La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un recorrido histórico y botánico

Vegueta fue lugar de huertas productivas y de patios interiores ajardinados que se esmeraron en conventos y casonas señoriales

Un recorrido histórico y botánico

En estos días me han permitido visitar una huerta o patio interior de los que dieron carácter a la vieja Vegueta. Una hermosa y espléndida platanera y un no menos frondoso papayero lucen sus mejores galas sobre un trozo de tierra vegetal a modo de parterre. Un relicto de lo que fue Vegueta, lugar de huertas productivas y de patios interiores ajardinados que se esmeraron en conventos y casonas señoriales manteniéndose así hasta bien entrado el siglo XIX. Pero si se realiza el inventario actual de estas huertas y patios uno se desmoraliza. Una colmatación urbana progresiva hace desaparecer huecos verdes bajo patios de cementos, parkings interiores o nuevas residencias. Las ortofotos de los años 60 mantienen su recuerdo y nos dejan entrever muchos de estos patios con huertas y arboledas que alegraban, daban sombra y alardes de cultura a sus propietarios.

Pero entre todos estos, sorprende sobremanera los que existieron hasta bien entrado el primer cuarto del siglo XX, en el sector entre la calle Castillo-Espíritu Santo y la actual calle Juan de Quesada. Una ojeada a antiguas fotos e ilustraciones permiten vislumbrar viejos ejemplares de palmeras, araucarias y otros árboles exóticos. A raíz del hallazgo de una corpulenta Ceiba en uno de estos jardines, iniciamos una búsqueda de respuestas a estas arboledas urbanas, a su origen y a su permanencia. Y, como si del hilo de un ovillo se tratase, comenzamos a investigar sobre las vidas de hombres, sagas familiares, remodelación y transformaciones de edificios y evolución urbana?

Comienzo del recorrido: los jardines que Vegueta perdió

Si por algún lado hay que empezar a hablar de árboles y jardines de Las Palmas nada mejor que situarnos en la vieja y añeja Vegueta. Iniciamos la ruta por el Hospital San Martín sorprendiéndonos con la hermosa Cycas circinalis de su patio -en palabras del Dr. Wolfredo Wildprett, "uno de los mayores ejemplares de toda Canarias"- que ya sobresale del edificio.

Seguiríamos por la antigua casa del Obispo Verdugo, vieja casona neoclásica erigida desde el siglo XVIII, y nos tropezaríamos en el jardín con las rosadas y asalmonadas flores de la corpulenta ceiba (Ceiba pentandra) que convive con dragos y palmeras canarias en el que fuese el jardín particular de los Nelson, único ejemplar que conozco en Gran Canaria de este árbol, sagrado para las culturas mesoamericanas.

Cerca, en la actual Fundación Mapfre Guanarteme, levantaríamos la mirada a los casi 30 metros de esa magnifica araucaria de Cook o Araucaria columnaris, plantada por Manuel Ponce de León y Falcón, y que compite en el cielo de la capital con los campanarios de la vieja Catedral y convive con un exclusivo ejemplar de Pachira aquatica, árbol de los manglares sudamericanos, de la misma familia que el baobab, cuyas flores alargadas y gráciles estallan a finales de julio. Pasearíamos por último bajo el dosel arbolado de esos 66 ejemplares arbóreos y arbustivos que conforman un verdadero bulevar verde a orillas del Guiniguada que es la calle Juan de Quesada donde disfrutas del canto del capirote y del aroma de diversas especies de eucaliptos, del ombú (Phytolacca dioica) y de extraños y únicos árboles tropicales como el mamoncillo (Meliccocus bijugatus) o el jambolan (Syzygium cumini)...

