Traspasar estos días las frías estancias del Castillo de Mata, convertido desde el 2015 en el Museo de la Ciudad y el Mar, es revivir el ajetreo que debió tener el Puerto a finales del siglo XIX, oír los coches de caballos por el empedrado del muelle Santa Catalina y las sirenas de los vapores al mismo tiempo que visualizar sombrillas, canutiers y carretillas llenas de maletas y sombrereras. Es una de las imágenes a las que nos transporta la exposición Los años de La Luz, un recorrido por el impacto histórico que tuvo el paso de la colonia británica en la ciudad durante las décadas que precedieron a la Primera Guerra Mundial y que, precisamente, llegaron a la Isla gracias a la construcción de La Luz (1883), encargada a la compañía Swanston, debido a la envergadura de la obra proyectada por el ingeniero teldense Juan de León y Castillo.

La muestra, comisariada por la doctora en historia María Teresa Valle Quesada, permite entrar en la oficina de la compañía Elder -una de las navieras británicas que se instaló en el Puerto y que también era consignataria, banco y exportadora- y leer algunos documentos relativos a la construcción de La Luz, así como de su actividad. No en vano, numerosas empresas británicas como navieras, consignatarias, talleres, depósitos y almacenes se instalaron a su alrededor en cuanto el Puerto se convirtió en una parada obligada para las expediciones a África y América.

Las navieras Royal Mail, British and African Seteam Navegation, African Seteamship, Pacific SteamNavegation, las carboneras Grand Canary Coaling y Blandy Brothers, The Grand Canary Coaling, y las empresas Miller, Blandy Brothers, Wilson Sons son algunos de los nombres que resonaron en los primeros años del siglo XX, según relata Alfredo Herrera Piqué en el libro 125 años de historia de nuestro Puerto.

Pero la exposición, que estará abierta hasta el próximo 31 de mayo, ofrece otras curiosidades más allá de los objetos y documentos relacionados con el Puerto ya que el impacto de la colonia inglesa en la Isla fue tan importante que afectó a otros sectores económicos como los cultivos de exportación, entre ellos el tomate y el plátano, el turismo y la propia vida social.

Las compañías navieras británicas instaladas en el Puerto buscaron la fórmula de rentabilizar sus viajes de retorno con productos cultivados en la Isla que exportaban hacia Europa. Uno de aquellos promotores fue Alfredo L. Jones, que estableció en La Luz la carbonera The Grand Canary Coaling, una sucursal de la compañía Elder y otra del Bank of British West África. El británico también contribuyó al impulso del turismo con la construcción del hotel Metropole -hoy Oficinas Municipales- y del Victoria, donde se hospedaban los viajeros británicos que venían a conocer lo benigno del clima y, como no, su historia.

Recorriendo el Castillo de Mata se pueden contemplar fotografías antiguas de británicos jugando al golf, celebrando una boda, el hall del antiguo hotel Metropole o un baile en el Club Inglés, entonces casi a pie de playa. También se muestran planos de la iglesia anglicana, algunos registros de matrimonios, las etiquetas de empaquetado de los tomates que se exportaban o los folletos turísticos donde se vendían los encantos de Gran Canaria.

Los años de La Luz revelan también el impacto que la llegada de los británicos causó en la vida doméstica. Muebles de madera, cabeceros de cama, lencería de cama, maquinas de coser, juegos de tocador, servicios de té, menaje de los hoteles, descubren al visitante el nivel económico y cultural en el que se movía la comunidad frente a los isleños. Entre este atractivo muestrario del hogar cabe destacar la colección de porcelana inglesa compuesta por 100 piezas del ex director del Jardín Canario, David Bramwell.

La comisaria María Teresa Valle, experta en el mueble tradicional grancanario, resaltó que los ingleses se encontraron con una industria muy rudimentaria en la Isla y que tuvieron que traer incluso a ebanistas para diseñar muebles que luego comenzaron a imitarse hasta el punto que los propios canarios creyeron durante años que los diseños formaban parte de la tradición isleña. Lo mismo ocurrió con otro tipo de enseres como los calados y los bordados.

La muestra ha sido posible gracias a que familias como los Bravo de Laguna, Blandy, Woods, Bramwell, Johnson Bellamy; entre otros, han cedido objetos heredados de sus antepasados o que ellos mismos han coleccionado. También del patrimonio que conserva la Fedac (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria) y el museo Elder.

Durante la inauguración de la muestra, que se celebró la pasada semana, la comunidad inglesa en Canarias mostró su satisfacción porque se hubiera sacado a la luz el papel de la comunidad británica en la historia de Gran Canaria, en ocasiones muy olvidado como la figura de Alfredo L. Jones. Así lo señaló el botánico David Bramwell, que a lo largo de su vida ha recopilado unas 400 teteras y juegos de te y café de porcelana inglesa comprados en mercadillos y también libros sobre la presencia británica en la Isla. Dorothy Burgues, durante muchos años presidenta del Club Inglés y que trabajó en la compañía Elder, señaló, por su parte, que en las familias canarias de origen británico hay mucho material de la época para realizar una exposición más extensa e incluso para crear un museo.