La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entrevista

"La asignatura pendiente de la policía son los idiomas"

"Hay que seguir vigilando la noche, los ruidos, los accidentes y el consumo de alcohol entre menores", destaca Javier Henríquez Rodríguez

Javier Henríquez Rodríguez, ayer. YAIZA SOCORRO

¿Se siente liberado?

Sí. Sabía que me iba a jubilar y que me iba a llegar esta etapa de estar más tiempo con la familia, con los amigos. Estoy muy tranquilo.

¿Tiene alguna afición para llenar esta nueva etapa?

Varias. Me gusta la agricultura, la música, pasear, leer. Todos los fines de semana los aprovecho para ir a caminar porque esta Isla es preciosa; hago dos o tres horitas. En Tenoya, la familia tiene unos terrenos y me entretengo allí. Las cadenas del trabajo, aunque yo nunca las tuve porque siempre me gustó mi profesión, se han liberado.

Entró en 1996 en la Policía Local tras un tiempo destinado en Castellón.

Sí. Primero entré como funcionario en Marina, luego en la Dirección General de Seguridad y después en el Ejército, donde ingresé como oficial e hice la licenciatura de Derecho. En 1977 me fui a Castellón, tendría 25 años, y más tarde saqué la vacante de jefe de policía. Allí estuve casi 20 años alternando el cargo con el de profesor de Derecho Penal en la universidad. Fue una etapa bonita.

¿No quiso entrar en el Ejército?

No. En aquella época, hace 40 años, para ser jefe de la policía había que ser oficial de complemento del Ejército pero mi vocación fue siempre entrar en la Policía. Estaba esperando a que salieran las vacantes en Las Palmas pero cuando lo hicieron yo ya llevaba 15 años de comisario en Castellón y estaba muy a gusto. Luego, cuando se quedó libre la vacante, me presenté, pero ya no me hizo tanta ilusión. Entré en el servicio con la categoría de oficial, lo que hoy es subcomisario.

¿Cómo era el cuerpo en 1996?

Más pequeño de lo que es hoy y con el esquema de trabajo antiguo. En la Península ya se empezaba a evaluar el trabajo de los agentes con las técnicas de la empresa privada; había que hacer un parte de lo que se hacía cada día, que yo ya aplicaba en Castellón. Tampoco existían las unidades especializadas como las de tráfico, drogas, intervención. Este nuevo sistema chocó un poco, pero la gente fue muy receptiva y, entre todos, conseguimos que se mejorara. La prueba es que conseguimos el primer certificado de calidad dentro de la policía europea.

El alcalde Augusto Hidalgo le reconocía hace unos días su labor en este cambio.

Fueron unas palabras muy cariñosas; no sé si merecidas o no. Había voluntad de cambio, lo que yo creo es que no había quizás alguien que lo llevara a cabo. Pero no fue una labor solo mía, sino de todos los agentes que querían una policía más moderna.

¿Cuáles eran entonces los principales problemas de seguridad en la ciudad?

Los mayores problemas eran el tráfico y el tráfico de drogas, el menudeo en las plazas y parques. Era fácil ver a gente consumiendo, jeringuillas; era algo cotidiano. Había también un desorden muy grande en los ruidos, sobre todo con los ciclomotores, campaban a sus anchas. Había entonces cerca de 14.000 en la ciudad, la gente iba sin casco, dos en un vehículo, había centros hospitalarios que tenían camas preparadas los fines de semana para los accidentes, que eran muy graves. De hecho, cuando se tomaron medidas un poco fuertes los accidentes bajaron a un 50% y los robos casi desaparecieron. Se creó una unidad de ruidos formada por 12 componentes que se ocuparon, principalmente, del ruido de los ciclomotores y de los locales de copas, que trabajaron muy bien. Las aprehensiones de drogas llegaron a las 2.100. Y eso no era una cosa de dos o tres policías que le daban gusto al jefe, sino de toda la plantilla, que trabajó muy bien.

¿Cuántos eran entonces?

Unos 480. Llegamos a ser 700 y pico. Ahora hay bastantes vacantes; 23 han salido ahora y a principio de año, ya lo dijeron el alcalde y la directora de Seguridad, van a salir 68 con lo cual la plantilla ya se empieza a equilibrar un poco.

¿Había inseguridad ciudadana en esos años?

