"Esto es como una terapia, aquí se recarga hasta la batería del móvil", afirman José del Rosario y Jesús Cabrera, veteranos en esto de pasar el tiempo libre en La Laja. La popular playa al sur de la capital grancanaria se convirtió ayer sábado en el plan alternativo de muchos, una manera tranquila de terminar una Semana Santa que ha sido inusualmente soleada. Estos dos amigos, acompañados por un tercero, disfrutaron la mañana junto a una de las piscinas naturales de la zona. "Aquí no te aburres, disfrutas viendo la naturaleza", reconoce Jesús Cabrera.

Como anillo al dedo le ha venido esta terapia a José del Rosario. "Pertenezco a una banda de música y ayer estuve acompañando a 12 tronos en la procesión de Bañaderos", afirma. Tras un duro y devoto Viernes Santo, la mejor opción ha sido bajar a la playa de siempre y disfrutar en ella, como es uso y costumbre. No obstante, no es la primera vez que viene en estos días festivos, "hoy no hay tanta gente por aquí, han aprovechado para hacer otras cosas que tienen pendientes", explica.

Es sábado en plena Semana Santa y Las Palmas de Gran Canaria queda media desierta. La gente en estas jornadas festivas suele optar por ir a la playas del Sur, al campo de asadero o darse una escapadita a otra Isla. Pero, son muchos los que decidieron quedarse en la capital en lugares como La Laja, "la playa", para muchos habitantes de los barrios del Cono Sur.

El día parecía que no acompañaba del todo. Un poco de calima y algunas nubes enmarañaban el cielo. Eso sin contar con la ligera brisa del Sureste que, en algún momento, molestaba a más de uno. "Hoy está la cosa floja, pero ayer esto estaba a tope", comentan aquí y allá diferentes bañistas por toda la costa. Esa es la conclusión de la jornada.

Para José Ramírez es el tercer o cuarto día que viene a la playa esta semana, ya ni se acuerda bien. Viene desde Pedro Hidalgo junto a su hijo, y unos amigos, para disfrutar de las piscinas "y para coger un poquito de color". A su lado, dos niños intentan pescar un erizo que han visto entre las rocas, parecen auténticos profesionales en el manejo de la caña, "ellos nos enseñan a nosotros", afirma Ramírez.

Un poco más allá están María José y Marisa, dos amigas que están pisando por primera vez la playa de La Laja. "Venimos con unos amigos de Salto del Negro y estamos encantadas, está cerquita de casa y vale la pena", reconoce María José, mientras su amiga no para de comer chochos, acompañados con una cervecita.

Ambas son vecinas de la capital, pero nunca se habían planteado venir a una playa denostada por muchos, donde habitualmente ondea la bandera roja. "No entiendo muy bien la mala fama de esta playa, está súper bien, repetiremos seguro", cuenta María José mientras sigue bebiendo, esperando ese rayito de sol que le permita entrar por primera vez en el agua.

Las tres piscinas naturales de La Laja se han convertido en un reclamo de primera. La clave tal vez resida en la tranquilidad de sus aguas. De todas formas, la playa ofrece casi dos kilómetros de arena negra, donde perderse y disfrutar de una manera relajada.

En la primera piscina está Yoana, cargando con su hijo Leo y acompañada por otros familiares. Llegan desde El Secadero para pasar un divertido día al sol que más calienta, siempre que no quiera esconderse claro. "He venido toda la vida a esta playa, si hace buen tiempo ¿para qué voy a gastar gasolina en ir al Sur?", cuenta esta madre. En su kit playero la buena tortilla de papas no puede faltar, aunque, para el pequeño Leo mejor el puré.

Se va acercando la hora de comer; hay un goteo, débil pero constante, de personas que vienen y van. "Llegamos a las doce y ahora nos vamos a casa a comer", señala un señor mientras carga con su silla plegable de vuelta a Hoya de La Plata. En La Laja no todo son piscinas; más allá, en la arena, aquello es otro mundo.

Un chico solitario sorprende a más de uno con sus habilidades al frisbee. Auténticos juegos de malabares a la orilla del agua. Mientras, muy cerca, dos chicas prefieren demostrar que son unas profesionales con el balón en los pies. Unos regates y chutes de fútbol playa más propios de Río de Janeiro. Sin duda, cualquier actividad es buena para disfrutar de un día de playa, que se lo cuenten a esos surfistas que intenta subir a la cresta de una ola.

La pesca es otra de esas aficiones que levanta auténticas pasiones entre los usuarios de La Laja. "Mi marido es ese que está allá en las rocas pescando", señala María del Carmen Quintana, "él se crió en las chabolas de aquí, por eso nos encanta esta playa, llevo 35 años viniendo", continúa.

Para María del Carmen esta es la mejor playa del mundo, han pasado más de tres décadas desde que comenzó a venir, primero con sus hijos y ahora con su nieta. "Esta es mi nieta Yumalai, hay que inculcarle venir a esta playa", cuenta orgullosa. Mientras, el padre de la niña cruza las rocas para llegar hasta su padre, Francisco Javier Díaz. Se trata de una familia que, a pesar de haber dejado de vivir en la zona siguen siendo unos incondicionales de La Laja.

"Es una playa que hay que conocerla, quien afirme que es peligrosa es porque no viene", cuenta María del Carmen. Por eso ha seguido acudiendo a ella tantos años, acompañada de su familia, sin olvidarse de la silla, la sombrilla y demás objetos imprescindibles.

Parece ser que La Laja es, sin lugar a dudas, una magnífica alternativa familiar en la capital. Su ambiente relajado, acompañado de unas vistas inmejorables hace las delicias de quien confía en ella. Un lugar a medida para despedir la Semana Santa de este 2017.