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40 años de alfombras del Palacio Persa

El iraní Farzad Taheri fundó la tienda a mediados de los 70 tras un negocio de pistachos

40 años de alfombras del Palacio Persa

Cualquiera podría pensar que en Canarias un negocio de alfombras no tiene sentido, pero solo hay que mirar al termómetro estos días para comprobar que, en ocasiones, la temperatura baja, se conjuga con la humedad del ambiente, y entonces es un placer tener a los pies sobre un tapiz cálido y colorido. Y si no que se lo pregunten al fundador del Palacio Persa, Farzad Taheri, que desde hace cuarenta años viste los suelos de las casas de muchos isleños.

La historia de Farzad en Gran Canaria comienza en 1958 cuando sus padres, perseguidos políticamente por ser miembros de la religión bahai, decidieron buscar una lugar tranquilo para vivir. El periplo familiar pasó por Afganistán y Marruecos antes de asentarse en la Isla, a donde Taheri llegó con ocho años. "Estudié la carrera de Ingeniería Industrial en Inglaterra y estuve dos años trabajando en Luxemburgo como ingeniero, pero me tiraba mucho la familia, no soportaba el frío", explica para contar en qué punto se encontraba antes de montar el negocio que hoy gestiona la segunda generación.

Farzad, casado con una iraní y padre de dos hijas, creó primero un negocio de pistachos, un fruto típico de su país y de su ciudad natal Rafsanjan, pero desconocido por aquella época en el Archipiélago. "Los traíamos desde Irán y aquí los tostábamos, los envasábamos y los distribuíamos por las tiendas", cuenta. Visto que el negocio funcionaba, Farzad se animó también a traer a Canarias otra mercancía de su tierra: las alfombras.

Ese fue el origen del Palacio Persa, una tienda ubicada en León y Castillo, entonces una de las principales arterias comerciales de la ciudad, dedicada a la venta exclusiva de este artículo de lujo, pero hecho de manera artesanal y tan relacionado con Oriente. Precisamente, en la civilización persa, que surgió en el siglo V antes de Cristo y cuyo territorio está hoy ocupado por Irán y otros países, nació esta artesanía, convertida en una manifestación artística que se extendió, posteriormente, a otros países del continente asiático y que los mercaderes italianos trajeron a occidente en los siglos XIV y XV.

El establecimiento se abrió en 1976 con mucho éxito en la capital, según este pionero, porque entonces no existían negocios de este tipo en Canarias ya que las esterillas que se vendían eran todas fabricadas a máquina. "Una virtud del canario es que tiene buen gusto y aprecia lo bueno", resalta Farzad para recalcar por qué razón sus alfombras tuvieron rápidamente buena acogida en la Isla. Tanto es así que incluso surtieron a otras Islas a través de algunos comercios y abrieron otro establecimiento en Mesa y López, hoy cerrado.

El fundador del Palacio Persa explica que por su negocio han pasado importantes personalidades de la vida política, económica, cultural y social de la capital, aunque evita dar nombres por respeto a sus clientes. "El color rojo gusta mucho, también los diseños tradicionales", puntualiza sobre el gusto isleño.

Entre su clientela también se han encontrado los extranjeros que se asentaban en la Isla, los peninsulares que venían de vacaciones a Gran Canaria y la administración pública. Incluso ha alquilado su muestrario a productoras cinematográficas que han venido a rodar a la Isla en los últimos años. El último en el que sus alfombras han aparecido es en Aliados, que protagonizaron Bard Pitt y Marion Cotillard.

El fundador del Palacio Persa cuenta que nunca tuvo problemas con la mercancía que transportaba a la Isla, aunque a partir de 1979 con la revolución iraní y el derrocamiento del Sha Mohammad Reza Pahleví y la subida al poder del ayatolá Jomeini tuvo que ampliar sus horizontes mercantiles ya que no podía entrar a su país natal por pertenecer al bahaísmo, una religión monoteísta que profesa la paz mundial, la unidad de todas las religiones y la búsqueda individual de la verdad, entre otros principios, y que desde el siglo XIX está perseguidos en Irán. "Por mi condición religiosa no podía viajar a Irán así que comencé a traer alfombras de Turquía, Pakistán, India y de otras zonas de oriente", relata.

"Cada lugar tiene su propio estilo porque las alfombras recrean el mundo cercano que ve la gente del campo, las flores, los animales, las características de la zona", concreta Farzad Taheri, que explica que son los agricultores los artistas de estos tapetes, cuyos diseños han ido cambiando con el paso del tiempo para hacerse más simples, acordes con las exigencias de los gustos occidente. Taheri explica que las alfombras suponen un extra económico para las familia y, aunque son un artículo caro, asegura que lo serían más si los agricultores se dedicarán solo a la fabricación artesanal de estas piezas.

La calidad de una alfombra, que en algunos lugares se utilizan como tapices para las paredes como ocurre en Sudáfrica, se distingue por en el número de nudos que tiene por metro cuadrado y la complicación de sus diseños, principalmente. Una pieza para un salón que se mueva entre los 150.000 y el millón de nudos da garantía de que se ha efectuado una buena compra. Lo mismo si está realiza en seda en vez de lana o algodón. "Cuanto más número de nudos tiene más nítido será el dibujo por el revés y, por tanto, será de mayor calidad", puntualiza el experto.

En Canarias sus peores enemigos son el sol, que se come los colores, y las polillas, que se tragan la lana, pese a que son piezas artesanales que pueden pasar de generación en generación sin apenas deterioro. Por eso, Farzad Taheri aconseja guardar las alfombras envueltas y enrolladas en papel en vez de en plástico. Y desenvolverlas cada mes para darles un repaso de limpieza y que no acumulen suciedad. "Pasan de generación a generación; lo que se suele estropear son los flecos y los filos pero aquí tenemos un servicio de restauración". El Palacio Persa también dispone de servicio de limpieza y de conservación e incluso les llaman los seguros para tasar el valor de aquellas alfombras cuando hay algún siniestro en un hogar. En occidente las alfombras persas siempre han sido consideradas un artículo de lujo pese a que en oriente forma parte de la vida cotidiana. "En Irán, los novios antes de comprarse la casa eligen la alfombra", relata Farzad Taheri que, como otros negocios, ha sufrido el embate de la crisis y de los cambios en el consumo familiar. "Los móviles, los ordenadores, los televisores, todo este tipo de material electrónico, ha sido una competencia para nosotros.

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