La Provincia - Diario de Las Palmas

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A cuestas sobre el Guiniguada

El barrio ha sufrido importantes mejoras en los últimos años, pero sigue teniendo ciertas actuaciones pendientes con carácter urgente

A inicios del siglo XVI comienza la construcción de una ermita dedicada a San Roque en el margen derecho del Guiniguada. Apartada del Real de Las Palmas, estaba rodeada de las florecientes fincas de caña de azúcar de la época. En sus aledaños se asentaron los primeros jornaleros que luego trabajarían en los latifundios. El santo comenzó a tener gran devoción entre los palmenses. Con el tiempo, el plátano cobró protagonismo, y con él llegó el crecimiento del barrio. Entre 1950 y 1970 llegaron muchas familias procedentes del interior grancanario en busca de una nueva vida en la capital. Así, el vecindario comenzó a crecer de manera caótica por las lomas hacia el interior.

Mucho ha cambiado el barrio desde entonces. La mayoría de calles están asfaltadas, existen escaleras interminables y hay un buen sistema de alcantarillado. No obstante, perduran problemas comunes a todos los riscos tradicionales de la capital. De igual forma, el sabor popular de estas laderas se sigue viviendo entre sus callejones y laderas. Subir por la calle Real de San Roque significa pasar rápidamente del bullicio de la ciudad a la tranquilidad del campo. En cualquier momento las gallinas procedentes de las fincas de plátanos pueden saltar a la carretera.

Precisamente, con hermosas vistas al barranco vive Josefa Abrante. Desde hace catorce años es presidenta de la Asociación de Vecinos Guiniguada, aunque su marido fue miembro fundador en 1977. En plena Transición se forjó un movimiento vecinal fuerte que ha perdurado hasta nuestros días, consiguiendo así importantes mejoras a la zona. "Como barrio nos sentimos privilegiados", declara Pepa, como la conoce todo el mundo. "Intento separar política de los problemas del barrio y llevar todo con calma y diálogo", nos cuenta. Así es como, según ella misma, ha logrado una situación favorable frente a la que se vive en otros lugares.

Por desgracia, no todo es oro lo que reluce. Entre las cuestas quedan calles sin terminar que necesitan un arreglo urgente. Es el caso de la calle Caramillo, que según Josefa, "se convertirá en un auténtico pulmón para el barrio" al dotar de salida en coche a muchas personas.

Viviendas en peligro

El reasfaltado de calles importantes como Fama y Farnesio también es prioritario. Pero, si algo preocupa, es la situación que se vive en la zona de la calle Florinda. Se trata de la parte más antigua del barrio, con algunas casas históricas. Allí hay viviendas abandonadas con serio peligro de derrumbe, aunque lo más preocupante son los antiguos muros que dan a la GC 110, también conocida como Autovía del Guiniguada. Estos podrían derrumbarse sobre la carretera, siendo necesaria una intervención de Cabildo y Ayuntamiento; teniendo en cuenta la importancia de esta vía dentro de la red insular.

No muy lejos de estos muros, las cañas y la maleza esconden lo que fuera en otro tiempo uno de los molinos de gofio que abastecieron a Vegueta. El edificio está muy deteriorado, esperando que alguien lo saque del olvido.

El concejal de urbanismo, Javier Doreste, visitó la zona recientemente para conocer de primera mano estos problemas, formulando un plan de soluciones para los próximos años.

Por otro lado, nos sorprende como el movimiento vecinal ha sido capaz de lograr la instalación de contenedores para trastos y su recogida una vez a la semana. Sin ninguna duda, este servicio se realiza de un modo especial. No obstante, no hace mucho tiempo, las lavadoras viejas se acumulaban en las laderas, camino del barranco.

Para llegar al lomo de San Roque hace falta subir interminables escaleras de fuerte pendiente, dejando atrás el Guiniguada. Arriba del todo nos encontramos, en la calle Isas, una placa en memoria de Francisco Moreno Pérez, conocido popularmente como Paquito. La frase "amigo y vecino que dejó aquí bondad y nobleza" recuerda la gran labor de este hombre.

Francisco Moreno fundó a principios de los noventa la Asociación de Mayores con la intención de dar una ocupación a los jubilados del barrio. Tras su fallecimiento, en 2007, el colectivo quedó en el olvido, tal y como nos lo recuerda Manuel Servando. Este vecino vive cerca de aquí; en su casa nos espera su mujer, quien cuida las parras y flores que tiene plantadas en su terraza. "Esto es un barrio muy tranquilo, aunque con problemas en algunos sitios" nos explica contándonos ciertas situaciones.

Precisamente, muy cerca se encuentra la calle Bandurria, donde viven una serie de familias con grandes dificultades. La calle carece de cualquier tipo de urbanización, prácticamente sin firme ni salida a otras vías en mejores condiciones. Si a esto sumamos el delicado estado de salud de algunas de estas personas, estamos ante un grave caso de urgencia.

En esta misma loma, de cara al Real de Las Palmas, se encuentra la emblemática Casa de los Picos. Su silueta ha coronado mucho tiempo San Roque desde las orillas del Guiniguada.La construcción fue encargada por Luis Rocafort en 1869, un catalán que llegó a la capital grancanaria como organista de la catedral de Santa Ana. Al subir estos riscos quedó impresionado por el lugar y cautivado por el benigno clima. Con el tiempo llegaron a vivir hasta dieciséis familias en esta casa.

En la década de los setenta es adquirida por el Ayuntamiento para convertirse en local de la asociación de vecinos. Bajo el gobierno del exalcale socialista Juan Rodríguez Doreste se acometió una profunda reforma, mejorada por los sucesivos mandatarios. Hoy, las maderas de su fachada relucen desde lejos, convirtiéndola en un punto de referencia del risco.

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