Retrocederíamos en el tiempo a 1851 para releer el Expediente relativo al establecimiento de un Jardín de Aclimatación en Las Palmas" donde se la considera "como localidad idónea donde el Estado posee algunas fincas que fueron de las monjas relativamente próximas al Puerto" y donde se reseñan todo un conjunto de "plantas que han crecido y fructificado con lozanía gracias al esmero de varios propietarios y de algún capitán de la carrera de Las Américas..." . Elevaríamos un responso por todos aquellos árboles - el viejo laurel de Cairasco, la palmera del Gabinete Literario, la sabina que según relata Sebastián Jiménez Sánchez crecía lozana en La Plazuela- y plazas que han desaparecido pero que han dejado su historia siempre asociada a nuestra ciudad; Plazoleta de Los Álamos, Huertas de Matagatos, del Pambaso, de San Lázaro y San Francisco, Jardín del Obispado -¡lástima de espacio institucional este último abandonado con un hermoso frontispicio de 1866 diseño de Pedro Maffiotte, palmeras canarias, tres hermosos dragos canarios y un añejo ejemplar de brachichito encerrados tras un claustro en el corazón del casco antiguo!

Nos sentaríamos en la actual Alameda de Colón -ahora ya sin plátanos del Líbano ni el hermoso laurel de Indias que lo cubría allá por los años 20- y rememoraríamos el bullicio de su paseos nocturnos. Su génesis se remonta a 1842, y en 1849 cuando se inaugura como Alameda de Santa Clara es descrita de esta manera por Madoz - "los chopos, los plátanos, las acacias, los naranjos, los sauces y los álamos sombrean todo sus paseos". Durante el mandato de Juan María de León y Salas - que ocupó la Alcaldía en 1869 y entre 1875-1881- se consolida esta plaza pública, se publica el Reglamento de Arbolado y Jardines y por su gran afición a "la floricultura, por sus bellos jardines y magnificas colecciones de plantas y flores raras" es considerado en 1888 entre las personas más idóneas para el Jurado de la Exposición de Horticultura a celebrar en aquella época en La Orotava. Entre las exóticas plantas introducidas por éste, parece estar la rara Pachira alba de la cual nos habla en un artículo el jardinero mayor en 1948.

La Alameda de Colón es referente obligado en esta historia de la jardinería local. Uno de los padres de la jardinería canaria en ese final del siglo XIX, Hermann Wildprett, jugó un importante papel en la creación de la arboleda de esta ciudad y especialmente en el contenido floral de sus plazas públicas y huertas privadas. El Museo Canario guarda 22 cartas con los listados de plantas que Domingo Déniz encargó al entonces jardinero mayor del Jardín de Aclimatación de La Orotava (en adelante JAO) -abuelo del Catedrático emérito de Botánica Wolfredo Wildpret de la Torre- y que fueron el solaz de muchos de nuestros ascendientes. La desaparición del árbol emblemático de esta alameda, el plátano del Líbano, así como del resto de lugares donde se plantó en esta ciudad, -ya en 1895 Laureano Arroyo pedía su plantación para distintos puntos de nuestra ciudad - nos lleva a proponer la recuperación de esta especie para alguna de las plazas y ajardinamientos propuestos en el actual PGO.

Salto a Ciudad Jardín, corazón fotosintético de LPGC. Los botánicos Morris y Fairchild

Para continuar nuestra visita histórica, hemos de dar un salto en el espacio y en el tiempo. En el espacio porque la ciudad crece y se extiende desde su corazón primigenio hacia el norte, por los arenales y huertas hacia el creciente Puerto de La Luz, y en el tiempo porque una apretada síntesis nos la marcan las visitas de dos famosos botánicos a Canarias y su estancia en la isla. Entre el final del XIX y mediados del XX visitan la ciudad y describen sus jardines dos especialistas en Botánica Económica de rango internacional, uno de ellos es Daniel Morris que visitó la isla en 1895 y el otro David Fairchild que realizó hasta cuatro visitas entre 1903 y 1927 . Ambos pertenecían a una especie peculiar de botánicos cazadores de plantas que exploraban el mundo en busca de cultivos y especies económicamente rentables.

