Hace dos años Alejandro Morales, El Príncipe de la Noche, comenzó a sufrir lagunas mentales de las que inicialmente culpó a factores estresantes relacionados con su trabajo de relaciones públicas y actividades comerciales en la isla de Lanzarote, donde ha vivido los últimos años. Cuando las lagunas de memoria fueron a más, su estado preocupó seriamente a los amigos, que, finalmente, le aconsejaron un control médico neurológico que detectó inicialmente trastornos cognitivos, hasta que, desgraciadamente, llegó el peor diagnóstico: Alzheimer. Los que hemos estado cerca de Alejandro conocíamos el proceso y su angustia, pero la discreción era la mejor ayuda, sin embargo, una vez que su desorientación era evidente y demandaba cuidados especiales, sus amigos lo trasladaron de Lanzarote a Gran Canaria, su isla, hasta ingresarlo en el Centro de Día Valle Lentiscal, de régimen privado. El día lo pasa en el centro y a las cinco de la tarde lo llevan a la casa que, como sus hermanos, heredó de sus padres. Su aspecto físico es bueno, pero ya no puede salir solo, se extravía y en alguna ocasión ha sufrido caídas. Hace días protagonizó un extravió que acabó sin consecuencias porque una persona se percató de su estado y lo llevó a su casa. Otra madrugada, desorientado, salió sin rumbo por zonas que ya no reconoce, pero sin consecuencias físicas para él. Alejandro recuerda entre lágrimas esos episodios.

Hace tres semanas el popular Príncipe de la Noche, el mismo que ha vivido entre mimos y halagos durante 20 años, tomó la decisión de hacer público su estado de salud por varias razones. Fundamentalmente, para agradecer a Óscar Gutiérrez, gerente y propietario del centro que lo acoge, así como a Natalia Hernández, mano derecha de Óscar, que le hayan dado cobijo en momentos tan duros como los que está viviendo. Solo esa gratitud le animó a forzar su memoria para relatar la durísima experiencia de ver cómo los recuerdos se extinguen. Alejandro es un querido y viejo amigo, con quien, en los últimos meses, he hablado muchísimo; sabía de su angustia, de manera que en cada charla su decisión de hacer público su estado de salud era más exigente, hasta llegar a la súplica. Tenía prisa por contarlo, consciente de que el tiempo jugaba en su contra. Sus amigos y familia, sus hermanos, son testigos de su decisión, a pesar de que personalmente no me pareció una buena idea, sin embargo, ha dado el paso y la mejor muestra es este reportaje. No ha sido fácil para quien lo quiere; no obstante el fin de semana pasado me senté a su lado y hablamos. Cuatro horas de dolor. Sus lágrimas y sus miedos condujeron la charla atropellada e intermitente en la que Alejandro habló de lo que recuerda. Pero tiene días. Ese día estaba triste. "Tengo miedo, mucho. Estoy muy solo".

Nunca sabes cómo tratar a una persona con Alzheimer que es consciente, como lo es Alejandro, que está viviendo "lo peor de la enfermedad, sus inicios; cada vez recuerdo menos y entonces me pregunto qué va a ser de mí". Tiene amigos que lo cuidan y le acompañan, pero en los momentos duros se viene abajo sin remisión. La angustia le puede. De vez en cuando su memoria hace parada y fonda en los mil personajes famosos con los que convivió tantos años, relatando episodios divertidos, pero se enfada cuando se ve incapaz de recordar nombres?

Su aspecto físico es bueno, tal como pueden comprobar en las imágenes. Parece un niño que nos abraza mil veces: "No me dejen solo, no me dejen", repite una y otra vez. Aurora Cuenca, la joven directora del Centro de Día lo mima. Cuenta que un enfermo de Alzheimer vive en los inicios de la enfermedad su peores momentos. "Es el desconcierto, la incertidumbre, la angustia de desconocer qué pasará. El Alzheimer tiene varios procesos y por duro que sea el final, es la dependencia. Ahora mismo el que más sufre es el enfermo, pero más adelante serán su familia y los amigos a los que les tocará sufrir". Obviamente está medicado y en manos de especialistas que controlan su proceso.

Alejandro sigue siendo el presumido de siempre; le gusta la ropa conjuntada, verse guapo. Hace hoy siete días, sus amigos Lidia Batista y Juan Linares impusieron un poco de disciplina en su aspecto. Le rasuraron la barba blanca "que no eres Papá Noel, Ale". En un momentito se quitó 20 años de encima. Está guapo, con su elegancia de siempre. Estrenó ropa para combatir el frío de Tafira. Ese domingo estaba feliz, aunque esa felicidad le dura poco, justo hasta que inicia una conversación y guarda silencio. Se emociona.

