La Provincia - Diario de Las Palmas

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Transporte

Pensar la movilidad del futuro

Para el proyecto que ya tiene en marcha el Ayuntamiento hay que pensar que ya es posible la BRT con vehículos electrónicos

Fotografía de una de las primeras guaguas que llegaron a la capital.

A principios del siglo XX, en plena dictadura de Primo de Rivera, los propietarios de las tartanas que hacían el transporte de viajeros en la ciudad de Las Palmas (que así se llamaba entonces, sin el añadido de Gran Canaria, que se incorpora en 1940) notaban que los los ciudadanos preferían viajar en las guaguas, vehículo de reciente introducción, más moderno y de mayor capacidad, por lo que protestaron ante el Ayuntamiento, pidiendo que se les protegiese frente al nuevo sistema de transporte. Para eso, colocaron las tartanas frente a las casas consistoriales, en la Plaza de Santa Ana, impidiendo el paso a los miembros del pleno. Hay quien dice que, en su desesperación, metieron un caballo en el despacho del alcalde Salvador Manrique de Lara y Massieu.

Lo anterior me lo comentó el viejo guagüero Policarpo Bethencourt y lo refiero como relato en el que queda claro que el futuro siempre llega, inevitable, con resultados a veces trágicos para lo existente y, en ocasiones, conllevando su total desaparición. Si hoy se le pregunta a un joven, posiblemente dirá que tartanero es un vendedor de tartas y sabemos que caballo puede ser, además de semoviente, una unidad de potencia (CV).

Si el pasado siglo fue en el que se popularizó el transporte de viajeros, en su tercio final la movilidad urbana sostenible era ya una necesidad, en el actual siglo XXI será su verdadero reto. Se están produciendo cambios profundos, casi revolucionarios, reinventando el concepto de movilidad y el propio sistema tal y como funciona en la actualidad. Estas revoluciones, que son simultáneas, transversales, colaborativas y complementarias, recorrerán en poquísimos años la distancia tecnológica que hay entre una carta de un afamado maestro amanuense del siglo de oro y el Whatsapp.

La popularización del coche eléctrico, ya en su tercera evolución y que pronto puede alcanzar su pleno desarrollo tecnológico, da lugar al concepto de electromovilidad; la conducción autónoma y segura, las plataformas de servicios de movilidad, más allá de la economía compartida, que tiene como punta de lanza Uber, Blablacar, etc... Y la movilidad compartida con el carsharing; el llamado Internet de las cosas y el coche hiperconectado; la fabricación de productos de ayuda a la movilidad, dejando atrás la calificación de inteligente, "smart", para concentrarse en fabricar productos cognitivos, que permiten un mejor diseño, servicios más valiosos y nuevas y mejores conexiones; el uso intensivo de las grandes bolsas de macrodatos o datos masivos considerados como el nuevo petróleo que en los años noventa del anterior siglo el informático teórico estadounidense John Mashey conceptuó como Big Data; el cambio de mentalidad de los fabricantes de coches y hoy vemos a los presidentes de Ford, Seat o BMW diciendo que su negocio ahora no es fabricar coches, sino que son "proveedores de movilidad, aceptando que no pueden fabricar sólo coches, sino a contribuir a la sostenibilidad y tener así "clientes más felices"; y la entrada de compañías informáticas como Apple, con su especial cultura empresarial, en el mundo del automóvil, son algunas de estas transformaciones que están ya recién implementadas o en fases de grandes evoluciones y por lo que pertenecen a la movilidad del futuro.

La frase "quién tiene el dinero tiene el poder" fue superada por la de "quién tiene la información tiene el poder" y es precisamente la información, el modo de obtenerla, de almacenarla, de tratarla y de venderla el fundamento sobre el que se sostiene el futuro. Sabíamos que si algo es gratis, entonces el producto eres tú, pero también deberíamos saber que cada uno de nosotros somos un sensor que emite y recibe cada día miles de input, mediante los teléfonos móviles, tablet o cualquier cosa conectada. Desengáñate, eres una secuencia bidireccional de bytes de datos y, consuélate, el Big Data te quiere.