Daniel Morris era un distinguido botánico, asistente de dirección del Royal Botanical Garden en Kew. Durante su estancia en Canarias recorre y visita los principales jardines de las islas recogiendo su experiencia en un denso artículo The plants and gardens of the Canary Islands, publicado en 1895. En la ciudad visita e inventaría los jardines de los hoteles ingleses ya famosos de la isla (Hotel Metropole y Catalina Hotel) y los jardines particulares de varios hacendados locales y terratenientes ingleses (Jardín de Cayetano de Lugo, Jardines de los Woods, Jardín de Mr. Nelson). De sus listados de plantas y observaciones hay que resaltar su oposición al diseño "muy al gusto inglés" de los jardines del Hotel Santa Catalina, abierto al público en 1890, considerando que: "La flora de Canarias es tan interesante y bella que los visitantes inteligentes preferirían ver una representación de esta sugerente flora antes que copias de Battersea Park, por muy bien ejecutados que estén".

Del desaparecido Jardín de Cayetano de Lugo, que pervivió en sus últimos coletazos hasta los inicios de los 60, lo valora como una arboleda más que un jardín, "una colección de plantas tropicales casi idéntica a la que uno podría encontrarse en cualquier isla de las Indias Orientales" resultado de las plantas traídas desde Brasil por el propietario que realizó allí muchos viajes: cocoteros, mangos, granadillas, bilimbis, alcanfor, ceibas, tamarindos, mameys, etc. ¡No quiero ni imaginar qué árboles tendríamos hoy si una visión menos pragmática de nuestro territorio hubiese salvado de la pica y la destrucción aquel lugar! Parte de este bosquete sobrevivió hasta 1964 cuando la actual Clínica del Pino y el viario anexo sepultaron aquellos terrenos. A pesar de los esfuerzos de muchos conciudadanos por su defensa -como Belarmino, desde su apartado Tertulia Canaria en el Eco de Canarias - nada quedó del bosquete, Jardín o Alameda de Lugo.

Entre los jardines privados de "pequeño tamaño pero cultivados con gran esmero", Morris resalta el que formaba parte de la residencia del ingeniero naval James Nelson Bates en Vegueta. Nelson llega a Canarias en la década de 1880 haciéndose cargo de la empresa La Carbonera Hespérides. En 1888 adquiere la vivienda que fue del Obispo Verdugo en la calle Castillo. Describe también la vegetación del jardín colindante, posiblemente el de la vivienda de Juan María de León y Joven de Salas (1831-1892), posterior residencia de Juan de León y Castillo. En el listado de especies presentes destaca un raro ambaibo (Cecropia palmata) árbol de la América del Sur cuyas "frutas (?) tienen la figura de dedos de guante y son de gusto exquisito, parecido al del higo." Y bellos ejemplares de palmas cubanas y un esbelto ejemplar de Trachycarpus martianus, del que hoy en día aún podemos observar su tronco; bien dicen que las palmeras siempre mueren de pie. Ambos jardines sucumbieron cuando, en una interesada interpretación de la catalogación del patrimonio histórico, desde la administración local, tan solo se protegieron los edificios a los que acompañaban y no el resto de la parcela libre ajardinada.

David Fairchild (1869-1957), botánico americano, arriba a las islas en cuatro ocasiones en las primeras décadas del siglo XX. En 1903, procedente de Sudáfrica, recala en Gran Canaria, única isla que visita en esta ocasión. En 1925 se sorprende del cambio que un cuarto de centuria había producido en la ciudad. La encuentra mucho menos bella que en su anterior visita. El 22 de julio recorre varios sitios de la capital (Villa Carmen, Jardín de Los Miller, Jardín de Nelson, Mercado de Las Palmas). Entre el material vegetal que recolecta y lleva a América hay que resaltar unos peculiares plátanos manzano (Musa sapientum) y las naranjas sin semillas (Citrus aurantium. Canary seedless) de la finca de Don Juan Rodríguez, en el famoso valle de naranjas del Barranco de La Higuera Canaria. Autor de numerosos artículos científicos, algunos están dedicados a Canarias: Hunting for plants in the Canary Islands en 1930 en The National Geographic Magazine y uno de los capítulos de su libro Exploring for plants. Finalmente se retira en 1928 creando un extenso jardín botánico en Florida, el Fairchild Garden, hoy reputado centro de investigación.