Lo que había era una inseguridad un tanto artificial creada por estos accidentes de motos, menudeo de drogas. Había por ejemplo siete depósitos de coche que tenían que tener agentes de vigilancia mañana, tarde y noche, con sus consiguientes libranzas porque había 7.000 coches cuando hoy rondan los 300. ¿Qué se hizo? Se unificó en uno y los cerca de 60 agentes que había allí salieron a la calle. Todo eso supuso un ahorro para la administración. Otra cosa que se reestructuró fue lo del tema de la documentación. Los agentes eran auténticos carteros, había 23 guardias dedicado a eso y pasaron a tres. También había mucho personal en oficinas que salió a la calle y se sustituyó por personal civil. En total, salieron a la calle unos 100 agentes. Seguíamos siendo funcionarios públicos y eso no nos lo va a quitar nadie, pero había que ser más eficientes, economizar y dedicarnos a nuestra verdadera tarea que era el patrullaje de la calle.

¿Cómo aceptaron los agentes ese cambio?

Hubo de todo. Los sindicatos hicieron su labor, luchar por conseguir mejoras para los trabajadores y, en determinadas cosas, era así; en otras, eran exigencias. Veían que las cosas cambiaban y que lo hacían con demasiada rapidez. Nunca los he criticado, era su papel.

¿Tuvo que dialogar mucho con ellos?

Ese papel le correspondía a los órganos políticos del Ayuntamiento. Nadie puede decir que no les he recibido en mi despacho hasta el día en que me he jubilado.

De todo las unidades que se han creado, policía de barrio, unidad canina, los GOIA... ¿de cuál se siente más orgulloso?

No tengo ninguna predilección, todas las labores eran necesarias. Cuando se crea el SEAMM, el servicio de atención a la mujer y al menor víctima de violencia, se hace por necesidad. Lo mismo que la unidad especial contra la droga, que luego se unió a los GOIA por el propio servicio y tienen incluso un mismo mando. También fue el caso de la unidad canina. Luego, lo que ocurre, es que las unidades se integran en otras como le ocurrió a la del ruido, que se unió a la de tráfico, porque decrecen los casos. Estoy orgulloso de todas. Quizás hay unidades que la gente no las valora tanto como los GOIA, los de intervención de droga, pero, en cambio, realizan una labor callada como el policía de distrito, el patrullero, al que se le contabiliza el tiempo desde que llama al ciudadano y acude al lugar, o el propio policía de barrio. El ciudadano lo que quiere es que le resuelvan el problema porque, en esos momentos el problema más importante en la ciudad es el suyo, y quiere que el agente llegue rápido. Quizás no quieren ver a los policías de tráfico en la acera donde ha aparcado mal pero sí patrullando por la noche en su barrio. Las quejas de los ciudadanos, por ejemplo, se tomaron muy encuentra también en jefatura. Hay servicios de los que estamos muy orgullosos como el de transmisiones -el Cemelpa-, uno de los mejores de España por no decir el mejor para que no nos tilden de vanidosos. O el twitter, que vino por un antiguo director general, ¿quién iba a pensar que iba a tener tanto éxito? Es después del de la policía local de Madrid el más seguido.

¿Y usted qué pensó cuando dijeron que iban a crear uno?

Todo en la policía, sin excluir nada; y lo dije en mi discurso de despedida, es mejorable. Todo requiere un análisis, una crítica y ver si se puede mejorar. Una policía no se puede anquilosar, hay que ir al ritmo de la sociedad. Un tuit no era necesario en el año 95 pero hoy en día no se concibe una policía sin twitter. Es esencial como lo son las nuevas tecnologías para la tramitación de expedientes. Anomalías; que ahora están en fase experimental con las PDA [Terminales de Datos Portátiles]. Qué ciudadano se va a negar a utilizar estas técnicas cuando sepa que su queja está en dos minutos en el departamento correspondiente o qué policía lo va hacer si se facilita su trabajo. ¿Quién se va a negar hoy a las cámaras de seguridad de la calle, ver cómo está el tráfico y poderlo dirigir desde la central? Nadie.

¿Han dado todos los alcaldes la misma prioridad a la seguridad de la ciudad ?

Siempre he aprovechado; y he tenido algún problema con ello, el día del patrón para pedir más personal, más medios materiales y más formación para los agentes. Son los tres pilares de la seguridad de la ciudad. He tenido nueve alcaldes y cada uno ha tenido su prioridad, aunque, a veces, no la marcan ellos, sino los vecinos. Son los que piden y los alcaldes tienden a contentar, en líneas generales, sus demandas, pese a que a veces no corresponda a ninguna de las 647 competencias que tiene la policía local. Siempre les hemos dado datos, estadísticas, para que supieran cuáles eran los problemas de la ciudad y la importancia de la seguridad. Por ejemplo, antes en el Carnaval había tantos problemas y heridos como ahora en todos los días juntos. El problema de seguridad en las fiestas les preocupaba mucho porque era también un problema para el ciudadano. Se fueron poniendo soluciones, controlando la entrada de bebidas al recinto, y ahora la seguridad preocupa menos porque también hay un Carnaval más tranquilo.

