La Provincia - Diario de Las Palmas

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¡Qué tiempos aquellos!

Los bailes de antaño

Un baile de sociedad en el Polonia del Risco de San Nicolás. LA PROVINCIA / DLP

A mediados de los años cuarenta, cincuenta y sesenta se celebraban en nuestra ciudad afamados bailes de sociedad. Había dos clases, por llamarlos de alguna manera: los que se celebraban en el Club Náutico, en el Gabinete Literario, en el Metropole y en el Círculo Mercantil, que eran de alto copete; y los que se hacían en La Sociedad -local social- de todos los equipos de fútbol de regionales, de todos los barrios altos -que son los bajos- desde San José hasta La Isleta. O sea, los del pueblo llano y soberano, cada día más llano y menos soberano.

En el Risco de San Nicolás había varios equipos, el CD Polonia, el Rehoyano y el Unión San Lázaro, pero era el Polonia el más popular y, para llegar a él, había que subir la cuesta más empinada de la ciudad, que empezaba desde la iglesia hasta el Castillo del Rey -llamado de San Francisco- a la "pata pelá". La calle Real del Cas-tillo.

La sociedad del Marino CF siempre estuvo en la ciudad. Primero en León y Castillo, al lado de Intendencia, luego en Venegas, en la antigua Escuela Graduada, de la que fui alumno varios años; y últimamente por la calle Murga. En Ciudad Alta, el nuevo club. En San Antonio, la Sociedad Deportiva del mismo nombre; en Arenales, en la calle Arco, el Popular Club Las Palmas; en las Alcaravaneras, el Club Las Arenas, situado en un segundo piso.

En la zona de La Isleta había un fleje, a cual más poderoso. En la calle Ferreras, al ladito de la playa, en La Puntilla, el RC Victoria, muy cerca del Hespérides, y ya en el interior de La Isleta, el Racing y el Artesa, y también el Muelle Grande.

Algunas sociedades tenían sus boxeadores, que se ejercitaban en sus gimnasios y las representaban en sus combates. Era la época en la que el fútbol, la lucha y el boxeo compartían público. En cada barrio había varios campeones de España y si era en el Puerto había media docena. A estos, en los bailes, se les solían homenajear cuando se proclamaban campeones y se les entregaba un presente.

Los bailes en las sociedades comenzaban todos los mismos días a la misma hora. El asalto, de siete a diez, y el oficial, de diez hasta las tantas de la madrugada. Y todos amenizados por una gran orquesta y vocalista. Había muchas como Los Rayos de Plata, Los Caballeros, El Génesis, Los Diamantes, Los Sotos, pero había una que enloquecía a la muchachada, de ella se decía: "Si Mejías está presente, hay ambiente"; y no era otra que Mejías y sus Muchachos.

Alrededor de la pista de baile se colocaba una gran hilera de sillas que eran ocupadas por las muchachas, siempre acompañadas por su madre, una tía o hermana mayor. Los hombres, enfrente o en la cantina, tomándose una cerveza La Salud, coñac Terry o refresco. Desde allí, la cantina solía estar en un altillo de la pista, luquiaban al piberío y cuando se dirigían a ella, solían hacerlo con respeto, diciéndole: "¿Bailamos, señorita?" Ella miraba a la acompañante y si esta hacía medio giro con la cabeza hacia abajo y arrugaba la nariz y boca, era que no. Pero si el giro era hacia un lado y hacia abajo, sin arrugar la nariz ni la boca, era que sí. Si el muchacho lograba bailar dos o tres piezas seguidas con la misma ya se atrevía a invitar a la madre a un refresco o una copita de Anís El Mono, que él gentilmente traía de la cantina. Y es que... ¡Había un respeto!

Durante los bailes, un jurado compuesto por la directiva y algún personaje relevante elegían a la Miss de la Sociedad y luego todas las afortunadas, con el permiso de la madre, se presenta-ban a Miss Las Palmas. Al final, la ganadora lo hacía a Miss España. Algunas sociedades tenían muchas actividades. Se hacían rifas, excursiones por el interior de la Isla, y todas con paradas en Los Tilos de Moya para almorzar la comida que llevaba cada uno. En el Hespérides y en alguna otra sociedad se programaban veladas de boxeo-exhibición. La muchachada de los barrios altos ya no se empercha con traje-chaqueta los sábados y domingos para ir a bailar a la sociedad preferida. Con la llegada del turismo nórdico (las suecas) empezaron a abrirse discotecas, sobre todo en la zona de Catalina Park, y más tarde en otras zonas, y la muchachada se apuntó al cambio a paso ligero y empezaron a aprender inglés. Muchos iban a las discotecas con un diccionario de bolsillo Inglés-Español y Sueco-Español. Hablar idiomas era un chollo.

Más tarde, con la aparición de los bingos, asociaciones de vecinos y derivados fueron acabando con los populares bailes de sociedad, con aquel olor generalizado en todo el ambiente con sabor al tan familiar Varón Dandy.

Las sociedades de los equipos de fútbol formaron parte de la identidad de cada barrio, como también las tiendas de aceite y vinagre y la pequeña barbería.

Todo cambia, se transforma, pero no desaparece del todo, seguro que en algún rincón de cualquier barrio encontrará una pequeña tienda de aceite y vinagre, también una barbería, con el maestro sentado en la puerta, leyendo el periódico debajo de la jaula de pájaros... Les estoy contando de cuando se dejaba la puerta de la calle con un simple ganchillo y no llamaba la atención. De cuando la madre le decía al chiquillo: "Súbele estas cáscaras a la cabra y te bajas los huevos, los llevas a la tienda y que te ponga un kilo de gofio y una cuarta de aceite, y si te sobra, que te lo dé de rapaduras y si te falta, que te lo apunte". De cuando se ponía la bacinilla debajo de la cama. De cuando casi todas nuestras abuelas tenían bigote y esnifaban tabaco en polvo.

De cuando las canciones en los bailes eran De tanto bailar, ¡Charlestón!, ¡Encima de la montaña tengo un nido!, ¡Rascayú, Rascayú, Rascayú!, ¡Mi jaca galopa y corta el viento!, ¡Cocidito madrileño!, ¡Vete al mar, Perico, si quieres tomar café!... Y nunca podía faltar el pasodoble Islas Canarias. Parece que fue ayer, pero como dice la canción "hoy no es ayer". Está visto y comprobado que todo tiempo tiene su tiempo.

¡Qué tiempos aquellos!

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