La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entrevista a Carlos Suárez

"La ciudad debe tener una alameda de plátanos libaneses como las de antaño"

"Donde hoy está el Reina Isabel había un palmeral del que hoy se conserva solo una palmera en el hotel", informa el botánico

Carlos Suárez, en el parque San Telmo. LA PROVINCIA / DLP

¿Si tuviera que describir la situación de los parques y jardines de la capital en pocas palabras cómo lo haría?

Yo creo que la ciudad tiene un conjunto de plazas y jardines que tienen valor histórico y patrimonial, pero otros ámbitos han caído en el olvido. Todo ese potencial hay que recuperarlo, reflotar el valor de la jardinería como un elemento distintivo de nuestro patrimonio.

¿Nuestro clima es especialmente propicio para que se den especies singulares?

Históricamente, los jardines de Las Palmas de Gran Canaria son tan ricos patrimonialmente como los de La Laguna, por ejemplo. Hay referencias antiguas a trabajos que se llevaron a cabo en esta ciudad, como los dos intentos de aclimatación de especies americanas en el siglo XVIII, que llevó a cabo Viera y Clavijo, que plantó especies productivas, no sólo americanas sino asiáticas, por un encargo, aunque finalmente este jardín se quedó en La Orotava. Hay informes que explican que la ciudad era propicia para traer estas plantas exóticas por la presencia del Puerto y por el clima. A partir de este hecho, se inicia todo un proceso de amor a la jardinería en esta ciudad. Sucede que, aunque ese amor tiene un origen en las clases aristocráticas o burguesas, las plantas son generosas, partes un esqueje y lo reproduces en otro espacio, lo que democratiza su presencia. Los jardines proliferaron, en algunos casos, como en el del Hospital San Martín, las plantas no solo eran decorativas, sino farmacéuticas. Una historia sorprendente es la de las cycas, una especie de palmeras que aún hoy se ven en el interior del Hospital San Martín. No sabemos la edad que tienen, pero son sorprendentemente grandes, lo que quiere decir que son antiguas, quizá de 1780, fecha de la que es el edificio. Luego, otros ejemplares similares surgieron por la ciudad, como en la Casa Pérez Galdós.

¿Qué importancia tuvieron los patios ajardinados de Vegueta?

Toda la parte baja de la ciudad eran terrenos muy fértiles. Asociados a los seis conventos que surgieron en esta zona había huertas con plantas productivas y medicinales. Pero es que, además, hasta bien entrado el siglo XIX, en Vegueta hubo una serie de patios en casas señoriales, desde calle Castrillo hasta el Guiniguada, que albergaban jardines preciosos. Un ejemplo es la famosa casa de Verdugo, que era una familia vinculada a la agronomía, y donde hay ejemplos espectaculares como las ceibas. Los jardines en la época de Ponce de León, en la actual sede de Mapfre Guanarteme... Estos lugares fueron visitados en 1895 y 1903 por botánicos ingleses y estadounidenses que hicieron inventarios, y gracias a eso, hoy conocemos las especies que integraban estos jardines. La pérdida de toda esa cultura de la jardinería hizo que fueran cayendo bajo la piqueta.

¿Cómo era la Alameda de Colón?

La Alameda perdió los álamos, que, en realidad, eran plátanos del Líbano. En los años 20 se rediseñó la plaza y se quitaron estos árboles caducifolios para poner ficus y otras plantas de jardinería. Era el núcleo donde se encontraba la gente de la Ilustración. Uno de los alcaldes encargó a Domingo Déniz Grek la dirección de La Alameda, que se abría de día y se cerraba por las noches. Hoy hay que reivindicar que tanta memoria de jardinería no tendría que estar en manos privadas, nunca, sino mantenerse como parte del patrimonio público, como se hizo hasta el otro día. Ahora tenemos un espacio que hay que aprovechar, pero una de las iniciativas que propongo es recuperar las alamedas de plátanos del Líbano, como la que también había originalmente en San Bernardo.

¿Y cuándo empezó a cambiar todo eso? ¿Durante el desarrollismo de los años 60 del pasado siglo?