Los datos, cuyo principal reto y costo eran generarlos, hoy son enviados por millones y millones de personas, casi siempre en tiempo real, y entregados "gratis et amore" a las grandes compañías tecnológicas, para mayor gloria del Big Data y de sus cuentas de resultados. Los vehículos, a partir de cierta gama, tienen ya conexión a Internet. En el pasado, el cinturón de seguridad empezaron a llevarlo los coches de alta gama, hasta que por su comprobada eficiencia fue obligatorio en todos vehículos. Sin ninguna duda que pronto será obligatorio que todos los vehículos estén conectados. Entonces nuestro coche también será otro sensor, cuya información será entregada también gratis total. Hay sensores en todas partes, en casi todos los productos del llamado "internet de las cosas". Se supone que el Estado sabe muchas cosas de cada uno de nosotros, que lo saben todo de ti, como en la película La vida de los otros. Eso era hasta anteayer. Hoy, por ejemplo, Google sabe más de ti que el propio Estado. Cada clic es una confesión total. Sabe hasta aquellos datos que jamás quisieras que supiera y no me refiero exclusivamente a los de filiación o fiscales ni a la música que oyes ni las películas que ves. Sabe cómo te mueves por la ciudad, marca y modelo del vehículo, a qué hora, origen a destino, tiempo del viaje, si vas acompañado y con quién y un largo y estremecedor etcétera, todo ello con múltiples cruces de datos de distintas aplicaciones, casi siempre sin tu autorización y, como en la película, no se puede ni siquiera imaginar hasta qué punto va a influir en la concepción de la vida y del mundo. Y esto es considerado como puro petróleo, puro negocio. Se trata de almacenarlo, procesarlo y venderlo.

Con la hiperconectividad se pone en peligro la intimidad de las personas y se colisiona claramente con cualquier ley de protección de datos. Pero la intimidad, entendida como preservación del sujeto y sus actos del resto de seres humanos, puede ser sacrificada en forma voluntaria, normalmente a cambio de beneficios percibidos. No está claro que cuando los adolescentes cambian intimidad por conectividad, sepan las consecuencias, pero en todo caso llevan hasta sus últimas consecuencia el "no sin mi móvil". La antropóloga cultural Gabriela Coleman, dice que "en el futuro sólo dispondremos de unas pocas burbujas de privacidad".

La mayor urbe de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, tiene con Guaguas Municipales un buen transporte público urbano colectivo. Estos sistemas suelen ser rígidos, pues ponen a disposición de la ciudadanía trayectos, horarios y vehículos que solo varían según demanda, horarios y temporalidad. Dar respuesta rápida a los nuevos comportamientos de movilidad de sus habitantes es casi imposible. Pero tratando los datos emitidos por los ciudadanos-sensores y vehículos-sensores, por ejemplo, se podría detectar que desde un punto a otro de nuestra ciudad y entre las 10.00 y las 13.00 horas, de lunes a jueves, hay demanda suficiente para poner una nueva línea de guaguas que cubra esos servicios. O regular mejor la carga de oferta de plazas en algunos tramos horarios. En Sevilla, el Consorcio de Transportes Metropolitano, ha llegado recientemente a un acuerdo con el carsharing Bluemove, para que los usuarios que combinen el uso de las servicios de guaguas metropolitanas con su sistema de alquiler de vehículos durante cortos períodos de tiempo, habitualmente por horas, que conlleva ventajas económicas y ambientales respecto al vehículo privado y se configura como una alternativa complementaria al transporte público y a la bicicleta, puedan beneficiarse del bono de 10 euros, ampliando la propia definición de intermodalidad. Son ejemplos de posibilidades que pronto se podrán emplear en nuestra Isla y que los operadores deben prepararse para aplicarlas consiguiendo un sistema de transporte más flexible.

