Ataviada con su gorra rosa de Peppa Pig -"que se está comiendo un chupa chups"- a juego con la sudadera y las playeras que viste para la ocasión, espera a que su abuelo Miguel le dé las directrices. Y es que es la primera vez que ella se enfrenta al reto que tiene por delante, pero si algo tiene claro a sus tres años María Santana Betancor es que ha ido "a pescar pescados" y hará todo lo necesario para que así sea. Por lo pronto, la pequeña lleva su "caña de cuatro" que asegura con firmeza saber lanzar. Y qué mejor que el taller infantil de pesca sin captura que organiza los sábados en las Alcaravaneras la Asociación Pesca Canaria en acción a través de su Escuela Oleaje es el lugar idóneo para demostrarlo.

A pesar de que aún no ha llegado el verano, la buena temperatura que se ha afincado en la ciudad hace que el litoral capitalino esté lleno de vida y más si sale un día tan apetecible como el de ayer. "Tenemos que esperar a que los niños salgan del agua", aclara Santana Betancor mientras aguarda con el resto de chiquillos que ayer acudieron junto a sus padres a disfrutar de la actividad que se celebra una decena de fines de semana junto a las canchas del litoral.

"El agua", como dice la pequeña pescadora, no tarda mucho en despejarse al empezar a caer el sol. Es el momento de pasar a lo divertido, si bien antes hay que saber algunas cosas que Juan Santiago Cruz Alejandro, presidente de la asociación, se encarga de explicar altavoz en mano. La primera es que los peces no se pueden matar ni maltratar. Una de ellas es que no se puede ensuciar la playa. "De hecho, tiene que quedar más limpia que cuando llegamos", comenta ante unos atentos pupilos. Para ello, la organización instala siempre en la arena bolsas de basura de los mismos colores que los distintos contenedores para que, tras la merienda que se hace a mitad del taller, todos reciclen los envases y desechos que se puedan generar. "Para nosotros es muy importante que los niños aprendan a cuidar y respetar el Medio Ambiente y que gestos como lanzar una bolsa de plástico al mar puede provocar que mueran tortugas, gaviotas o peces", señala el también monitor de pesca federado.

Lo otro importante que hay que tener en cuenta es que no se puede maltratar ni matar a los peces a los que hay que devolver al mar después de quitarles el anzuelo sin muerte que siempre se utiliza para la actividad. "Queremos que los chiquillos se den cuenta de que pescar es divertido sin matar al pez", asegura Cruz Alejandro poco antes de comenzar con el reparto de las cañas que él y su equipo ponen antes a punto para aquellos participantes que no tengan la suya propia. "La mayoría utiliza nuestros materiales, pero a muchos les gusta más traer sus cañas".

Este es el caso de María Santana que, enseguida, se pone en la orilla con su abuelo Miguel y con su padre, "que también se llama Miguel". Muy dispuesta, sostiene la caña que lanza con la ayuda de su abuelo y que recoge con un manejo digno de envidia. No obstante, es esperar allí plantada le dura poco. Ella es más de echarle de comer a los peces "para que se pongan gordos" trozos de pan esponjado que tira lo más cerca posible del agua, aunque a veces no lo suficiente. Y es que la otra cosa que tiene clara María es que ella no se va a mojar, ni siquiera para devolver al mar los dos pequeños "pescados" que ha conseguido que piquen en pocos minutos.

Si bien el primero en gritar: "ha picado el primer pez" y celebrar con euforia el coleteo del pececillo es Germán Méndez Castro. A sus ocho años para nueve es la cuarta vez que participa en el taller y, por lo tanto, alberga cierta experiencia a la que también contribuye su abuelo Germán, quien ha pescado "de siempre".

José Luis Suárez Calvo, de seis años, también tiene algo de recorrido en lo que a esta práctica se refiere. De todos, su momento favorito es cuando un pez pica y aunque siempre se le "han escapado", alguna vez casi pesca alguno "bastante grande". A lo mejor algún día consigue alguna de las lubinas o doradas que, a veces, cuenta Juan Santiago Cruz, llegan a las Alcaravaneras.

Por lo pronto, coger algunos de los lisotes, lebranchos, roncadores, sargos, palometas, galanas y herreras que abundan en esta zona no está mal. Lo dice la cara de los niños cuando consiguen que piquen en sus anzuelos pero, sobre todo, cuando los devuelven al agua donde velan por la supervivencia del animal. Los tres primeros que más retornen al mar se llevarán un premio y el que lo haga con el pez más grande también.

De manera que todos se afanan en seguir los consejos y enseñanzas de los ocho miembros del equipo que lidera Cruz, quienes emplean sobre todo tiempo en ayudar a los novatos. Entre ellos encuentra la pequeña Samira Rebollo Santana, quien participa a sus ocho años con la caña roja que le ha regalado su padre, Jorge; o Pablo Plans Pérez, quien también lleva una caña muy especial que le regaló su abuelo antes de fallecer. Poco a poco todos van cogiendo el tranquillo a una actividad en la que se aprende, sobre todo, a respetar y valorar la vida.