Para los que no lo conozcan, que seguramente serán pocos, los más jóvenes, Alejandro, El Príncipe de la Noche, fue el canario que se coló en la jet set en cuyos famosos salones se movía como pez en el agua. La frase "vale más por lo que calla que por lo que cuenta" se hace realidad en Alejandro, el hombre que fue referente de la crónica social en Canarias y más tarde en Madrid. Últimamente vivió entre Lanzarote y Madrid donde desarrolló la imagen de proyectos turísticos. Poco a poco Morales desapareció de la crónica social de las islas, como si se lo hubiera tragado la tierra. Durante muchos años estuvo sin gran presencia social. Nuestra memoria recuerda la frenética actividad en el mundo rosa y sus continuas apariciones en medios nacionales. Las fiestas que organizaba Alejandro eran todo un acontecimiento, la gente se peleaba por estar en ellas. Las fotos que muestra son el mejor testimonio de su verdad. Pero la fiesta terminó.

Cuando en agosto de 2014 organizamos una cita en Lanzarote quise saber si el Príncipe de la Noche vivía todavía en la memoria de los canarios. Para eso las redes sociales son muy eficaces. Publiqué en Facebock la foto de Alejandro Morales y formulé una pregunta: "¿Le conocen?". Centenares de respuestas tales como "Inolvidable Alejandro", "¿El Príncipe de la noche le llamaban?", "Siempre estaba con los famosos, ¿no?". El día de aquella entrevista en el Restaurante Brisa Marina de Playa Blanca, de Juan Majorero, donde Alejandro era y es prácticamente de la familia, hablamos de sus correrías entre la jet set de Madrid, París, Barcelona y Canarias. Estaba lúcido y feliz. De eso hace solo dos años.

Alejandro Morales ha conocido tantos secretos de los famosos que aunque le pidieron que escribiera un libro hablando de ellos no quiso. "Son mis amigos. No puedo, no debo". Y punto. Si nos situamos en la trayectoria más conocida del personaje en Canarias habrá que decir que quien le abrió las puertas y le convirtió en personaje fue el diario La Provincia. 1982. Alejando comenzó a publicar una página semanal, "Cita de verano" se llamaba. En ella "Ale" contaba las fiestas de famosos, sus cordiales rupturas, sus proyectos, sus nuevos novios y novias, sus lujos y el mundo rosa con sus luces y sus sombras. La página la escribía desde Madrid o París, o en la misma redacción de La Provincia donde era personaje habitual hasta llegar a convertirse en un fenómeno social. Sus textos tuvieron un seguimiento brutal. El lector devoraba cada párrafo, y nuestro Príncipe de la Noche o Moralisímo, que era otra de sus firmas, escribía con gracia y un poco de ingenuidad, alcanzando tal popularidad que allá dónde llegaba firmaba autógrafos, como si de un personaje más se tratara.

Verlo ahora en el peor momento de su vida es doloroso. "Sabes que no miento. Era así", dice y me mira. Pero ¿quién es Alejandro Morales y de donde salió? Yo diría que fundamentalmente es una buena persona que creó un personaje y al que la vida golpeó con la pérdida de los dos grandes amores de su vida.

No encuentro mejor descripción que esa, buena persona. Santa Brígida, Las Palmas de Gran Canaria, Madrid y París fue su ruta cuando en 1971 dejó la isla, un recorrido no exento de obstáculos que fue resolviendo, porque la juventud maneja con destreza los contratiempos. Personalidades como Pierre Cardin, Sophia Loren, Jean Paul Gaultier, la Princesa Soraya, Grace Jones y otros más cercanos como Sara Montiel, Paco Rabanne, Carmen Franco, Normal Duval, Teresa Herrera, los Bardem, madre e hijos, y tantísimos otros están en fotos que guarda celosamente en un álbum del que se escapan oropeles, lentejuelas. Todos le dejaron entrar en sus azarosas vidas. Hoy leo aquella entrevista y reparo en una frase; "nunca me ha gustado publicar los escándalos, los fracasos, la parte fea de los personajes, no, no, prefiero la cara amable de la crónica social, porque siempre he tenido claro que la falta de respeto y la traición tienen las patas cortas. Entre muchos famosos y yo existe una amistad tal que he tenido en mis manos noticias que podría haber vendido por muchísimo dinero, pero no. Son amigos y si ellos no lo autorizan no lo hago. Nunca. Mi crónica es y será siempre amable", decía.