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Aquí la Tierra El texto de la ciudad

Política publicitaria

Junto a la imagen comercial, la propaganda oficial diseminada por Las Palmas constituye, como nunca en su historia, un componente fundamental de la ciudad

Política publicitaria

En buena medida, una ciudad es una descomunal exhibición publicitaria y sin tener presente esta dimensión, en la que lo público y lo publicitario se solapan, no es posible pensar la condición urbana contemporánea. Las Palmas no es una excepción en este paisaje global de signos seductores que compiten para atraer al transeúnte: sin tales imágenes será difícil imaginarla.

Por lo demás, amén del icono comercial, la propaganda que la administración disemina por la ciudad es también imagen publicitaria. Carteles, letreros, vallas, pantallas digitales y todo tipo de señales con mensajes de promoción oficial hacen, como nunca antes en la historia, que la comunicación en el espacio urbano sea un componente fundamental del mismo. Una textura indispensable para leer el texto de la ciudad.

Piénsese, por ejemplo, en ese anagrama que coloca el Ayuntamiento de Las Palmas en la publicidad de los acontecimientos que organiza y que contiene la frase "Toda una ciudad". Es un lema, naturalmente, pero parece también un lapsus: esta necesidad de reafirmar lo que en principio es obvio, que Las Palmas es toda una ciudad, puede ser en última instancia un síntoma de malestar ante la crisis de la ciudad misma, dispersa por lo que hasta no hace tanto conocíamos como el campo e indisociable ya de la Tecnópolis digital. Si no fuese así, cuesta entender por qué el consistorio no recubre también todos los componentes de la ciudad con más enunciados tautológicos tipo "Todo un semáforo", "Toda una calle de un solo carril", "Todo un camión de recogida de basura", "Todo un policía local que dirige el tráfico" o "Todo un perro de la Plaza Santa Ana".

Cuando, como ocurre hoy, la política se convierte en espectáculo y cuando, como correlato, el espacio público se transforma en imagen pública, prolifera en la ciudad este tipo de propaganda institucional. Otro ejemplo elocuente en la urbe que nos ocupa es ese anagrama-jardinera emplazado en la Plaza de San Agustín y que reza "Vive Vegueta". Realmente, cuando alguien pasa por delante de este artefacto, ya, de un modo u otro, vive Vegueta, y, por tanto, no necesita de recomendaciones municipales al respecto. Es más, frente a la memoria del barrio antiguo de Las Palmas, este dispositivo de propaganda, que reduce un lugar histórico a mero telón de fondo, tiene el efecto de producir desmemoria.

Política de la memoria. Cuando se orienta en esta dirección adquiere casi siempre la forma de política de la nostalgia, de añoranza almibarada de algo que pertenece al pasado o está en trance de ello. La valla que cubre desde hace años la parcela de la Cícer -pasan los mandatos y las promesas y ésta nunca termina de tener uso público- fue embellecida en su momento por el Ayuntamiento con textos e imágenes cuyo fin último es puramente autocelebratorio. Entre estos hay uno que dice: "Vive tus calles de siempre". De nuevo, como en el anagrama-jardinera, una invitación a una obviedad: ningún ciudadano necesita indicaciones edilicias para vivir sus calles "de siempre". No obstante, puede ser también que, como en el enunciado "Toda una ciudad", nos encontremos nuevamente ante otro lapsus-lema. Y es que en la actualidad, si ya era deficiente, el espacio público de Las Palmas es progresivamente reemplazado por el centro comercial como polo principal del encuentro colectivo. Absorbido por este templo de la mercancía, el encuentro vecinal se evapora poco a poco de las calles "de siempre". Y ello, con el concurso entusiasta del Ayuntamiento, de sus ordenanzas, de sus estrategias de la apariencia.

Política publicitaria. Puede que no esté lejos el día en que Las Palmas aparezca completamente cubierta de lemas con recomendaciones municipales como "hazte preguntas sobre el universo", "lee los letreros, que para eso están", "vive y muere en Las Palmas" o "córtate el pelo, o déjatelo crecer".

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