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Otra cara para Cruz de Piedra

Los vecinos del Polígono, calificado por Fomento como el barrio más vulnerable de la capital, presentan varios proyectos de dinamización

Ruth Vega, educadora social, imparte clases y talleres en el barrio. J. CASTRO

Hace más de 45 años el Estado entregó una serie de viviendas a familias realojadas desde distintos puntos de Las Palmas de Gran Canaria. Décadas después, el Polígono Cruz de Piedra es uno de los barrios con más problemática social de la capital. "Estamos olvidados de la mano de Dios", afirma María Nieves López, dependienta en el Autoservicio Hijos de Norberto. Su fundador comenzó en la década de los setenta con una furgoneta cargada de frutas y verduras, báscula incluida. El negocio prosperó y hoy muestran, orgullosamente, una fotografía de su pasado.

Las quejas de los vecinos llegan desde todos los frentes. La asociación de vecinos, presidida por Lorenzo Cabrera, cuenta con varios proyectos para la dinamización del barrio. Por un lado, han ideado un plan de choque, cambiando la imagen exterior de todos los edificios. "Se trata de un plan para reformar, pero sobretodo para mejorar la autoestima de los que aquí vivimos", comenta el presidente.

La participación vecinal sería total, mediante escuelas taller, se daría empleo y formación a unas 300 personas. En un barrio con tasas de desempleo superiores al 40%, se trataría de un balón de oxígeno. El proyecto fue rechazado por el Gobierno regional en la anterior legislatura, ahora quieren volver a intentarlo, implicando a todas las administraciones.

El Centro Polivalente, hoy infrautilizado, también tiene su propio proyecto. "Los mayores podrían acudir para hacer talleres y cursos de cocina, de tal forma que luego puedan llevarse la comida a casa para su familia", cuenta Cabrera. Para ello, contarían con la colaboración del Banco de Alimentos. Además, se incluirían talleres y actividades para otras edades.

María Nieves López lleva años como dependienta de Ca' Norberto. Una tienda de las de antes, donde tienes de todo un poco y el trato sigue siendo familiar. Cuenta que son muchos años en el barrio. "Llegué con ocho años y estudié en el Teobaldo; este barrio está marginado, pero al final hay de todo como en cualquier sitio", comenta Nieves, como la llaman todos.

Las fiestas del Polígono se han convertido en una de las grandes preocupaciones. "Cualquier día saldrá en procesión la Virgen en un carrito del Hiperdino", cuenta Nieves, lamentándose. "En esta zona eran, después de las de Schamann, las más famosas y ahora nada de eso", continúa su queja. Ni romería, ni agrupaciones, ni siquiera iniciativa. La participación de antaño se ha desvanecido por "la mala fama de las peleas de hace tiempo", señalan.

Al final, la dejadez ha jugado su papel. Zonas verdes descuidadas y suciedad en las calles. "La juventud no tiene a donde ir, no tienen alternativa", comenta Nieves. "Los mayores tampoco tenemos qué hacer, ni salón de baile hay", salta Pino Quintana, una vecina del barrio mientras compra un poco de embutido. "Los parques de las pulgas los llamo yo", cuenta esta señora. "La gente no sabe tener perros, los bajan, hacen sus cosas y ahí las dejan, te tienes que tapar la nariz por las mañanas", continúa indignada.

"El barrio más limpio no es el que más barrenderos tiene", es la frase de Lorenzo Cabrera. La limpieza ha sido uno de los grandes caballos de batalla, falta mucha concienciación por parte de los vecinos, según Cabrera. Si a eso le añades las podas necesarias o el descuido de las zonas verdes por Parques y Jardines, tienes el cóctel perfecto.

Las drogas y la delincuencia fueron la tónica del barrio en otro tiempo. "Aquí antiguamente no entraban ni los taxis, pero ahora el barrio ha mejorado", cuenta Nieves López. Los mayores han sido quienes más han ayudado durante la crisis, "han hecho lo imposible por sacar a sus hijos y nietos, a pesar de las dificultades", cuenta Cabrera. El presidente vecinal, califica de "sangrante" la realidad social del barrio. Todavía recuerda la visita del exalcalde Juan José Cardona, cuando le obligó a entrar en los bloques de viviendas. "Le dije: ¿ves ese tornillo? Sirve para llamar al ascensor y para esconder la droga", cuenta mientras evoca la cara de Cardona.

En el local vecinal da clases Ruth Vega, educadora social. "Puede venir cualquier niño de la Cruz de Piedra, por el simple hecho de vivir aquí se considera que están en riesgo de exclusión social", comenta Vega. Esta joven, natural del barrio, ayuda en los estudios a unos 17 niños de primaria. Además, hacen una merienda y juegan con actividades, durante tres horas de lunes a miércoles. El resto de la semana lo dedica a los adolescentes. "Vienen los que quieren salir adelante, no solo les ayudo con los estudios, también hablamos de sus problemas e inquietudes", explica la educadora. "La verdad es que me cuentan cada cosa que agüita", continúa.

Según ella, son muchos los jóvenes que tienen inquietudes. "Necesitan un empujón que aquí no encuentran", comenta Ruth Vega. Una conclusión similar a la que llega el presidente vecinal. "Los niños no deberían creerse que viven en un barrio marginal, tenemos que romper los estigmas", explica Cabrera.

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