Para finalizar este periodo de exaltación de la jardinería hay que destacar la remisión a los jardines de Kew en 1909 por parte de James Miller, cónsul británico, de un curioso cultivar de bouganvilla nominada taxonómicamente como Bougainvillea spectabilis var. "Rosa Catalina" , "que difiere de todas las conocidas por su rico color rosa" hoy en día de fama reputada entre los cultivadores de esta especie ornamental. De este primer cuarto de siglo no podemos obviar la intensa labor de divulgación de los valores del arbolado urbano que llevó a cabo El Apóstol del Árbol, Francisco González Díaz. En este periodo sin embargo también resaltan varias acciones negativas como fue la transformación y desaparición de La Alameda, reconvertida en plaza con escasa jardinería, producto, según cuenta en 1955, Benítez Inglott "de una disparatada reforma tendente a unir la tal alameda con la Plaza de San Francisco", remodelación que fue motivo de duras críticas en su día.

Otro hito importante fue la implantación de la ciudad-jardín entre Las Palmas y el Puerto, cuyo desarrollo se inicia en 1922 de manos de terratenientes ingleses y se consolida con más de 200 proyectos de obra pertenecientes al arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, embrión de lo que hoy en día hay que considerar el pulmón verde de la ciudad. La labor de muchos propietarios y particulares permite disfrutar de pequeños jardines con especies únicas tanto trepadoras como arbóreas. En el viario y parques públicos son de destacar los ejemplares de manzana cafre (Dovyalis caffra) de la calle Castrillo, sobre un parque diseño también de Miguel Martín y los dos únicos ejemplares conocidos en la ciudad de Azadirachta indica, vinculada al que fuese jardín del antiguo Hotel Atlántico, hoy reconvertido en chalets.

Jardinería en los años 50 de la mano de Juanito Ficus y Rubió i Tuduri

El tercer salto cualitativo en la jardinería de la ciudad se realiza en la segunda mitad del siglo XX, en plena postguerra, cuando se crea en 1945 la plaza de Jardinero Mayor. La ocupa Juan González García (conocido posteriormente como Juanito Ficus por su expansión en la ciudad de múltiples ejemplares de este género). El Pleno autoriza la adquisición de plantas en Tenerife en el JAO para lo cual financia la visita a Tenerife del Jardinero Mayor y del responsable del vivero Municipal. Van a Tenerife en busca de una colección de Ficus "árboles gigantescos capaces de hacer frente a nuestras fuertes brisas"? Visitan el Parque Municipal de Santa Cruz, la Granja de Experimentación Agrícola de donde traen "semillas de balbuzanos y viñátigos" y en su llegada al JAO lo define como "el palacio de las flores". Un resumen de esta estancia lo recoge el propio Juan González en un extenso artículo en la prensa local : Una visita al Botánico de Tenerife donde refleja su admiración por el modo en que se trata la jardinería en la isla hermana y deja constancia del "homenaje de agradecimiento que algún día en el futuro tendrá que hacer la ciudad de Las Palmas al Jardín de Aclimatación por su apoyo y sesión de material".

En este periodo se plantea el reforzamiento de la flora ciudadana realizándose la "plantación de las 276 palmeras del Paseo de Chil" y la remoción de los jardines del Parque Doramas entre otras actuaciones. La gran riqueza y variedad arbórea que hoy distingue al Parque Doramas (Ficus afzelii, F. rubiginosa, Cordia sebestana, Schotia latifolia, Eleaodendron orientale, Hura crepitans, Cycas circinalis, Prosopis juliflora, Pseudobombax cf. elipticum, Phoenix senegalensis, etc.) - permitiría su nominación como Hijuela del Jardín Botánico por el porte y calidad taxonómica de las especies que acoge. De este periodo hay que recordar las convocatorias de Exposiciones de Plantas y Flores realizadas en el Parque Doramas y donde se presentaban por parte de particulares sus producciones de flores. Un detalle a resaltar es el premio que el propio Juanito Ficus ganó en 1950 por la presentación de una variedad de rosa que el bautizó como Guayarmina. Esa pasión por la jardinería ornamental lo compartía con el creador del Jardín Botánico Canario Eric S. Sventenius. En los archivos del Jardín hay correspondencia que prueba los vínculos de amistad y laborales que existieron entre los dos desde 1950 a 1971.

