Camina apoyada en una muleta que no le impide ser diligente ni mucho menos le arrebata el sentido del humor. Nada más verla uno se da cuenta de que no hay otra como ella en toda la Feria de Artesanía que celebra su trigésima edición dentro y junto al Museo Elder hasta el próximo martes. Primero por los 87 años que tiene y con los que asegura poder "dibujar un ramo con los ojos cerrados". Y segundo, por el espíritu con el que habla sobre ella misma vestida de blanco impoluto bajo un enorme sombrero. "Voy a decir cómo me llamo, porque no tengo nada que ocultar. Eso sí, es muy feo", anuncia divertida sentada entre sus creaciones. "Me llamo Sotera Chocho Montesdeoca", confiesa antes de enumerar la cantidad de veces en las que ella misma ha bromeado con su apellido, en una ocasión, hasta con el expresidente canario Manuel Hermoso. No obstante, no es su nombre sino sus manos las que la tienen de nuevo en un encuentro de artesanos. "Me han traído porque no quieren que se pierda el oficio de caladora".

De Fuerteventura, madre de una hija y "fiestera" por naturaleza, Sotera Chocho se inició en el mundo del calado cuando era tan solo una niña y ayudaba a deshilar a su madre. A los 16 años ya dominaba el arte y a los 20 y pocos ya enseñaba en Ingenio donde aprendió a marcar, tras haber perfeccionado la técnica en la Casa del Coño cuando se vino a vivir a Gran Canaria. Una experiencia que ha ido consolidando hasta la fecha y que le ha reportado más de una alegría en forma de premio y, por supuesto, muchas anécdotas. Con cariño recuerda cómo varios de sus trabajos están en distintas partes de la Península. Uno de ellos enviado por ella personalmente al Palacio de la Zarzuela al Rey Juan Carlos I. Su hijo, el Rey Felipe VI, también tiene algunas de sus muestras de calado que ella misma le entregó en persona durante una de sus visitas a Antigua en la que el monarca, además del regalo, también le debe la vida a la casi nonagenaria. Y es que según recuerda, después del almuerzo el entonces príncipe se encontraba visiblemente mal, por lo que mandó al escolta que le trajese junto a ella. "Le agarré como a un niño y le dije: 've al baño y te metes los dedos en la boca y tira ese veneno que lo que te ha sentado mal es el queso'. Y si no lo tira se muere delante de mis ojos".

Los recuerdos de la caladora son una joya como también lo son sus creaciones que sigue realizando y que son el legado de la tierra que goza de una variedad cada vez más amplia en lo que a la artesanía se refiere. Así se puede observar en los 140 puestos que se reparten a lo largo de la feria en la que el arte cobra forma de tejidos, joyas, marroquinería, jabones, sombreros, cerámicas o juguetes, entre otros.

En este último ámbito se mueve precisamente la palmera María de Las Nieves Hernández, quien se estrena en la capital grancanaria con una muestra de amigurumi. "Esto es una técnica japonesa de hacer muñecos de croché", explica mientras mueve la aguja de ganchillo de la que han salido todo tipo de peluches, zapatitos, sonajeros o llaveros enfocados a los más pequeños.

Quién sí tiene muy presente a su mentora, la búlgara Biliana Borissova, es Lidia Falcón. Primera sombrerera artesana de Tenerife y segunda de Canarias, realiza verdaderas obras de arte para 'aderezar' cabezas. Elaboradas con productos vegetales como el tronco de las plataneras y adornadas con coloridas telas, sus viseras son un espectáculo que para nada desmerecen a los gorros y tocados, de cuya creación se enamoró hace años en Sevilla.

A tan solo unos metros de Falcón, Lidia Núñez también exhibe fulares, lámparas, vestidos, corbatas o collares, entre otras cosas, que ha confeccionado con las sedas naturales que ella misma pinta a mano en Fuerteventura. Una técnica que prácticamente aprendió de forma autodidacta a la que se dedica profesionalmente desde 2002.

De Lanzarote han llegado también a la feria Nicola Giannini y Gabriel da Fonseca. Ambos trabajan en el mismo taller y se dedican a la creación de objetos a partir de materiales reciclados, si bien tienen estilos e intereses diferentes. Mientras que el italiano confecciona carteras a base de páginas de cómics plastificados, o transforma corchos de botellas en llaveros de superhéroes; el argentino realiza bisutería con piezas de cerámica de estampados vintage, inspirados en la náutica y las telas antiguas.