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Los estibadores, una profesión rodeada de mitos

Los profesionales de la carga y descarga de buques se defienden ante las "mentiras" que, según ellos, se difunden en torno a su trabajo

Pedro Sánchez Cazón tiene 41 años, está casado y es padre de dos hijos. Reconoce que desde hace dos décadas difícilmente puede hacer una vida familiar normal. Tiene que estar pendiente de si esa tarde o esa noche va a trabajar. Cazón, como es conocido entre sus compañeros, es estibador. Concretamente, se encarga del trincaje de los contenedores en la terminal de Opcsa, a cuya compañía está adscrito; es decir, la empresa solicita sus trabajos en exclusiva. Él, dentro del gremio, es uno de los afortunados ya que puede conocer con un poco más de antelación cuándo tiene que trabajar. "Los especializados, los que son trabajadores de la Sagep y no están de forma exclusiva a alguna empresa, no se pueden comer un plato de comida tranquilos; a las siete de la mañana saben si van a trabajar esa mañana y a la una de la tarde salen otros nombramientos en los que conocen si entran a trabajar por la tarde, noche o madrugada", explica. "Los portuarios tenemos una escasa calidad de vida porque los turnos nos impiden organizarnos para ver a nuestros hijos, nuestra disponibilidad a la empresa es plena", comenta Lázaro Lemes, de 47 años y portuario desde 1986.

Estos trabajadores aseguran que su profesión está envuelta en un nicho de mentiras que calan en la sociedad, sobre todo ahora que están en la boca de todos por la reforma que prepara el Ministerio de Fomento, que tiene que liberalizar la contratación de estos profesionales para así acatar la sentencia del Tribunal de Luxemburgo de diciembre de 2014. Hablan de los salarios. "Nuestros sueldos se basan en un 80% en productividad; si no trabajamos, no cobramos", apunta Cazón, quien agrega, sin embargo, que sí tienen asegurados mil euros de nómina si ese mes no tienen actividad, algo que pactaron con las empresa estibadores. "Esto no lo tienen todos los puertos", aclara, para añadir que es muy difícil que pasen un mes sin trabajar porque existen rotaciones. "Aquí las tareas se reparten, tu no puedes hacer dos turnos sin que un compañero haya hecho uno", declara. Lemes recalca, además, que tienen una disponibilidad para la empresa de 12 días. "Durante ese tiempo puede haber trabajo o no, pero tienes que estar preparado por si te dicen que tienes que venir por la mañana, por la tarde, la noche o la madrugada", los cuatro turnos diarios compuestos por jornadas laborales de seis horas. "Al mes", añade Cazón, "tenemos cuatro días libres, el resto de jornadas la planificación familiar es cero".

Otro de los mitos que se ha popularizado es que los familiares de los estibadores tienen preferencia para entrar a realizar estos servicios. "Mis dos hijos están en el paro, más quisiera yo que entraran", afirma Santiago Medina, de 58 años de edad y 20 como estibador. "Duele esa mentira", apostilla junto al ferri Volcán del Teide de Naviera Armas, compañía para la que trabaja como controlador de carga y distribución del trabajo, que pasadas las nueve de la noche no para de recibir plataformas con contenedores conducidas por los portuarios para ser transportadas hasta Lanzarote. "Yo entré aquí por oposición", asegura Medina, quien rememora cuando allá por los años noventa del siglo pasado se vio en el paro, con una hipoteca y dos hijos pequeños. "Entré en el nivel más bajo y después hice cursos de capacitación para ir ascendiendo", apunta este trabajador adscrito a la naviera presidida por Antonio Armas, quien asegura que no tiene "ni padre, ni hermanos ni familiar" dentro del grupo de portuarios.

Cazón también reseña que aprobó una oposición. En su caso, dejó los estudios universitarios de Educación Física cuando estaba en cuarto curso y se preparó los exámenes cuando la actual Sagep era denominada Sestiba, con un 51% de capital público. De eso hará el próximo mes de noviembre 20 años. Reconoce que su padre, también estibador, fue quien le avisó de las pruebas. "Es como cualquier otra empresa, hay unas plazas de trabajo que cubrir y mi padre me avisó, pero yo hice mi oposición, con mi examen de conocimientos generales, otro físico y también uno psicotécnico", señala.

Para defenderse de las acusaciones que se vierten públicamente sobre la profesión, alegando que cobran un sueldo muy alto; Cazón reseña que cada día están expuestos a numerosos riesgos al estar manipulando mercancía pesada. "Me pusieron 18 grapas en la cabeza por un accidente laboral", indica. Al rato, saluda a un tocayo suyo que vigila la entrada y salida de camiones del buque OPDR Canarias, que a última hora del día carga para salir a Sevilla. "A ese le faltan cuatro dedos", reseña. Antonio Vega, de 53 años y casi 30 de experiencia, enseña su dedo índice de la mano derecha, donde le falta una falange. "Los accidentes aquí no son leves", subraya Pedro Sánchez Cazón.

Otro de los problemas que afecta a este colectivo es el ritmo biológica. "Hoy trabajamos de día y mañana lo hacemos de noche", declara Lázaro. Este vaivén de horarios hace que su vida privada también se encuentre en un tobogán de subidas y bajadas. Es el caso del gruista Rayco Rivero, de 37 años y 19 en la profesión. "Cuando me separé, el juez decidió no concederme la custodia de mi hija porque no tenía un horario fijo de trabajo", cuenta antes de ponerse a maniobrar con una de las grúas de la terminal de Opcsa, a medio centenar de metros de altura.

Cuando se habla de la reforma laboral que ahora mismo está hirviendo en los despachos del ministerio de Fomento, los estibadores inician un corrillo en el que desmenuzan lo que está siendo, para ellos, un expediente de regulación de empleos en cubierta que sólo busca beneficiar a los grandes grupos empresariales. "Quieren precarizar nuestro trabajo, darle el negocio a las empresas amigas del Gobierno como JP Morgan, vender la estiba a los chinos... Con la reforma la riqueza no se va a repartir en el país y quieren dejar aquí asalariados a 600-700 euros", apunta Lázaro Lemes. "Quieren regalarla la estiba", prosigue, "esto no es una liberación sino una prevaricación para beneficio de los especuladores". "Me pregunto si alguien por 600 euros haría este trabajo".

Ante tantos problemas laborales, que se suceden cada cierto tiempo en el que se pone en entredicho los sueldos de este colectivo, Pedro Sánchez Cazón no sabe responder bien a la pregunta de si le gustaría que alguno de sus dos hijos también se dedicaran a la carga y descarga de camiones. "La profesión es bonita", comienza, para después sacar su lado negativo: "Pero el riesgo que tiene y que siempre tienes el yugo detrás con que te quiere echar, que hace que apenas tengas estabilidad laboral...". Y es que, como reconoce, "desde que entras aquí pierdes tu vida social".

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