No especialmente, ha sido peor durante estos últimos años. En los años sesenta se hicieron decretos de repoblación en Gran Canaria y en la ciudad, por ejemplo en las laderas del paseo de Chil, donde tuvo un papel muy importante Juanito Ficus. En esta época las dos administraciones potenciaron la agronomía, surgió el Jardín Botánico Viera y Clavijo y otras muchas iniciativas de cara a la recuperación forestal de la ciudad. Contamos además con un elemento especial como fue la llegada de Rubió i Tudurí, que venía con una experiencia sobrada en planificación de grandes áreas verdes en Barcelona. Tenía la visión de los jardines como espacios de disfrute ciudadano y como una forma de regenerar la ciudad. Era muy conservador, pero yo diría que fue uno de los primeros ecologistas, porque estaba convencido de que había que guardar zonas para que los ciudadanos disfrutaran. Lo contrataron aquí y venía tres veces al año a asesorar a las autoridades de la época, entre 1952 y 1961. Diseñó hasta 30 proyectos entre públicos y privados. Era el momento de los grandes polígonos, pero él planteó todo un documento en el que daban las instrucciones de cómo conservar y regenerar zonas de la ciudad, manteniendo la belleza que podía tener. Era un excelente arquitecto paisajista.

¿Y se llevaron a cabo sus 30 proyectos?

No. De todo el perímetro de repoblación obligatorio de San Antonio al Estadio Insular, y luego hasta conectar con Santa Catalina, solo se hicieron las laderas de Altavista y el barranquillo Viera, que une la plaza Don Benito con el Paseo de Chil. Además, diseñó la propia plaza Don Benito, de la que solo se hizo una parte y también la de La Feria, que tampoco se ejecutó. Sin embargo, yo creo que cuando más se han dañado las zonas verdes de la ciudad ha sido en los últimos años, en el sentido de ocupación del espacio. Hay parcelas donde no se debió construir, aunque aún hay esperanza para algunas zonas, como por ejemplo el barranco Guiniguada, para el que hay un precioso proyecto de Fernández Aceituno.

Hábleme de los botánicos extranjeros que han recalado por la ciudad.

En 1903, 1924 y 1925 millonarios filántropos británicos y estadounidenses convirtieron un yate en un laboratorio y enviaron a la Isla a botánicos como Morris y Fairchild, junto a ornitólogos y entomólogos, para estudiar los endemismos con un fin económico más que científico. Aquí pronto se vincularon con la colonia inglesa y con familias adineradas, que las había y con importantes jardines. Por ejemplo con los Rodríguez Quegles, que eran banqueros del Banco del Oeste de África, y tenían un palmeral donde hoy se levanta el Hotel Reina Isabel, en un jardín que llamaban Villa Carmen, en honor a una señora de su familia que decían que era muy hermosa. Hay fotos de Fairchild en ese espacio y en 1961 aún estaban las palmeras. Luego, el arquitecto que construyó el hotel se empeñó en dejar una, que es la que aún se puede ver. En otros lugares como en los apartamentos de Vegueta del que fuera el jardín de Verdugo no dejaron ningún vestigio, y eso que había ombúes que eran bastante añejos.

Cuando las autoridades dicen que no pueden intervenir en los jardines privados, como sucedió en la casa de la plazoleta Milton, ¿qué piensa?

Rubió i Tudurí defiende que la ciudad no es nada sin la participación de la gente, la savia de las ciudades la dan las instituciones y las personas defendiendo sus pequeños territorios. En Gran Canaria hubo una época de exposiciones de plantas en las que confluía mucha gente. Se daba un premio hasta del mejor balcón florido. Ahora parece que todo es un problema desde la jardinería, por eso hay que valorar la participación pública. Recuperar la participación ciudadana y la defensa de espacios públicos. No entro en el tema de si es legal o ilegal intervenir en un jardín privado, pero es igual que en un edificio protegido. El patrimonio vegetal es parte del bien público. Va más allá de que sea tuyo, hay una función social que te obliga a mantenerlo. Es necesario potenciar que esos valores se mantengan, con bonificaciones o apoyos, y tenerlo en cuenta para la ordenación. Las licencias de Ciudad Jardín o del Paseo de Chil se vinculaban en su día al ajardinamiento. De cuatro partes, solo una se podía edificar. Eso es proteger las zonas verdes. La gente es la savia del urbanismo.

Usted pertenece a la plataforma que ha pedido que se haga un catálogo de plantas y jardines y ha entregado un documento al Ayuntamiento firmado por 1.300 personas e instituciones. ¿Cómo debe hacerse ese catálogo?

No se debe encargar a una institución, sino a grupos de expertos y ciudadanos, porque los árboles no solo tienen un valor taxonómico o botánico, son patrimonio de la sociedad.

Elija tres árboles emblemáticos de la ciudad que haya que cuidar.

El drago de Espíritu Santo es centenario y tiene una cierta inclinación. Es para estar preocupado. La araucaria de Cook que hay en la Fundación Mapfre, y luego los cuatro palmitos que hay junto a los que se cayeron, son de la misma época y hay que ponerles aros para que no caigan. El drago de Icod tiene sensores que controlan su humedad, aquí habría que proteger también a nuestros árboles.

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