La gente se piensa que basta con sacar al santo en procesión, pero todo eso lleva un gasto detrás", así de claro lo expresa este voluntarioso vecino. El propio Miguel Ángel no es ajeno a los problemas crónicos del barrio. Su casa sufre graves filtraciones de agua. Este tipo de situaciones son muy comunes en numerosas viviendas. La red de alcantarillado de El Risco es muy antigua, y en muchas calles carecen de la misma. En definitiva, un cúmulo de complicaciones que empeoran la calidad de vida.

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