La Fiscalía de Las Palmas ha archivado la denuncia de la Asociación de Abogados Cristianos contra Drag Sethlas. El ministerio público descarta que el ganador de la Gala Drag Queen cometiera un delito de ofensa a los sentimientos religiosos en los carnavales de La eterna primavera.

Borja Casillas salió al escenario disfrazado de la Virgen María, se transformó en Jesucristo crucificado y profirió frases de contenido sexual ante miles de personas que seguían el espectáculo en vivo y por la televisión, pero el fiscal, tras abrir diligencias por la denuncia del colectivo cristiano, concluye que su intención no fue ofender a los creyentes, sino ejercer la "sátira" y la "critica ácida" en el contexto de la tradición popular carnavalera. "Me siento feliz y contento. Voy a disfrutar de mi reinado", respondió este lunes Sethlas desde Corralejo, en Fuerteventura, donde recibió la noticia del archivo una horas antes de participar en la gala majorera con su representación religiosa. El viernes había confesado en el chat que sostuvo con los lectores de La Provincia que estaba asombrado con la repercusión.

"La actuación pública de Borja Casillas, caracterizado como Drag Sethlas, puede haber ofendido los sentimientos religiosos de un determinado número de personas, e incluso pudiera ser considerada como objetivamente irrespetuosa, pero no es necesariamente ofensiva en el sentido jurídico penal del término", razona en su decreto de archivo el fiscal jefe de Las Palmas, Guillermo García-Panasco.

El fiscal jefe asumió el caso tras revocar la competencia a la sección de Delitos de Odio. García-Panasco no duda de que algunos creyentes se sintieran ofendidos por el espectáculo, pero rechaza que el comportamiento de Sethlas sea de tal relevancia como para merecer el reproche del artículo 325 del Código Penal, que castiga con multas aquellas acciones en las que se hace escarnio público de los dogmas o las creencias de una confesión religiosa.

El fiscal considera "libre" y "legítimo" que un grupo de creyentes se sienta herido por la interpretación de Sethlas, pero aclara que "no basta con que concurra un sentimiento de ofensa" para calificar como delictiva la actuación, pues "la aplicación del Código Penal" no puede quedar en manos de "la mayor o menor sensibilidad de quienes profesan una determinada religión", destaca García-Panasco en su resolución.

La jurisprudencia, en ese sentido, exige un plus en la ofensa para condenar ese tipo de compartimientos contra la religión. Entre los casos parecidos menciona al cantautor Javier Krahe, que fue absuelto en 2013 por la Audiencia de Madrid, tras ser juzgado por cocinar un crucifijo en un programa de televisión. Esas imágenes tenían un "indiscutible sentido satírico, crítico y provocador", pero sin el peso de la humillación necesario como para "dotarlas de relevancia criminal".

La misma postura adoptó la Audiencia de Sevilla sobre un "fotomontaje de inequívoco contenido sexual con la imagen de la Virgen María", así como otro fallo de la Audiencia de Madrid sobre el caso de Rita Maestre y su irrupción en la capilla de la Universidad Complutense. Porque una cosa es sentirse ofendido y "otra muy distinta" tener la intención de causar la ofensa. Ese elemento subjetivo de la intencionalidad es lo que se descarta en la intervención de Sethlas.

Casillas, en medio de la polémica con el Obispado de Canarias, que condenó su actuación por blasfema, matizó públicamente que no buscaba ofender y pidió disculpas a quienes así se sintieron. Es más. Nadie de la organización del Carnaval le advirtió de que podía herir ciertas sensibilidades con su espectáculo. Pasó la preselección con el mismo número que ganó la final, con el apoyo casi total del jurado, sin que vulnerase ninguna de las bases del concurso, que dejan "libertad temática" a los concursantes para montar los números.

La propia dinámica del certamen, por tanto, hace concluir al fiscal que Sethlas no era consciente del potencial efecto ofensivo de su espectáculo. Su intención no era burlarse o reírse de los católicos, sino generar polémica y provocar mediante la sátira, una costumbre popular muy arraigada en el Carnaval, donde las alusiones a los símbolos religiosos tampoco son nuevas, como ocurre con el Entierro de la Sardina.

La Fiscalía, eso sí, echa en falta ciertos límites, en concreto que la Gala Drag, dada su proyección internacional, no tenga más supervisión respecto a su contenido. "Realmente sorprende que, en apariencia, no exista control alguno sobre el contenido de la gala. El carnaval es signo de libertad, pero ningún derecho es ilimitado", argumenta el fiscal. Como ejemplo se pregunta qué pasaría si se hacen representaciones sobre dos conductas que generan un rechazo social inequívoco, como es la violencia contra la mujer y el terrorismo.