Y coetáneo con él y creador de una importante obra de jardinería para la ciudad hay que destacar la labor del arquitecto paisajista Nicolau María Rubió i Tudurí. De perfil heterodoxo (urbanista, jardinero, literato, político, acuarelista) con múltiples publicaciones sobre esos temas, fue colaborador de Forestier en las obras de jardinería de Montjuich. Arquitecto-director del Servicio de Parques y Jardines de Barcelona se exilió en París desde 1936 a 1945. Sus visitas a la isla se inician en 1952, cuando proyecta un club y campo de golf para el Hotel Santa Catalina y visita Maspalomas dando su opinión sobre el proyecto de urbanización del lugar (Maspalomas: una tentativa paisajista).

En 1953, por acuerdo del Ayuntamiento realiza un estudio sobre sus jardines y da su parecer sobre la repoblación de las laderas del Paseo de Chil formalizándose posteriormente el Decreto 18/12/1953 que incluía las laderas de la ciudad desde la bajada de Escaleritas hasta el barrio de San Antonio como Perímetro de Repoblación Forestal Obligatoria. Esta iniciativa no llegó a consolidarse por las aspiraciones urbanísticas de la sociedad de la época llegándose a cuestionar técnicamente las posibilidades de reforestación de las laderas que hoy en día harían del tránsito entre la ciudad baja y alta un vergel arbolado. Entre 1954-1961 proyecta toda una serie de obras de jardinería- no sólo en la ciudad sino en distintos lugares de la isla tanto públicos como particulares-, de los cuales llegaron a materializarse en nuestra ciudad los siguientes: Ampliación y reforma del Parque Doramas, Jardines del Castillo de La Luz; Jardines de la Plaza de Schamann ; Parque "Rampas en las Laderas" situado entre el Monumento a León y Castillo y el paseo de la Cornisa: Parque Rubió; Parque rústico en Barranquillo de Viera, Plaza Emilio Ley. A partir de 1958, el Cabildo y el Ayuntamiento acuerdan que haga tres visitas al año para orientar la labor de jardinería de ambas corporaciones.

A modo de epílogo: a la conquista del verde

De la mano de unos cuantos árboles históricos y singulares, he realizado una apretada síntesis sobre árboles, jardines y jardineros de mi ciudad. Si, como dijera ya el Gran Jefe indio Seattle en el siglo pasado, la savia de los árboles guardase la memoria de los hombres, poca tendríamos ya en nuestra ciudad. Pero quedan relictos, ejemplares escondidos, jardines, huertas y plazas que han conseguido perseverar y llegar aún cuasi íntegros a nuestro siglo. La ciudad se ha ido convirtiendo en otro bosque impenetrable de arquitectura que ha ido fagocitando el antiguo paisaje, lo que quedaba de la llanura y vergel de la vega ciudadana y convirtiendo al cemento y al asfalto lo que fueron espectaculares jardines como el de Lugo o hermosos ejemplares como el famoso Árbol Bonito. Por eso sorprende ver la tenacidad histórica de nuestros conciudadanos en mantener espacios de verdor, de ocio ciudadano, de infraestructura natural, a pesar del fuerte desarrollismo que aún caracteriza a esta capital. Nunca hemos estado solos en la defensa del árbol, del jardín, de la plaza. Y nunca ha sido patrimonio de una profesión o de una institución... Ciudadanos de a pie, eruditos de ciencias y letras, próceres, técnicos de las administraciones han peleado a lo largo de los siglos cada uno en su época para proteger, recrear y mantener estos espacios. Ellos nos han llevado desde el siglo XVII hasta la actualidad a conocer un poco mejor la historia de la jardinería de nuestra ciudad, Las Palmas de Gran Canaria. Ayuda a proteger el arbolado urbano de Las Palmas de Gran Canaria. Firma la petición al Ayuntamiento en change.org.

Compartir el artículo

stats