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Moda e historia sobre la báscula

Ibelsis Brizuela vende al peso en Flamingos Vintage Kilo ropa de segunda que llega de Texas

No se trata de una tienda muy grande y, aun así, Flamingos Vintage Kilo es esa clase de lugar donde uno podría pasarse horas. Basta con cruzar el umbral del local ubicado en la trasera de los Aparcamientos Triana, en la calle Rafael Cabrera, para retroceder en el tiempo a través de su decoración cuidada y de estilo retro pero, sobre todo, a través de sus percheros. En ellos cuelgan prendas de segunda mano que llegan desde Estados Unidos, donde fueron confeccionadas hace décadas. Casi todas ellas se pueden comprar a 13, 24 o 39 euros el kilo. Y es que en el establecimiento que regenta Ibelsis Brizuela la moda se vende al peso.

Desde los años 50 hasta el 2000. La ropa que con mimo plancha y etiqueta esta joven emprendedora permite pasear por la evolución de las tendencias del siglo anterior que, como suele pasar, se vuelven a implantar por temporadas en este. "Cada prenda tiene su historia y se trata de crear una nueva historia en esta época", explica tras el mostrador donde descansa la pesa que establece los precios definitivos para los clientes.

La pasión de Brizuela por la indumentaria de segunda mano le viene de su Argentina natal, donde ella misma adquiría ropa en mercadillos. "Cuando llegué a España hace 15 años me di cuenta de que eso aquí no se estilaba", recuerda quien después de vivir dos años en Lanzarote se vino a Gran Canaria a la aventura para poner en marcha una franquicia de Flamingos Vintage Kilo en la capital. La primera tienda estuvo en la calle Travieso, desde donde se trasladó hace unos meses a la trasera del parquin de Rafael Cabrera.

"Hemos perdido gente de paso, pero tenemos una clientela fija", asegura Ibelsis Brizuela. Y es que el suyo es un concepto diferente de negocio en el sector de la moda que ha conseguido arraigarse en la ciudad, donde son muchos los que se decantan por su oferta original y única. "No comparto la idea de la uniformidad o el ir dictados a la hora de vestir, hay que hacerlo con lo que uno se sienta cómodo y se puede ir más exclusivo a bajo coste". Para ello en su tienda hay "mucha pedrería", además de una amplia variedad de indumentaria que va desde las prendas estrellas que siempre se pueden encontrar como las crazy jackets, las camisas hawaianas y las camisetas desteñidas hasta petos, vestidos, faldas, pantalones, abrigos, chalecos, cazadoras o jerséis. Eso sí, hay tres cosas que no están a la venta: el traje rosa que cuelga a la entrada, y el cuello y el turbante (que en realidad es un top) que lleva puesto el maniquí.

Además de eso, la única regla que hay que cumplir sí o sí en Flamingos Vintage Kilo es la de llevarse sobre la marcha aquello que guste. "Aquí la ropa no se repite porque no solemos traer dos prendas iguales, así que si ves algo que te guste, llévatelo, porque puede que vengas dos días después y ya no esté", aconseja basándose en la experiencia. La recomendación va tanto para hombres como mujeres, sin importar las edades, ya que la suya es una oferta que no entiende de mayores límites que los que uno mismo se pone a la hora de vestir.

La pluralidad de sus productos también pasa por las marcas de las prendas con firmas en los percheros como Ralph Laurent, Tommy Hilfiger, Levis, Dickies o Carhartt; así como por las tallas. "Hemos tenido hasta la seis XL", apunta divertida mientras su fiel y simpática compañera canina, Hope, sigue atenta sus movimientos desde la cama que tiene colocada junto a la zona de despacho. "Esto es así porque la ropa llega desde Estados Unidos", cuenta. "Sobre todo viene de Texas. Primero se envía a Barcelona, donde está la sede de la franquicia, y según voy necesitando yo hago los pedidos, que suelen ser de 300 kilos y llegan aquí en contenedores".

Y con cada container aparecen cosas tan mágicas como las chaquetas de antiguos Juegos Olímpicos que llegaron en uno de los portes. "Son cosas que a mí me emocionan", cuenta a quien la sigue fascinando tanto tiempo después de iniciarse en el negocio la calidad de las telas de la ropa que vende en su tienda. Mucha de ella ha protagonizado el vestuario de obras de teatros y en el caso de las piezas menos longevas hasta han estado presentes en el Carnaval a través de disfraces particulares o grupales o de las propias murgas. El precio, por supuesto, varía en función de esos tejidos y de su peso. Así se puede pagar por el kilo desde 13 euros por los más liviano a 39 por lo más recargado, pasando por los 24 de lo intermedio. También hay algunas prendas con el importe ya fijado, pero la realidad es que no hay nada como pasar por la báscula de Flamingos para disfrutar de la moda desde otra perspectiva.

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