La instalación de la Plataforma Oceánica Canaria (Plocan) en alta mar frente a 1,3 millas de distancia al este del centro comercial Las Terrazas, el 31 de noviembre, ha sido una de las últimas hazañas de los remolcadores del Puerto. Durante nueve horas, cuatro barcos dirigieron en línea recta un bloque de 31.000 toneladas de peso y 26 metros de calado desde el muelle de Nelson Mandela, donde se había construido, hasta su fondeo en el mencionado punto para servir como laboratorio marítimo a los científicos.

La pericia fue posible gracias a un equipo de remolcadores del grupo Boluda que junto a Remolcadores y Barcazas de Las Palmas y Remolcadores Don Quijote actúan hoy en La Luz. Su trayectoria, sin embargo, se escribe cada día con la ayuda que prestan a los miles de barcos que anualmente entran y salen del Puerto, o fondean cerca de la bahía. La historia de esta actividad y de sus navíos insignias por los más de 130 años de vida del Puerto está abierta al público hasta el 30 de octubre en una muestra en el Museo Elder con el título Los remolcadores y el Puerto de La Luz, organizada por la Asociación Canarias de Coleccionistas Marítimos.

La historia de los remolcadores, calificados como los "buenos samaritanos de la mar" por el cronista oficial del Puerto de La Luz, Juan F. Fonte, por sus labores de salvamento marítimo durante décadas en la bahía y en las costas de África hasta que en 1993 Fomento puso en marcha la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima, comenzó varias décadas atrás con las primitivas barcazas Herondale, Azor, Pedro del Castillo, Las Palmas, Britania, Pioner, Laguna y España, encargadas de remolcar a gabarras, chastas, candrays hasta el muelle de León y Castillo y de atender a los barcos de vela y de vapor que arribaban entonces a La Luz.

El ingeniero naval en el grupo Boluda y agente de Lloyd's, Jesús Alarcón, comisario de la exposición , explica que la muestra es un homenaje a la historia de estos barcos, que comenzaron su andadura en 1886 tras la construcción del Puerto, así como de sus tripulaciones. La exhibición, en la que se presentan maquetas de naves emblemáticas y de los objetos y útiles de navegación además de otras piezas y documentos, muestra la evolución técnica que han experimentado estos navíos y la relevante tarea que realizan para que la maniobra de entrada y salida de una embarcación en el Puerto sea cien por cien segura, tanto para el barco que arrastran como para el recinto.

La Compañía Canaria de Remolques fue de las primeras empresas de remolcadores que funcionó en La Luz de la mano de la consignataria Miller, cuando a principios del siglo XX las sociedad inglesas gestionaban casi todas las actividades del Puerto. Durante todo el siglo XX, sus naves fueron fundamentales en esta actividad hasta que el grupo Boluda sumó los suyos propios.

En la muestra se disfruta de la maqueta del primer Gran Canaria -ha habido varios con el mismo nombre-, botado en el puerto en noviembre de 1906, y una de las enseñas de esta actividad, tan ligada al desarrollo del recinto. El barco, con casco de acero remachado, 31 metros de eslora y una máquina de vapor de 450 hp de potencia, fue construido en el mismo puerto de La Luz por Gran Canaria Coaling para la consignataria Elder Dempster con planos similares a otros remolcadores que había en los puertos ingleses y estuvo en servicio hasta mediados de los años 60 del siglo pasado, cuando fue desguazado y hundido.

Después vendrían el Hansa, el Cory y el España II, construido por la compañía Carbonera de Las Palmas en 1926, y que fue el que sacó a Franco de la capital hasta la bahía de Gando el 18 de julio de 1936 para coger el Dragón Rapid rumbo a Marruecos "por temor a ser asaltado en el camino" antes de alzar el Ejército contra el gobierno republicano. A la flota se sumaría también el Fortunate. Y, posteriormente, el Tamarán, construido en Vigo a petición del grupo Miller y que hizo historia, según Alarcón, "porque no solo hacia tareas de remolcador, sino de salvamento en Canarias y la costa africana cuanto no existía Sasemar ". También participaría llevando gabarras llenas de bloque de hormigón para construir algunos puertos canarios.

Otros remolcadores para el recuerdo fueron El Guanche, Doramas, Cepsa, el Gran Canaria, Arucas, Nublo y Bandama, que participó en la construcción del Puerto de La Palma y que fue enviado de servicio a América y terminó naufragando a su entrada en Montevideo.

En la muestra también se exhibe la maqueta de Las Palmas, el primer remolcador militar español que fue transformado en buque científico para trabajar en la Antártida, en los años 80.

Los remolcadores apenas han variado en su tamaño - entre 30 y 40 metros de eslora- pero sí lo han hecho; y mucho, en su parte técnica. Hoy pueden mover con suavidad moles de miles de toneladas como la mencionada Plocan, plataformas petrolíferas y mercantes con 15.000 contenedores de carga. No van al cien por cien parados sino a varios nudos de velocidad- diferente en función de la nave-, para poder ser dirigidos.

"Los antiguos remolques conocidos como de tiro directo, con un sistema de hélices y con un simple timón, eran más susceptibles de volcar por el simple arrastre del buque", cuenta Alarcón, quien señala que la revolución llegó a La Luz a mediados de los 90 cuando entraron a funcionar los remolcadores de tiro indirecto y ese peligro prácticamente desapareció. Esa seguridad vendría de la mano de los remolcadores conocidos como A. S. D - en la muestra hay una película alemana del primero que se botó- con un sistema de propulsión distinto, y del que ha habido varias variaciones, que permite eliminar este riesgo y dar mayor potencia a las naves para el arrastre. "Fueron diseñados en EEUU para llevar barcos por los ríos y por los canales sin que vayan parados porque sino no tendrían gobierno, ni a mucha velocidad porque chocarían", puntualiza Alarcón, quien resalta la labor de equipo tan necesaria entre remolcadores, prácticos del Puerto y las propias embarcaciones para que las maniobras de entrada y salida a Puerto se lleven cada día sin contratiempos.