Las Vegas, en Estados Unidos, cuenta desde hace años con un magnífico sistema de Bus Rapid Transit (BRT), Metropolitan Area Express (MAX), que circula sobre neumáticos con guía óptica, con lo cual el conductor apenas interviene en su conducción. Hace ya diez años hice pública la propuesta de un sistema de alto nivel de servicio para el transporte urbano colectivo de viajeros en Las Palmas de Gran Canaria, un BRT llamado popularmente Guagua Express para afrontar una serie de desafíos importantísimos: el caos circulatorio, la pérdida de velocidad comercial, la limitación de los espacios públicos, la contaminación ambiental, etc. Y dar respuesta ofreciendo a sus habitantes la movilidad que garantice su calidad de vida. Además de proporcionar el máximo valor medido en términos de costo de ciclo de vida y siendo la opción más económica en inversión de capital, tanto por kilómetro como por viajero. Su tiempo de implementación es corto comparado con otros sistemas y, muy importante, aprovecha todas las potencialidades y de know-how de los operadores locales. Para el proyecto que ya tiene en marcha el Ayuntamiento es imprescindible pensar que ya es posible la Guagua Express con vehículos eléctricos y conducción autónoma.

La idea de arrendar habitaciones o casas, o de compartir objetos, vehículos y gastos de viaje, no es novedosa, lo que llama la atención es la escala del fenómeno y el uso masivo de aplicaciones que facilitan y fomentan estas posibilidades. Por eso, los operadores de transporte colectivo de viajeros, tanto regular como discrecional, que han funcionado durante décadas con el mismo modelo de protección y, por lo cual, hace tiempo que no entran nuevas empresas a competir, deben afrontar el futuro sabiendo que empresas de economía compartida llegarán, más pronto que tarde, a nuestra Isla. En Alemania, Francia y otros países europeos ya actúan compañías como Blablacar y operarán en nuestro país, bien por la propia adaptación voluntaria de las leyes españolas u obligadas por las comunitarias europeas.

Nuestros taxistas, que a la vista de sus últimas protestas, parece que sus mayores problemas son el descansar o no uno o varios días a la semana, como se hace en todas las grandes ciudades de España, o el uniforme, su color, si el taxista hombre puede llevar falda de mujer y si atenta o no contra su libertad personal, la constitución española y el propio derecho a decidir, saben que empresas como Uber funcionan en España y que se implantarán en nuestra ciudad, cuando ellas quieran. Cuando los números se lo indiquen, no cuando quieran los taxistas. Y cuando vengan perderán lo más valioso que tienen: el monopolio local y protegido del transporte individual de viajeros. Tendrán que repartirse los viajeros y se tendrán que adaptar para evitar ser expulsados del mercado. Quizás mantengan por algún tiempo la ventaja de las paradas en calles públicas y la reserva de carriles exclusivos o compartidos con otro servicio público. Esto es una fortaleza que deberán tener en cuenta para su supervivencia. O podrán protestar y ya sabemos cómo históricamente protestan los trabajadores del transporte, desde los tartaneros a hoy. Deben pensar en el futuro que viene y no conducir contra él. Es duro, riesgoso, pero sobre todo, inevitable. Y aunque coloquen, a modo de protesta, la totalidad de la flota de taxis con su impresionante número de caballos (CV), frente las casas consistoriales para impedir no sé cuántos plenos del muy excelentísimo e ilustre Ayuntamiento o hagan las huelgas que "nunca se vieron sobre la faz de la tierra", perderán. En un próximo artículo se pondrá el nombre del alcalde correspondiente.

Dicen que el pensar lógico se caracteriza porque opera mediante conceptos y razonamientos y, por ello, sabemos que el futuro viene más rápido y en solo dos o tres versiones.

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