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Pilotos de drones acuáticos

Una empresa portuaria es una de las dos de España que dan cursos de robots submarinos

Es como volar bajo el agua o como manejar un drone sumergible. Esos son dos de los ejemplos que José María Sepúlveda, director de la empresa de formación Qstar, utiliza para explicar en pocas palabras cómo se maneja un ROV (del acrónimo inglés Remote Operated Vehicle), o lo que es lo mismo, un robot submarino no tripulados que tan de moda se puso durante los últimos años en el Archipiélago por fenómenos como el volcán Tagoro de El Hierro o sucesos como el hundimiento del pesquero ruso Oleg Naydenov al sur de Gran Canaria. Esta compañía, con base en el Puerto de La Luz, es una de las dos empresas que imparten cursos para el pilotaje de estos artefactos en España. "Es una profesión -piloto de ROV- que está en auge, sobre todo dentro del sector offshore" a pesar de que desde el año pasado se ha reducido considerablemente la exploración de pozos petrolíferos en alta mar, explica José María Sepúlveda.

Es esta salida profesionales, entre otras como las prospecciones arqueológicas o el mantenimiento de buques, la que más atrae a los casi 400 estudiantes que durante los últimos cuatro años han pasado por las aulas de esta entidad. La mayoría son de origen extranjero, sobre todo de aquellos países donde la industria offshore lleva tiempo implantada como México, Venezuela, Nigeria, India o Noruega.

Del estado azteca llega Martín García Torres, concretamente de la ciudad de Veracruz. "Trabajo como buzo en el ocho, el área de plataformas del Golfo de México, desde hace cuatro años", indica. Este joven quiere ampliar sus salidas dentro de este campo. "A partir de ahora puedo participar en trabajos a mayor profundidad", añade.

Estos profesionales acaban las siete semanas del curso denominado premium con una titulación de piloto grado II con una compañía que es miembro del IMCA (International Marine Contractor Association), una asociación internacional para servicio offshore. En el caso de Martín García, su formación como buzo hace que tenga ventajas con respecto a otros compañeros a la hora de manejar mejor los robots.

Lo mismo le ocurre al catalán Gerard Busom, quién decidió dejar del lado el submarinismo porque considera que es "un trabajo muy físico y arriesgado" que además "tiene una edad limitada". "Con estos conocimientos amplío mis salidas profesionales en el ámbito offshore y no pongo en riesgo en mi vida". Escogió el centro de formación de Qstar porque es el único del país que ofrece prácticas en su propio barco. "Es lo más parecido a lo que te vas a encontrar cuando salgas al mundo laboral", apunta poco antes de iniciar la última clase del curso.

Elliot Ramos es el instructor. Este chileno, natural de la ciudad de Valparaiso, relata que los cursos se adaptan a los alumnos, que en muchos casos llegan con perfiles totalmente distintos. "Un submarino de este tipo es una estructura metálica que tiene un 10% de elementos hidráulicos, otro 10 de mecánica y un 80% de electrónica; dependiendo de la formación se refuerza un área u otra", detalla.

La primera función de estos estudiantes cuando acabe el curso será dar apoyo al piloto en la cabina del buque desde donde se maneja el ROV y los brazos que ayudan a movilizar piezas. "Siempre hay dos personas pilotando y dependiendo del número de horas de vuelo el alumno podrá pasar a ser el primer piloto". Y es que, como resalta Víctor Sepúlveda, directivo de la escuela formativa, "se le llama hora de vuelo porque se asemeja a un avión, aquí también hay altitud, rumbo... y hacen falta más de 100 horas de vuelo para empezar a pilotar". "De aquí", agrega, "salen con unas 30-40 horas, preparados para ayudar a un equipo".

La gran mayoría de los que se forman son extranjero. Pero, ¿por qué apenas hay canarios? "Primero, porque la robótica submarina no está tan arraigada aquí, y segundo por el precio del curso", que asciende hasta unos 7.500 euros, responde Víctor Sepúlveda. Y es que en sus manos, estos futuros pilotos tendrán robots cuyo coste sobrepasa los 300.000 euros, aunque, como detalla José María Sepulveda, "ya están fabricando algunos por 2.500". Es decir, drones de agua al alcance de casi todos.

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