¿Qué alcalde ha entendido mejor las necesidades de los agentes municipales?

(Ríe). He tenido la suerte de llevarme, en líneas generales, bien con ellos. Con alguno he tenido un pequeño desencuentro pero somos un cuerpo jerarquizado y toda jerarquía lleva una disciplina y hay que adaptarse. Los funcionarios, por mucha categoría que tengamos, no venimos a hacer política sino a cumplir nuestras obligaciones, te gusten o no. La política la hacen el alcalde y los concejales. Como responsable de la policía local tienes que obedecer y dar ejemplo haciéndolo. Intentas convencerlo bajo tu punto de vista, pero a veces se consigue y otras no.

¿Cuántas veces tuvo que ser disciplinado?

(Ríe). Un par de veces pero no voy a contarlo. Si tu tienes interiorizada la disciplina, que tu no eres quien crea la política de seguridad, es fácil. Además, a mí nunca se me ha dado una orden ilegal, y eso es una ventaja. Si no se hubiera obedecido hubiera habido una dictadura policial y eso no ha existido. Tu intentas convencer, dar soluciones y luego el político coge aquella que más le interesa. Por ejemplo, ahora hay muchos problemas con los menores y el alcohol. Y tú se lo tienes que comunicar al político y decirle las medidas más adecuadas para paliarlo. Es difícil que el fenómeno criminológico se resuelva al 100%.

Y ahora que se marcha ¿ cuáles son esos problemas?

Uno de los problemas claves, que no es de ámbito policial nuestro, aunque lo hemos asumido como tal con una veintena de agentes, es el tráfico que se genera en la circunvalación en la entrada a la universidad y en otros puntos a los que tenemos que dar salida en una veintena de puestos y con el material que hay. También nos preocupa el tema de los menores que toman alcohol el fin de semana. La noche hay que seguirla vigilando, los accidentes, los ruidos. Debemos ser críticos, analizando el por qué ocurren las cosas. No nos gustaría que ocurrieran sucesos como en Madrid y, para eso, hay que estar siempre vigilantes.

¿El incremento de cruceristas ha elevado el número de robos?

¡Claro!, pero qué hicimos, pusimos enseguida vigilancia en la plaza de Canarias y en el Rastro, y está controlado.

Hablaba antes de las tres patas necesarias para que el cuerpo funcione ¿cuál es el handicap que tiene la policía municipal?

Si el tema de falta de personal va en línea de resolverse, yo insistiría más en el material. En cuanto a la formación no debe olvidarse nunca. Hay una asignatura pendiente y es que no se concibe que los policías no sepan idiomas en una zona turística como ésta; al menos inglés para indicarles las calles. Se les debe exigir a la entrada al cuerpo y, a los que están dentro, se les deben dar las máximas facilidades. Incluso darles un plus por ello.

En su carrera ha tenido varios desencuentros con agentes como el comisario que ahora le sustituye, Carlos Saavedra Brichis, y el ex jefe de Telde, Antonio Mederos, por cuestiones como su estatura o que no tenía carné de moto, ¿cómo lo encajó?

No ha influido en el servicio, se ha dilucidado en los tribunales. En ningún momento he visto indisciplina de esos compañeros, que tenían el mismo empleo que yo. Ellos sabían que yo era el jefe, aun quizás les hubiera gustado otra cosa. Mostraron sus desacuerdos en los tribunales, que para eso están. Es como lo de los sindicatos ¿cómo no van a pedir mejoras laborales? Pues es igual, aunque algunas cosas te dan risa como lo de la estatura, estirarme va a ser difícil (ríe). Hay que tomárselo a chirigota; sabíamos que lo perdían en los tribunales. O lo del carné de moto. A mí no se me exigió en el ingreso. Ni siquiera el de vehículos oficiales, aunque lo tengo y ahora no hace falta. No concibo a un jefe municipal en moto. Un jefe lo que tiene que tener es un casco (ríe) [de la cabeza] bien montado y estructurado.

¿Ha tenido que demostrar alguna vez quién era el jefe?

No, nunca.

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