"Tener mucho pasado puede llevarnos a sucumbir en una fantasía: el que la institución es eterna y que no necesita nada. Pero esto solo ha sido posible porque las personas que nos han precedido se han preguntado qué debían hacer y por qué". Con esta reflexión, el Superior de los Jesuitas para España, Francisco José Ruiz Pérez, invitó ayer a la comunidad educativa del colegio San Ignacio de Loyola a seguir trabajando no solo en los valores educativos promulgados por el santo que creó la compañía de Jesús, sino acercarse también a la esencia del cristianismo que no es otra que la de ser misionero de fe y justicia, pero en la vida cotidiana. Y también a trabajar en red con los demás -Iglesia, instituciones públicas y sociedad- porque en esa vía de colaboración esta también "el fortalecimiento" de la propia institución.

El jesuita fue el invitado de honor del acto institucional que celebró anoche la comunidad educativa del centro en el salón de actos, y en el que también estuvieron representadas las máximas instituciones civiles de la Isla y de la Iglesia como fueron la presidenta del Parlamento de Canarias, Carolina Darias; el presidente del Cabildo insular, Antonio Morales; el viceconsejero de Asuntos Sociales, Francisco Candil; el alcalde de la ciudad, Augusto Hidalgo; y el Obispo de Canarias, Francisco Cases.

Todos ellos reconocieron la gran labor que ha hecho el colegio en estos cien años de historia con los ciudadanos la Isla y de la ciudad, así como el nexo de unión que ha creado con la sociedad canaria. A la que ha aportado hombres y mujeres bien formados, comprometidos con los demás y con la sociedad en la que viven, pero también críticos con las injusticias y las desigualdades del tiempo que les toca vivir.

Más de 16.000 alumnos han pasado por sus aulas durante sus cien años de historia, en los que el centro fue el primero que se creó en la Isla y en la capital. En la actualidad, el centro está dirigido por Víctor Prieto Marañón y en sus aulas se imparten los ciclos de Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional de Grado Medio. Unos 1.500 niños y jóvenes se educan este curso académico.

Lamentablemente, el impacto de estos cien de historia en la sociedad canaria no se vio reflejado en el aforo del salón de actos del centro, en el que apenas había un centenar de invitados pese a contar con cerca de 1.000 butacas. Ni tan siquiera la propia comunidad educa en pleno acudió a la cita.

El acto institucional comenzó a media tarde con una Eucaristía en la iglesia jesuita de San Francisco de Borja y prosiguió en el salón de actos, donde el cronista de la ciudad , Juan José Laforet, fue el encargado de desgranar la historia del centro y de la comunidad religiosa tras la presentación de un vídeo en el que las viejas imágenes en blanco y negro pasaron a las de color para recordar el tiempo transcurrido, así como la transformación del propio colegio jesuita.

Historia

Laforet, que también fue alumno del centro, que se abrió en 1917 con 17 alumnos y 23 jesuitas, recordó la trayectoria de la comunidad jesuita en la Isla y su papel en la educación y formación de los ciudadanos en una época especialmente dura para la Isla como fue la Primera Guerra Mundial "en la que había una profunda crisis económica y el hambre esta generalizada".

La historia de la Compañía de Jesús en Canarias data, sin embargo, de mucho antes. En concreto de 1556, cuando se iniciaron las primeras misiones en el Archipiélago. En 1691 se fundó un colegio en La Orotava, en 1699 otro en la capital - María Inmaculada-, donde hoy está el seminario, y en 1727 otro en La Laguna.

En 1767 el rey Carlos III expulsa a la congregación de España y no será hasta 1852 cuando los jesuitas regresen al Archipiélago gracias al obispo Codina. En esa época iniciaran la hoy iglesia de San Francisco de Borja, tan representativa del barroco en Canarias.

La estancia será corta porque en 1868 volverán a ser expulsados con el triunfo de la revolución de La Gloriosa, que mandó al exilio a Isabel II. El regreso definitivo de la comunidad religiosa será en 1917 y de esa época data el colegio, ubicado entonces en la calle López Botas y construido por el arquitecto municipal Fernando Navarro.

En 1924 se decide levantar un inmueble en la calle Juan E. Doreste, donde se encuentra hoy el colegio. Aquel mismo año llegó también la gran estatua de mármol de San Ignacio de Loyola, de más de una tonelada de peso, que en principio estuvo sobre la cubierta del edificio y que, tras la demolición del inmueble en 1973 se instaló en el hall del nuevo.

Estas y otras anécdotas de su historia recordó Laforet durante su discurso. "Su demolición -el edificio estaba en malas condiciones por la corrosión del mar y por las obras de la avenida marítima- fue la primera explosión controlada que se hizo en la Isla", contó. Su arquitecto fue Salvador Fábregas.

Durante el acto, hubo un reconocimiento a los cinco últimos directores del centro: Celso Domínguez (1989-1993), Fernando Morales (1993-1997); Antonio Ramírez (1997-2006); Ricardo García (2006-2010) y José Manuel Martínez (2010-2016). Y la presidenta de antiguos alumnos del colegio, Adriana Arocha, entregó una placa al centro en conmemoración del centenario y en reconocimiento de la labor docente y humanística que han desarrollado los jesuitas con los miles de hombres y mujeres que han pasado por sus aulas.

El alcalde Augusto Hidalgo citó la revolución educativa que supuso la emisora Radio Ecca para la Isla, así como los nombres ilustres para la sociedad canaria que ha dado la comunidad. Entre ellos, el hoy Diputado del Común, Jerónimo Saavedra. Asimismo, la presidenta del Parlamento de Canarias, Carolina Darias, recordó el papel tan importante que hoy desempeña el Servicio Europeo de Refugiados, que también lideran los jesuitas.