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Aquí la Tierra Imágenes en viaje

Mantón de Tafira

José García de la Torre imprimió en Alemania su vals para piano 'Recuerdos de Tafira', que se le entregó con una cubierta con una Manola en un paisaje de edificios verticales y poderosas luces

Portada de la partitura de 'Recuerdos de Tafira', de J. G. de la Torre.

Para quienes conservan memoria directa de Las Palmas de los años sesenta, Tafira es ahora un lugar muy distinto del que fue. Entonces era aún una zona en la que las casas de familias acomodadas se diseminaban entre fincas agrícolas, un asentamiento separado de la ciudad, la cual, a su vez, tenía unos contornos más definidos.

La explosión y subsiguiente dispersión urbana que comenzó a final de la década terminó por convertir a Tafira en lo que es hoy: un barrio más de Las Palmas en el que los últimos relictos rurales se extinguen. Pero a principios del siglo XX, cuando era aún más campestre que en los sesenta, hubo quien la imaginó como un núcleo urbano sofisticado, con construcciones modernas y luces artificiales que desafiaban el dominio de la noche.

Tal fue el caso del ilustrador de la cubierta de la partitura de Recuerdos de Tafira. Como otros músicos canarios coetáneos, José García de la Torre, que compuso este vals para piano en algún momento de los años veinte, mandó a imprimirlo en Berlín, y el documento, que se conserva en la biblioteca de El Museo Canario, le fue entregado con esta llamativa ilustración que firma un tal Vogt.

Más propia, en principio, de una zarzuela que de un vals, la chula que mira al contemplador en primer plano de la imagen responde a la estética castiza de la época: mantón de Manila, peinado redondo con amorcillos, flores prendidas de sus cabellos negros y abanico sostenido con coquetería.

Una figura típica, regionalista, como la del célebre cartel de anís El Mono de Ramón Casas, que en su momento provocó alguna crítica airada por el hecho de que un licor fabricado en Badalona se anunciase con un personaje más propio del vino de Jerez o de la manzanilla.

Cabe suponer a este respecto que más de un conocido de García de la Torre levantaría también una ceja al ver la cubierta de su partitura, pues, hasta donde alcanza a saber este reportero, en el paisaje humano de la Tafira de entonces no predominaban las manolas.

Es bien probable que todo se redujese a la circunstancia de que cuando los compositores insulares de aquel tiempo enviaban sus partituras a las editoriales alemanas, las cubiertas quedasen al criterio del ilustrador de turno, que, para no andar complicándose la vida, daría rienda suelta a sus fantasías sobre lo español, fuera cual fuese la naturaleza del encargo.

Así en otra partitura que se conserva igualmente en El Museo Canario, Foxtrot español, de Víctor Doreste, editada en Berlín en 1923, aparece otra chulapa, en este caso con más sentido, pero nada, sin embargo, hace pensar en el popular baile estadounidense que nace con las primeras orquestas de jazz, tan mal vistas en los sectores europeos más conservadores de la época.

Partitura

Pero además de por la figura protagonista de la imagen, la cubierta de la partitura de Recuerdos de Tafira desconcierta, como se ha dicho, por las potentes luces eléctricas que se proyectan desde el fondo bajo las que se recortan las viviendas de unos edificios verticales que poco tienen que ver con las mansiones de estilo inglés y demás casonas de trazas tradicionales que, junto con las humildes viviendas rurales, conformaban el paisaje construido de la Tafira de entonces.

¿Suministraría José García de la Torre a la editorial alemana una fotografía o daría al menos indicaciones al respecto de cómo era Tafira en el momento en que hizo su encargo? ¿Tendría alguna noticia Vogt por algún otro conducto de cuál era el paisaje tafireño?

Lo cierto es que entre la manola, las luces eléctricas y los edificios verticales, recordar, lo que se dice recordar, la cubierta de la partitura de 'Recuerdos de Tafira', recuerda bien poco al enclave de Las Palmas.

La impresión que transmite, más bien, es que algún malvado le echó a Vogt algún tipo de sustancia en un vaso que habría de beberse antes de ponerse manos a la obra.

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